He dado mi opinión en más de una ocasión acerca del grave y serio problema que tiene España en relación con la tasa de natalidad, que recuerdo de nuevo aquí, es la más baja del mundo después de la de Corea del Sur. El año pasado fue el año en que menos niños nacieron en nuestro país desde que hay registros. Charlando con unos buenos amigos, comentaban que un conocido suyo había sido padre por primera vez con 50 años.
Sabemos que hay diferentes razones para que en nuestro país haya descendido la tasa de natalidad hasta situarla en 1,19 hijos por mujer o en 7 hijos por cada 1000 habitantes. En África, son 45 en países como Níger. Claramente, hay una razón que se impone sobre las demás: las circunstancias económicas, como los bajos sueldos, el desempleo y el alto precio de la vivienda.
Muy tarde
Recientemente, el Consejo de la Juventud de España emitió un informe en el que se constata cómo la emancipación de los jóvenes se ha retrasado de forma clamorosa, situándose en una media de 30 años, y solo 3 de cada 10 jóvenes abandona el hogar familiar cuando tiene un empleo.
El precio de la vivienda es superior al salario medio de los jóvenes, y los gastos de mantenimiento de la misma también se han incrementado de manera muy importante. Los jóvenes no pueden irse de la casa familiar si no es compartiendo los gastos con otros.
El precio del alquiler se ha incrementado, pero aún más el de la adquisición de una vivienda. Los jóvenes no pueden ahorrar para tener el presupuesto necesario para dar la entrada de una compra.
El precio medio de la vivienda se sitúa cerca de 190.000 euros. Es absolutamente imposible para alguien con un salario medio que ronda los 1.000 euros comprar, y también lo es alquilar, ya que el importe del alquiler medio ronda precisamente esta cifra.
Nuestros datos de emancipación en España son peores que hace unos años y también peores en relación con Europa. Hace unos años, los jóvenes se podían emancipar antes y, en el resto de países de nuestro entorno, la emancipación se produce a edades más tempranas.
Mientras que en los países europeos la edad media es de 26 años, en España es de 30, es decir, cuando ya se ha superado lo que los expertos consideran la juventud.
Tener unos medios mínimos
Con esta situación, ¿cómo van a pensar los jóvenes en tener hijos? Es prácticamente imposible que si ni siquiera puedes emanciparte, te plantees tener un hijo. Entre otras cosas, porque tampoco las ayudas a la conciliación de la vida familiar y profesional son suficientes como para ayudar a tomar la decisión.
Hace unos días, un amigo con el que hacía tiempo que no hablaba, y que vive en un pueblo de Segovia, me decía que se tenía que marchar a Madrid con su mujer para cuidar de sus nietos al comienzo del colegio.
Esto nos da una medida de cómo están las ayudas para poder conciliar familia y trabajo. Algunos abuelos se han convertido en la ayuda imprescindible para poder tener hijos.
Sinceramente, creo que la situación en España en cuanto a la población se refiere es realmente preocupante. Los expertos apuntan que, para que la población se mantenga, se precisa al menos una tasa de 2,1 hijos por mujer.
Estamos lejos de alcanzar estas cifras, y las medidas que se adoptan están muy lejos de darle la vuelta a esta situación.
Y la guinda del pastel la vemos cuando resulta que las pensiones medias que perciben los mayores superan de manera amplia los salarios medios de los jóvenes.
Apoyo a la natalidad
El problema surge cuando las prioridades de un país no se fijan en relación con la prosperidad y el futuro del mismo, sino cuando los criterios se rigen simple y llanamente por el interés electoral.
La prioridad debería ser mejorar la tasa de natalidad y, para ello, hay que facilitar el acceso a la vivienda de manera real, no con leyes que son pura propaganda y que no abaratan los alquileres para los jóvenes ni tampoco los precios de adquisición.
Por otra parte, se debe mejorar los salarios de los jóvenes, incentivando su contratación y apoyando a los empresarios para que puedan pagar mejores salarios.
Ahora bien, todo esto requiere una política global de apoyo a la natalidad, que actualmente no tenemos y, como ya he señalado en otras ocasiones, no parece que a nadie le interese demasiado.
Las políticas de largo recorrido cada vez interesan menos.