Llegó el otoño y parece que de forma reglamentaria, lo que pronostica que el invierno será complicado. Las ciudades se han vuelto a llenar de habitantes y la España vaciada se queda abandonada a su suerte.

La cesta de la compra se ha duplicado de valor en un año, el gasto semanal ya es el doble con productos de menor calidad o cantidad. Malos tiempos para la obesidad. La incertidumbre hunde la inversión extranjera en España hasta el nivel más bajo desde la pandemia.

Un coche que hace muy poco valía catorce mil euros o menos, ahora no baja de veinte mil. Esa es la verdadera inflación. Mientras se nos lanza el mensaje que si no cambiamos de coche somos delincuentes. Como los propietarios de inmuebles que arriesgan su patrimonio y parece que cada vez tienen menos derechos.

Los que siguen llegando a nuestras costas de forma ilegal, lo siguen haciendo con la batería del móvil cargada después de largas travesías, grabando su llegada y enviando mensajes a sus desconocidas familias. Parece cada día más que esta sociedad no es la nuestra, no es ya en la que nacimos y aprendimos a trabajar.

Los ciudadanos parece que carecen cada día más de verdaderos referentes. El hedonismo, el consumismo, la permisidad y el relativismo van sumando puntos.

El mundo sigue enfrascado en la escala de violencia y sus guerras en las que parece que todos quieren tener razón en la sinrazón. En el Parlamento Europeo cuando se presenta un argumento razonable como no ayudar a Ucrania a prolongar el conflicto se apaga el micrófono al ponente. Parece que el diálogo sobra.

Se empieza a cuestionar si los coches eléctricos son buenos para la salud ya que el ir sentado encima de un campo electromagnético no parece que sea así. La industria del automóvil empieza a despedir empleados visto el fracaso en las ventas y la rapidez en que evoluciona la tecnología para ponerse al día en este sector.

Políticas verdes fanáticas, escasa innovación, piedras en las ruedas al que emprende, regulaciones inaceptables a todos los niveles están haciendo que la UE este cayendo en lo más hondo del pozo de la irrelevancia, mientras se sigue destruyendo su cultura y sociedad.

Se empieza comiendo un bocadillo de pescado crudo con pepinillos y acabas yendo en bici lloviendo, mochila a la espalda a trabajar para volver a casa todavía más cansado. Todo muy ecoeficiente y sostenible menos tus piernas.

El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha anulado las zonas de bajas emisiones de la capital. De momento como la justicia es lenta se seguirá aplicando la normativa anulada para buen ejemplo de la ciudadanía.

Parece que cuando se soluciona un problema aparece otro. Vivimos sin descanso, al final sólo parece que nos queda apartarnos y vivir en otra realidad virtual pero tampoco nos dejan.