A Mañueco le ha tocado la lotería. En lo político, parece haber nacido con una flor en el culo (perdón por la expresión), ya que la espantada de Vox le va a permitir, al fin, saborear lo que es un gobierno en solitario. Aquel mantra que entonó incansablemente tras las elecciones de febrero de 2022, como si por mucho repetirlo fuera a convertirse en realidad algo que matemáticamente era imposible. Mañueco se resistió hasta el mismo día de la investidura a pactar con Vox pero las matemáticas son una ciencia exacta, y a pesar de que el PSOE ahora dice lo contrario y hace unos días le ofrecía pactos puntuales a cambio de romper con Vox, en aquel invierno estaban por el ‘no es no’, en desagravio por no haber dejado a Tudanca gobernar la única vez que ganó las elecciones.
El PP, sumido por aquel entonces en la mayor y más convulsa crisis interna que se recuerda, y que acabó con Casado linchado políticamente a las puertas de Génova, se desentendió de la urgencia de Castilla y León, y Mañueco hizo una arriesgada elección, abriendo la puerta a la extrema derecha a los gobiernos regionales. Una decisión que automáticamente lo convirtió en un apestado, pero que meses más tarde fue replicada en otros cuatro gobiernos autonómicos y en infinidad de ayuntamientos, algunos tan importantes como el de Valladolid, demostrando que no había otra opción.
Y es que, como decíamos, la realidad, las cuentas, son pertinaces, y hasta Feijóo, que es icono del pragmatismo, tuvo que asumir que la aritmética de la política actual ponía en escena un incómodo compañero de baile, Vox. El hermano indomable e impulsivo criado a los pechos del PP ahora imponía sus normas, obligando a aquel partido “centrado” de Rajoy a escorarse hacia las tesis más retrógradas y conservadoras de la derecha.
Experimentos de laboratorio
Como Castilla y León fue pionera en el pacto de gobierno entre PP y Vox, es también la comunidad que más tiempo ha tolerado los experimentos de laboratorio que Vox ha tratado de llevar a término en lo que llama abiertamente su “batalla cultural”. Y por ello, lo impensable, como romper el Diálogo Social, vaca sagrada de los gobiernos de Herrera; el desdibujamiento de la lucha contra la violencia de género, dulcificada ahora como violencia intrafamiliar; cuestionar el derecho al aborto, consagrado desde hace años; la estigmatización de los símbolos de la comunidad LGTBI; la derogación de las leyes de memoria histórica... e introducir la variante de los menores inmigrantes en la ecuación ha puesto al PP en una encrucijada difícil de soslayar, planteada además en términos de chantaje, que Alberto Núñez Feijóo y los barones territoriales han aprovechado inteligentemente para dar un puñetazo en la mesa e iniciar el camino al renacimiento y el fortalecimiento del PP como el partido de mayorías absolutas que fue hasta el declive del bipartidismo.
La exagerada decisión de Abascal, llena de testosterona, dignidad y honor, secundada por el vicepresidente García-Gallardo, constituye un regalo para Mañueco y llega en un momento en el que la fatiga por la presión de Vox para culminar en Castilla y León su modelo ideológico y ofrecer a su electorado como promesa cumplida era más que evidente. Abasteciendo a la oposición, a cada concesión, de munición para retratar al dirigente popular como una marioneta en manos de Vox.
Con la salida de Vox de la coalición, Alfonso Fernández Mañueco se libera de su yugo, agradeciendo los servicios prestados -su propia investidura-, la repesca de algún cargo de Vox, como Santonja, por amistad o por estrategia para debilitar a su exsocio. Le proporciona además un plazo de libertad para promulgar sus políticas para Castilla y León en una especie de precampaña electoral de aquí a los próximos comicios, que serán como muy tarde en febrero de 2026.
Ensanchar el centro
Porque cuando Mañueco rompió con Ciudadanos y convocó elecciones, el resultado no fue el esperado. En esta ocasión, no cometerá el mismo error, ni tiene necesidad de ello. La legislatura está encaminada, el Presupuesto aprobado, con posibilidad de prórroga. Vox desterrado, confrontará ya desde la oposición sus políticas radicales frente a la moderación y políticas útiles del Partido Popular; el PSOE, desinflado y dividido internamente y sin un candidato claro para las próximas elecciones, tendrá que demostrar si realmente estaba abierto a alcanzar esos acuerdos puntuales para mejorar la comunidad. Y el propio Vox verá si se suicida votando con el PSOE o permite al PP aprobar las leyes que le sean comunes ideológicamente.
Si algo ha demostrado la historia, es que las elecciones se ganan por el centro, no por los extremos. Y así lo ha visto claro este nuevo PP, que ha tardado más de dos años en despertar. Cuanto más ensanche el PP esa base política y sociológica en el centro, más débiles serán las posibilidades de Vox, que menguará a costa del crecimiento del PP. Y Mañueco tiene mucho tiempo y ningún obstáculo para conquistar los votos perdidos con esas premisas.