El verano está a la vuelta de la esquina. Empieza a hacer calor en la calle y mucho más en las aulas. Las semanas que quedan por venir van a ser terribles para alumnos y profesores en los centros escolares. Según la nueva ley, LOMLOE, los alumnos pueden tener dos casuísticas en cada disciplina.

Los escolares que lleven el curso medianamente bien, con las tres evaluaciones aprobadas y con buena nota media, a nivel académico tienen el curso 'chupado' y aprobado. Lo que van a realizar las próximas semanas serán diferentes proyectos más o menos interesantes para redondear su nota media final, en el mejor de los casos. En el peor, tendrán que repasar los diferentes contenidos, como todos sus compañeros con alguna asignatura pendiente.

Por otro lado, los alumnos que tienen pendiente alguna de las materias, y no les sale la nota media, tendrán que pegarse el atracón estos días. Porque los últimos tres días de curso tienen que realizar las pruebas extraordinarias donde podrán demostrar si dominan o no los contenidos y son suficientemente competentes, aprobando así la asignatura.

Organizar esta doble medida: enriquecimiento curricular para los que tienen el curso aprobado y refuerzo de contenidos para los que han de recuperar es complejo de desarrollar en las aulas con un único profesor que ha de atender a todos los alumnos. Cada docente tendrá alumnos con la asignatura aprobada y otros con la misma suspensa. Con lo cual ¿Qué debería de hacer?

Puede dedicarse a repasar contenidos de todo el curso académico con todos sus estudiantes, haciendo fácil la preparación de las pruebas extraordinarias para todos aquellos que tienen que presentarse, pero aburriendo al resto que controla la materia y que es capaz de hacer los ejercicios propuestos casi con los ojos cerrados. En este caso los que van bien serán los disruptores en el aula, porque ya han hecho su trabajo y a sabiendas de que han aprobado se toman las clases de una forma más lúdica. ¡Total no tienen nada que perder!

También los maestros podrían emplear esas semanas haciendo un proyecto chulo, un APS, un proyecto de gamificación, flipped classroom, trabajar con una ong, o cualquier método que presente la materia de otra manera y genere un aprendizaje de contenidos de una forma más divertida.

En este caso, los que pierden son los que tienen suspensa la asignatura porque no repasarán para el examen final, y aun aprendiendo cosas nuevas no les servirán de cara a un control o prueba escrita.

¿Qué es lo que la ley plantea?

La ley dice que el docente tiene que conseguir hacer ambas cosas. Por un lado, atender las preguntas, dudas y plantear ejercicios a los alumnos que tienen que recuperar y por otro hacer algo diferente, bonito e interesante con los alumnos que han conseguido los mínimos de la materia y la han superado.

¿Cómo puede hacer esto un profesor dentro de un aula?

Pues estas 'filigranas' son prácticamente imposibles si las queremos plantear en la clase. No se pueden crear dos ambientes de trabajo tan fácilmente consiguiendo buenos resultados. De una forma precaria y mas bien chapucera se podría atisbar lo que la ley contempla. Pero nunca de una forma donde el profesor quede satisfecho y orgulloso del trabajo realizado.

Es aquí donde se esbozan dos opciones para el centro. La primera sería una reorganización de horarios, propuesta poco viable porque seguramente queden muchos cabos sueltos y momentos donde los estudiantes no estén convenientemente atendidos. Y la otra seria tener dos docentes en el aula. Esa utopía que siempre lanzamos los maestros a la administración y que nos devuelven cual pelota que choca contra una pared.

De este modo sí se harían las cosas convenientemente y el trabajo sería productivo y enriquecedor. Además del buen sabor de boca que le quedaría al profesor en esos días, donde el curso ya está acabando. Reforzando así su autoestima y preparándole con una sonrisa de satisfacción, por el trabajo bien hecho, para disfrutar de las vacaciones tan merecidas como deseadas.