Mientras en Venezuela el supuesto Tribunal Supremo nombrado por el dictador chavista da por buenos los resultados por el Comité Electoral Venezolano que proclamó ganador al podrido Maduro antes de finalizar el recuento, y que aún sigue sin hacer públicas las actas electorales, cosa que sí ha hecho la oposición demostrando un éxito rotundo de su candidato, confirma el supuesto triunfo del dictador bolivariano, victoria que hasta sus amigos de Chile y Colombia cuestionan, y el resto del mundo, con la excepción de Sumar y Podemos en España no dan validez a las elecciones, y los más optimistas quieren ver un cierto revuelo entre los propios seguidores de Maduro, dejaré por hoy el tema venezolano y voy a dedicar mis comentarios de hoy a un tema mucho más cercano.

Y de los temas que me gustaría hablar hoy, ambos están ligados a Valladolid: el primero, la comparecencia del exalcalde vallisoletano y Ministro de Transportes ante el Senado para explicar su desastrosa gestión, especialmente en materia ferroviaria, de la que seguro culpará a Franco, Aznar y Rajoy, pero que no puedo comentar por cuanto estoy escribiendo estas líneas coincidiendo con su comparecencia, y la otra, con la que título mis comentarios de hoy, que es hablar de la Feria y Fiestas vallisoletanas, habida cuenta que el próximo viernes se pronunciará el Pregón de las mismas desde el balcón de la Casa Consistorial.

Los más jóvenes pueden pensar que nuestras fiestas siempre se celebraron haciéndolas coincidir con la festividad de nuestra Patrona, la Virgen de San Lorenzo, y voy a intentar hacer un poco de historia de lo que han sido las fiestas en la capital del Pisuerga desde hace años:

Desde siempre las ferias vallisoletanas se celebraban a finales del mes de septiembre coincidiendo con San Mateo, en opinión de muchos para agradecer al Santo su intervención para controlar el incendio que el 21 de septiembre de 1.561, festividad del Santo Mateo, se inició en la actual calle de Platerías devorando más de cuatrocientas viviendas en el centro y se llevó por delante la vida de seis personas, número reducido de víctimas mortales para la voracidad del incendio lo que se atribuyó al Santo, y fue el Ayuntamiento vallisoletano quien en 1.959 decidió oficializar las fiestas de San Mateo, algo que se hizo realidad un año más tarde.

En mi opinión, las fiestas se celebraban a finales de septiembre porque por entonces, Valladolid era una provincia eminentemente agrícola, y era a finales de septiembre cuando los agricultores habían terminado la cosecha y venían a la capital a los toros y al teatro, y traían a los pequeños de la familia a disfrutar de los carruseles, que yo he conocido instalados sucesivamente en el Paseo de las Moreras, compartiendo espacio con una feria de ganado, y posteriormente en el año 1.969 se trasladaron a la Cañada de Puente Duero, y más tarde a los llamados Jardines de la Rubia, hasta que el Ayuntamiento decidió construir el actual recinto ferial en unos terrenos de la margen derecha del Pisuerga.

En aquella época, la Plaza Mayor era el escenario del desfile de carrozas y espectáculos de equilibristas, (aún recuerdo a los hermanos Bordini circulando en motos por los cables de acero instalados en la Plaza), y los reclamos sociales eran la elección de la reina y damas de las ferias, y la de la Reina de la Prensa que además organizaba bailes todas las tardes en la Pérgola del Campo Grande; también había espectáculos de guiñol, primero en los jardines del Poniente y después en el Auditorio del Campo Grande, donde asistíamos los más pequeños y animábamos al héroe del pequeño teatro al grito de “Chacolí, Chacolí,” para que rescatara a la princesa. Los jóvenes acudían a ver los espectáculos de “revistas” que actuaban en el llorado Teatro Pradera, donde habitualmente actuaba la compañía de  Zori, Santos y Codeso.

La plaza de toros era uno de mis recintos preferidos, donde todavía con pantalón corto, ocasionalmente acompañaba a mi padre que era buen aficionado, afición que me inculcó, cosa que yo hago ahora con los míos.

