Según la última encuesta del CIS, el tema o problema de la inmigración se ha convertido en la primera preocupación de nuestro país.

Pues bien, habría que leer el libro de Hein de Haas, recientemente publicado por editorial Península y titulado “Los mitos de la Inmigración. 22 falsos mantras sobre una el tema que más nos divide”.

Para comprobar como sobre esta cuestión existen una serie de mitos fomentados por los políticos y a su vez los medios de comunicación, para darnos cuenta que no es así lo que parece, ya que, como señala dicho autor, no son ciertas muchas afirmaciones que se dan por inamovibles.

Por ejemplo, el de que la migración aumenta a medida que los países pobres se hacen más ricos o que el desarrollo conduce a más migración y no a menos, ya que como señala dicho autor, el desarrollo conduce a un aumento de las capacidades y aspiraciones de los posibles inmigrantes.

Esto es, se da la paradoja de que la inmigración aumenta a medida que los países pobres se vuelven más ricos, ya que aunque el desarrollo, inevitablemente, aleja a la gente de las zonas rurales de forma que el crecimiento económico, la educación y un cambio estructural de la mano de obra que abandona la agricultura en favor del sector urbano, son elementos que, en conjunto.

Llevan a un aumento de la migración desde lo rural a lo urbano, la gente en su mayoría, se desplaza dentro de su propio país (aproximadamente el 80% de todos los migrantes del mundo son migrantes interiores).

Es lo cierto que a medida que las sociedades se vuelven más prósperas y pasan a la categoría de ingresos medios, cada vez más personas pueden permitirse trasladarse al extranjero, bien directamente desde el campo.

O usando la migración interior a las ciudades como trampolín para emigrar a otros países, ya que la mayoría de los migrantes carecen de los recursos para desplazarse a destinos lejanos, por lo general solo al alcance de las personas más prósperas.

Por ello la mayoría de los emigrantes de países de ingresos bajos se desplazan a países de ingresos medios dentro de su propia región. Aun así, a medida que los países se vuelven más prósperos, cada vez más personas dispondrán del dinero, los títulos académicos y los conocimientos necesarios para emigrar a destinos más lejanos.

Y, sobre todo, como cuestión esencial, el citado Hein de Haas afirma que “las evidencias muestran que la creencia de que el desarrollo de los países de origen es la manera más eficaz de abordar las causas profundas de la migración se basa en ideas erróneas sobre cuales son, en realidad, esas causas profundas.

De hecho, lo que sucede es todo lo contrario: el desarrollo en los países de ingresos bajos conduce a más migración, no a menos.

A medida que la pobreza disminuye y los niveles de ingresos y de educación aumentan, la emigración aumenta porque, simultáneamente, se produce un aumento de las aspiraciones y las capacidades de la gente para migrar … una vez que el país alcanza el estatus de ingresos elevados, las aspiraciones de trasladarse al extranjero decrecen, porque más personas pueden materializar sus aspiraciones vitales en su país de origen”.

Incluso, puede decirse también que existe un riesgo de utilización política mediante un relato catastrofista para modificar y alterar la realidad en beneficio de esos objetivos políticos, generalmente atribuidos a la extrema derecha, cuando, como advierte Najat El Hachmi, también es de izquierda, al ser este pensamiento mitificado por ambas posturas de una forma hipócrita.

En conclusión, como también destaca Rosa Montero, si “ellos” nos parecen diferentes y de hecho lo son, “nosotros” somos “los ellos” para los migrantes. Un mutuo entendimiento es tan oportuno como necesario. Y, sobre todo, según todos los estudios, la concesión de la ciudadanía es la mejor política de integración, ya que, de contrario, la exclusión es la peor solución.