España, constitucionalmente, se conforma como un Estado de Autonomías, que se vendió al ciudadano como la fórmula de acercar la solución al problema, la administración al que la precisa.

Atendiendo esa configuración, cuando surgió VOX proponiendo el fin de las autonomías, la paulatina recuperación de las competencias por parte del Estado, de forma inmediata surgió la siniestra afirmando que eran contraconstitucionales, obviando que ellos proponen el federalismo asimétrico que tampoco es admisible en la Constitución y nadie les ha considerado de inconstitucionales. Así, no sorprende que ahora hablen de organizar el Estado Federal comenzando con las cesiones a la Comunidad Catalana para mantenerse en el gobierno, sin plantear una modificación constitucional, pues el Federalismo no se prevé en la Constitución que se declara manifiestamente autonomista, es decir, pretenden, por los hechos, eliminar, una vez más, la voluntad popular, ¿Hasta cuándo?

El PP ha tenido un período de corrupción en su gobierno y, nuevamente, la izquierda clama contra el partido corrupto, pero olvidan que ellos con González no sólo tuvieron la corrupción como causa de su rechazo popular, sino que además son el único partido político que desde antes de la guerra civil hasta el presente, además, tiene las manos manchadas de sangre (con el asesinato de Calvo Sotelo, entre otras, y los GAL, no digamos de corrupción) y nadie les considera ni de asesinos, ni de partido corrupto.

Hemos clamado contra las puertas giratorias, el nepotismo, la corrupción y el engaño en política, y este gobierno, no sólo hacen girar las puertas, sino que colonizan las instituciones de control, usan la Moncloa como oficina de la esposa del presidente y colocan a su hermano en una diputación para tributar en Portugal, sino que la corrupción se ha sistemizado como pocas veces en la historia política moderna y … ¡no pasa nada!

Una democracia, un Estado de derecho, se caracteriza por la división de poderes y básicamente por un Poder Judicial independiente, fuerte, libre de toda posible injerencia, pues cada vez que se limita, reduce o se pretende controlar esa facultad de control que sólo el Poder Judicial puede tener, no solo en los conflictos interciudadanos, sino de estos con el Poder, sea este el que sea, se está imponiendo la arbitrariedad, el sectarismo, el totalitarismo y el respeto a los ciudadanos, de forma que cada vez que un político, un gobernante, sea el que sea, habla de prevaricación judicial, está destruyendo el pilar más importante de la estructura social democrática y de derecho.

Como abogado critico, comparto, recurro, me alegra y me entristece la labor de los jueces, a los que lo único que les pido es que nos dejen hacer nuestro trabajo con respeto; pero, las decisiones, me gusten o no, sólo puedo acatarlas, recurrirlas y criticarlas sin intentar destruir ni al juez, ni a su labor.

Si encuentro un juez corrupto, que los hay, pues en todo grupo humano existen buenos y malos, listos y tontos, moralmente indestructibles y corruptos a la primera, acudiré a los Tribunales, ejercitaré la acción penal e intentaré que un garbanzo no pueda destruir el cocido en el que creo, con mis dudas, críticas y pesares, pero sigo creyendo.

Lo que están haciendo los políticos en España con el Poder Judicial no sólo causa vergüenza, da miedo y produce turbación, pues sólo es el síntoma de una enfermedad que venimos denunciando desde hace tiempo: la paupérrima calidad de nuestra democracia y la deriva descarada hacia regímenes totalitarios, revestidos de una imagen de libertad por la votación de cada cierto tiempo que, incluso, puede ser objeto de manipulación.

No se trata de Podemos, ni de Vox, ni de Alvise, que también nos han traicionado, sino de la creciente exigencia ciudadana de regeneración, transparencia, control y democracia real, así como que la política y los políticos se basen en la coherencia, el respeto, el servicio a los ciudadanos y la verdad retirando de la vida pública al mendaz, al incoherente, al que pretenda imponer su voluntad, al que se sirve, pero no sirve, pues si no abordamos esa transformación no sólo somos cómplices de todo ello, sino que colaboramos en la pérdida de la libertad que tanto nos gusta y que, por más que dijera Galván, que nos costó conquistar, lo cierto es que si no es por la muerte del dictador, aún seguiríamos igual, pues ahora nos la roban y callamos como muertos, en lugar de luchar como hace el pueblo venezolano.