En la década de los 80 se inició la Feria del Folclore y la Gastronomía, que arrancó en 1.982 con cinco casetas que se instalaron en el Poniente y dos años más tarde se trasladaron al Paseo Central del Campo Grande, y posteriormente a la Rubia. En aquellos años comenzaron los conciertos en la plaza Mayor y comenzaron a constituirse las primeras peñas de ferias que llegaron a unirse en una Coordinadora de Peñas en 1.994 y que hoy celebran el Desfile de Peñas y una concentración en la que habitualmente intentan batir algún “Récord Guinness”.

Cuando accedí por primera vez a la alcaldía, el presidente de la asociación provincial de hostelería me visitó para pedirme que prohibiera la Feria del Folclore y la Gastronomía que organizaban las casas regionales, algo que ellos consideraban competencia desleal, algo que no hicimos, si bien prohibimos que en las casetas regionales se sirvieran productos que no procedieran de la provincia o región que titulaba la caseta, algo que aceptó su eterno Presidente, mi querido amigo José Luis Bellido.

Al mismo tiempo, le pedí al bueno de Fernando Pérez, presidente de los hosteleros que presentara una alternativa, y al llegar a mis oídos que en Málaga tenía gran éxito la Feria de Día, envíe una “embajada espía” a la capital malagueña, misión que capitanearon Alberto Gutiérrez, concejal de cultura y Fernando Pérez, presidente de los hosteleros, e inmediatamente la pusimos en marcha entre las dos Instituciones y sacamos la hostelería a la calle, sin cobrar tasa alguna, pero exigiendo un mínimo de calidad a las casetas, que debían estar próximas a los locales de los que dependían, y con una consumición mínima cuyo precio tenía que aprobar el Ayuntamiento.

La iniciativa fue un éxito, que fue repetido en un montón de ciudades después de venir a Valladolid. De esta forma, las fiestas, que hasta entonces se reducían a toros, teatro, revistas y carruseles, comenzó a vivirse popularmente en toda la ciudad. La Party Dance, primero, y el Valladolid Latino hicieron el resto.

Y para concluir, me referiré a la arriesgada decisión de cambiar las fechas desde San Mateo, 21 de septiembre, a la semana del 8 del mismo mes, festividad de la Virgen de San Lorenzo, Patrona de la ciudad. Todo comenzó en la inauguración de la Feria del Folclore y la Gastronomía, cuando al izar la bandera de Navarra, pues era su día, en un día lluvioso y con rachas de viento, se nos voló la bandera, y la presidenta de la Casa de Navarra me preguntó: “ Alcalde, por qué os empeñáis en celebrar las fiestas en San Mateo que no es el patrón de la ciudad y siempre llueve y hace frío…” y tengo que confesar que esa pregunta y la suspensión de la corrida de toros por la lluvia, me llevó a comentar en una tertulia taurina de la única televisión local, que me estaba pensando estudiar el cambio de las Fiestas a la semana de la Virgen. Recuerdo que al día siguiente, quien fuera un buen alcalde y amigo, Tomàs Rodríguez Bolaños me dijo que me había oído aquella reflexión y me dijo que si seguía adelante, él, que era entonces el jefe de la oposición municipal me apoyaría.

Y dicho y hecho: consulté con los meteorólogos la temperatura y las lluvias en los últimos 15 años en ambas semanas y la diferencia era abismal. Escribí unas 250 cartas a las asociaciones de todo tipo inscritas en el Ayuntamiento planteándolas el cambio, y contestaron 127, todas a favor, salvo tres: los estudiantes de Alternativa Universitaria, porque coincidían con los exámenes de septiembre, la asociación de feriantes, por coincidir con las fiestas de Palencia y Medina del Campo, y una Peña Taurina. A la vista de la respuesta lo llevamos al Pleno y se aprobó sin problema. Y ahí estamos.

Sin duda una decisión arriesgada que bien motivada y explicada fue aprobada por la mayoría de los ciudadanos y que modestamente creo que fue una de las decisiones más acertadas de mis veinte años de alcalde.

Y el viernes que viene, empiezan las Fiestas. Hasta entonces.