Después de dedicar mis últimos comentarios a temas locales, hoy doy un salto y dedicaré mi columna a un tema de la política nacional que en mi opinión es de la máxima importancia, aunque no ha sido suficientemente valorada entre la ciudadanía que no parece consciente de lo que en esta materia viene haciendo el Presimiente Sánchez desde su acceso a la Moncloa.

Dicen los estudiosos del tema que debe entenderse por política de Estado “el conjunto de acciones que forman parte de las estrategias de un país. Son políticas que no varían a pesar del color partidista ideológico de cada gobierno”. Y efectivamente así ha venido ocurriendo en España desde el advenimiento de la democracia, en cuyo gobierno se han sucedido la UCD, el PSOE y el Partido Popular hasta la llegada a la presidencia del gobierno del Presimiente Sánchez.

Habitualmente se incluye entre los temas de estado los referentes a la política exterior, la defensa nacional, la justicia y la seguridad nacional, temas que habitualmente se negociaban entre el Gobierno y el principal partido de la oposición. Pues bien, en España desde la llegada del sanchismo al poder, se acabó la política de estado, y me atrevería a decir que hasta la política del partido socialista que fue sustituida por la política sanchista, es decir, la voluntad del Presimiente.

Tradicionalmente, el primer viaje de los diferentes presidentes del gobierno era a nuestros vecinos del sur para visitar al Rey de Marruecos. Pues bien, fue Pedro Sánchez el primero en romper con esta costumbre, lo cual no fue bien recibido por el monarca alauita. Ciertamente, la política exterior es competencia directa del presidente del Gobierno y por delegación, del ministro de asuntos exteriores, y por razones obvias no son recomendables los volantazos en estos temas que deben consultarse con la oposición y por supuesto con los miembros del propio gobierno.

Y fue precisamente su cambio de postura respecto del Sáhara, rectificando en 180 grados la postura mantenida por todos los gobiernos españoles desde la recuperación de la democracia, renunciando a su condición de administrador de aquel territorio y entregándoselo sin explicación alguna al monarca marroquí. Bien es verdad que esta decisión se ligó por los politólogos al espionaje al que fueron sometidos los teléfonos del presidente y de los ministros de Defensa y de Interior, e incluso para muchos, con los negocios en África de la esposa del Presimiente.

Tampoco estuvo muy clara la postura del Gobierno español con la agresión rusa a Ucrania, especialmente complicada por la distinta postura de los dos partidos en el gobierno. Afortunadamente al final el criterio de la ministra Robles se impuso al de los ministros podemitas.

Si volvemos de nuevo al continente africano y analizamos el conflicto en el Oriente Medio, nuevamente el Gobierno condenó sin reservas el “genocidio israelí” como si no hubiera sido un conflicto provocado por el previo brutal atentado de los terroristas de Hamás, invadiendo el territorio israelí asesinando, torturando y secuestrando a ciudadanos israelíes que vivían pacíficamente en su territorio. Al menos, los terroristas musulmanes de Hamás le agradecieron públicamente su apoyo, aunque su excursión por los países europeos buscando apoyo a su postura fue un auténtico fracaso. No obstante, terminó reconociendo el Estado Palestino sin esperar una postura unánime de los países de la Unión Europea, o el respaldo del Parlamento español.

Un nuevo conflicto diplomático se generó con Argentina cuando Milei venció en las elecciones de aquel país, y el ministro Puente comentó unas declaraciones del presidente electo bajo el efecto de no se sabe qué substancias. La respuesta del presidente argentino aludiendo a la situación de la esposa de Sánchez provocó la llamada a consultas del embajador español.

Y el penúltimo, es el conflicto con México. López Obrador exigió en su toma de posesión que el Rey de España escribiera una carta a los mexicanos pidiendo perdón por los abusos cometidos por los españoles en la conquista de México, algo que ha ratificado la presidenta electa vetando la presencia del Rey Felipe en su toma de posesión demostrando una ignorancia supina sobre la historia de su propio país, a lo que por una vez el Gobierno Español ha respondido de forma correcta aunque incompleta, sin llamar a consultas al embajador, cosa que como veíamos antes sí hizo cuando la agraviada fue la esposa del Presimiente.

Es decir, para SuperSanchez es más importante que critiquen a su mujer que al propio jefe del Estado. Y como ha señalado el presidente Aznar, los apellidos del presidente saliente no son precisamente de origen azteca o maya, es decir, que los invasores españoles no eran mis antepasados sino los suyos. Y por cierto fue una reina española la que reconoció los derechos de los indios y la que fundó muchas universidades que han llegado hasta nuestros días.

Y la guinda final ha sido la postura del Presimiente ante el resultado de las pseudo elecciones venezolanas. Tardó en reclamar las actas electorales y a fecha de hoy sigue sin reconocer a Edmundo González como presidente electo, argumentando, ahora sí, que debe ser acuerdo europeo y no español. Vamos que lo que vale para Gaza, no vale para Venezuela. Por fin ayer, Estados Unidos y la Unión Europea han reconocido el triunfo de González.

Y lo que aún está por aclarar es todo lo ocurrido en la embajada española, las amenazas y coacciones al vencedor de las elecciones advirtiendo que la alternativa a su negativa a reconocer a Maduro como ganador era la cárcel ¿Qué papel jugó el embajador español? Y lo que es más importante, ¿qué papel jugó Rodríguez Zapatero en este turbio asunto? ¿Por qué ha permanecido escondido y callado en prácticamente dos meses? ¿Quién le encomendó actuar de mediador? ¿Qué negocios le mueven a viajar a Venezuela con tanta frecuencia? ¿Y qué negocios tienen allí las hijas de Zapatero? ¿Y de paso, sabrá él que guardaban las célebres maletas de Delcy en Barajas? ¿O nos lo terminará contando Ábalos?

En fin, menos mal que vivimos en el mejor momento de los ferrocarriles españoles que si no…las dos horas que ayer pasó un amigo mío en un Ave detenido en un descampado habrían sido cuatro.

Así que lo dejo por hoy. Hasta la semana que viene.