Nos hemos juntado un grupo de padres del centro escolar donde acuden mis hijos y hemos decidido tomar medidas drásticas.

Queremos exigir al Ministerio que de inmediato restauren los exámenes de septiembre.

¿Por qué se quitaron? Por muchas vueltas que nosotros le demos, no lo entendemos.

Lo único que se nos ocurre es que los profesores, hartos de trabajar tanto (véase la ironía), se plantaron y dijeron que en septiembre se negaban a corregir también.

Pero, ¿no se dan cuenta del gran daño que eso produce en las familias? Están destruyendo unidades familiares por su cabezonería y flojera.

Antes, cuando las cosas iban mejor, los exámenes de septiembre eran una liberación para nosotros, los padres.

Podíamos tener a nuestros hijos tranquilos y ocupados varias horas al día, incluso castigados si necesitábamos más descanso. Que se enfadaban, no pasaba nada porque les decías “¡si hubieras estudiado, no estarías así!” Y se tenían que callar.

Pero ahora no podemos hacer nada. Pasan de curso o no. Si pasan y les ha quedado alguna, mala suerte. Pero no les vas a tener estudiando en verano, porque se plantarán y te dirán que el año que viene tienen un plan de recuperación que les va a hacer el profesor correspondiente y que les dejes en paz.

Si no pasan, como tienen que repetir, que les vas a poner ¿a repasar? No te hacen caso. Tienen excusa: el año que viene vuelven a ver toda la materia y ahora necesitan descansar y pensar en cómo mejorar su vida.

El problema es que su descanso es nuestra fatiga.

Todo el día encima suyo para que hagan algo, que se levanten a una hora decente, que hagan la cama o pongan la mesa, algo.

Total, si no tienen obligación ninguna en verano, ¿para qué van a madrugar? Y son tres meses.

Es que por no mandarles no les ponen ni los libros de vacaciones Santillana de toda la vida que nadie acababa pero que nos obligaban a hacer a todos un poquito a diario.

Esos iban bien también para los que habían aprobado todas, porque como lo había dicho el profesor y lo iba a recoger y corregir, no les quedaba otra.

Ahora es la anarquía total y absoluta.

Y es culpa de las nuevas leyes y de la gente que trabaja en el ministerio que o no tienen hijos o claro, tienen quien se los cuide. Pero los ciudadanos de a pie no podemos permitirnos esos lujos. Tenemos que lidiar con ellos estos tres meses.

Estamos por ir a encadenarnos al lado del ministerio cual Baronesa Thyssen y su ¡no a la tala, Gallardón!

Vamos a mirar precios de buses porque esta carta no va a llegar a destino, se quedará por el camino y no estamos dispuestos a seguir sufriendo.

Alguien tiene que hacer algo y tiene que ser ya.

El otro día el padre de Roberto perdió los nervios y se fue con una escopeta a la casa del concejal de educación de su pueblo. ¡Te mato le decía! ¡Nos has destrozado la vida!

Menos mal que vino su esposa y le dijo que se fuera a casa, que la escopeta no estaba cargada y, aunque lo estuviese, era de balines y con eso no mataba ni una mosca.

“Manolo, por dios, deja de hacer el ridículo y poner en evidencia a la familia” le dijo.

Como veis estamos desesperados y antes de que la cosa vaya a más hay que tomar medidas.

Creo que tengo el teléfono de la secretaria de la consejera de educación. ¡Mañana llamo sin falta!