Comienzo a escribir estas líneas, al tiempo que estoy viendo la comparecencia del consejero de Interior en funciones de la Generalidad Catalana, dando una versión "sui generis" del esperpento vivido ayer, y por cierto, retransmitido en vivo y en directo por los medios de comunicación y las redes sociales, de la presencia del prófugo de la Justicia Española, Carles Puigdemont en el centro de Barcelona, cumpliendo, a medias, la promesa hecha hace tiempo desde su residencia en Waterloo de que estaría en España y en el Parlamento Catalán en la sesión de investidura del candidato del PSC, Salvador Illa.
Y si he esperado hasta esta misma mañana para escribir es porque lo único seguro, hasta el momento, es que el prófugo, que no exiliado Puigdemont estuvo en España al menos desde el pasado martes, fecha en la que reconocen sus colaboradores cenó en Cataluña, y no lo hizo en la Moncloa porque el Presimiente Sánchez está disfrutando de sus vacaciones en Canarias, en uno de los palacios pertenecientes al Patrimonio Nacional, por supuesto pagado con nuestros impuestos. Hasta el momento no nos han revelado donde se oculta el prófugo aunque su expresión de "todavía estamos aquí" en su breve discurso en el mitin de ayer se presta a muy diversas interpretaciones.
Volviendo a la rueda de prensa de esta mañana, en la que tras el Consejero ha comparecido la cúpula de la Policía Catalana, hay que reconocer que han comenzado sus intervenciones confesando que la orden de detención del prófugo es una orden ilegal por cuanto los delitos por los que se le persigue han desaparecido tras la aprobación por el Congreso por la Ley de Amnistía, en una interpretación de la Ley de Amnistía que se atribuyen a sí mismos, como si la interpretación del derecho les correspondiera a ellos y no a los Tribunales y más concretamente en este caso al magistrado Pablo Llerena, del Tribunal Supremo.
Y si decía al comienzo que el prófugo cumplió a medias su promesa, es porque su compromiso era asistir a la sesión de investidura del candidato Illa, cosa que no hizo, pero que hizo pensar que incluso pernoctaría en el propio edificio del Parlamento Catalán para intentar entrar en el hemiciclo al inicio de la sesión. Por cierto también incumplió su promesa de abandonar la política si no era investido presidente. En todo lo demás hay que confesar que viene cumpliendo sus promesas, razón por la cual el Presimiente Sánchez se viene plegando a todas sus exigencias.
El análisis de todo lo ocurrido en Barcelona en la jornada de ayer no permite albergar ninguna duda sobre el conocimiento que las fuerzas de seguridad del Estado y de la propia Generalidad sobre el desarrollo previsto por los organizadores de la tan anunciada visita, y las instrucciones de los responsables de las mismas sobre la hoja de ruta del golpista catalán: Pedro Sánchez como responsable de las órdenes de Marlaska y Robles a la Policía Nacional, la Guardia Civil y hasta al CNI, de dejar el asunto en manos de los Mossos de Escuadra, y los hoy comparecientes tratando de justificar la lamentable actuación de los Mossos.
Por el contrario, los responsables sindicales de unos y otros cuerpos policiales niegan la mayor, y aseguran que se limitaron a cumplir las órdenes recibidas de sus superiores. De otro lado, las imágenes que hemos podido ver, inicialmente en las redes y después en las distintas cadenas televisivas, del prófugo paseando tranquilamente por las calles barcelonesas a la vista de todo el mundo cual si fuera un torero después de desorejar a un astado en la Monumental de Barcelona, para después reaparecer en unas instalaciones montadas en plena calle con la autorización del Ayuntamiento barcelonés, otro cómplice en la trama, ante unos miles de miembros y simpatizantes de Junts, para, en una intervención de 4 minutos, o arengar a sus seguidores y abandonar rápidamente el escenario de la mano de su abogado Gonzalo Boyé, cual si fuera una actuación de Houdini. A continuación subió, sí, efectivamente era él quien se introducía en un Honda blanco propiedad de un Mossos Escuadra, y acto seguido desaparecía. Y así llegamos al momento actual en el que desconocemos su paradero.
Parece fuera de toda duda que las distintas fuerzas de seguridad estaban al corriente de los pasos del prófugo golpista y que no intervinieron por órdenes de los políticos que las mandan, que si les queda un poco de decencia deberían dimitir. Ciertamente, durante la intervención en el mitin, la prudencia aconsejaba no intervenir porque aquello podía terminar en un conflicto de orden público de consecuencias imprevisibles, pero ningún experto niega que hubo oportunidad de proceder a su detención a lo largo de su paseo triunfal, o en el propio lugar en el mitin a su llegada o antes de su huida del mismo.
Y ahora resulta que en opinión del Consejero de Interior y de la Cúpula Policial, el comportamiento de Puigdemont no ha sido leal y esa ha sido la razón de su no detención. Al parecer lo "pactado" era que desde el escenario se iba a dirigir dando un paseo hasta la Ciudadela y al intentar entrar sería detenido por los Mossos o él mismo se entregaría a la Policía Autonómica, y se pondría punto final a este acto del vodevil, pero el maligno Boyé tenía otros planes para su cliente y amigo.
¿Y no será que en la reunión mantenida en secreto entre los representantes de Junts y el Gobierno de España se pactó todo esto? De un lado SuperSanchez se aseguraba la investidura de Illa, y de otro los golpistas quitaban interés a lo que acontecía en el hemiciclo para tomar relieve en lo que ocurría en la calle. Y es que no conviene cabrear en demasía al golpista, que sigue teniendo la llave del Gobierno Español a través de los siete votos que controla en el Congreso.
Y si para terminar repasamos los comentarios de la prensa de hoy, tanto a nivel nacional como internacional, coincidirá conmigo el lector de lo acertado del título de la columna de hoy cuando habló de humillación y ridículo. Y para muestra, ahí van unos cuantos titulares: ABC titula "Puigdemont vuelve a humillar al Estado con la complicidad del Gobierno", o "la penúltima humillación al Estado", u "hoy me avergüenzo de España", o "ridículo televisado en directo ",o "el Estado ausente", o "Puigdemont huyó en el vehículo de un mosso y a la vista de los agentes" o "el prófugo deja estupefacción en el Supremo y problemas legales a sus cómplices de huida", o "siete años de esperpento y la más humillante burla a España", o "Illa asume el proyecto y el programa de ERC", o Díaz Ayuso que dice que "todo es tan esperpéntico que si me dicen que Puigdemont durmió en Moncloa me lo creo", o " una crisis de excepcionalidad humillante para el Estado", o " un hombre escondido en el maletero", o " farsa catalana", u " otra astracanada política, poco más", o el artículo de Jorge Fernández Díaz "De Suárez y Tarradellas a Sánchez y Puigdemont", o "la vergüenza de un país" de Julián Cabrera, o el que Luis María Ansón titula "la policía de Puigdemont roza el esperpento", o La Razón, que en portada titula "Los Mossos y Marlaska fracasan y Puigdemont consigue huir", o Javier Ayuso que afirma que "Sánchez deja huir al delincuente Puigdemont para investir a Illa", o Tomàs Burós que titula "Populismo, Puigdemont y esperpento", o como titula el Español "Sánchez no hizo nada por detener a Puigdemont, la inhibición de Policía, Guardia Civil y Mossos alienta la tesis del pacto". Y así podríamos seguir...
En fin, Illa ha sido investido y mañana prometerá el cargo. Esperemos que su gobierno no sea como el inexistente Comité de expertos que creó como ministro de sanidad en la pandemia con el que engañó a todos los españoles y persiguió a Isabel Díaz Ayuso y su gestión sea más transparente que la de las mascarillas...
Pero seguro que de aquí al viernes que viene nos queda mucho de lo que hablar. Hasta la semana que viene.