Vivimos en una sociedad tremendamente bochornosa y disparatada. La ignorancia que siempre trae pareja la falta de valores y la mentira campan sin control. El sentido común queda limitado a las chanclas y al chándal. Las charos ya no tienen cultura ni vergüenza para ser madres educadoras.

Es triste ver terrazas de baretos delante de los colegios en las que mal aparcan los todoterrenos y pasan toda la mañana hablando para recoger los infantes a medio día, sin haberles hecho la comida.

Acervezadas y fumadas los llevan a la pizzería o hamburguesería. Mientras el marido que trabaje y se coma un táper. Así las cosas no podemos cambiar la sociedad.

La cultura del trabajo y el esfuerzo decae. La pobreza se expande sin freno en España. Hay más de cuatrocientas mil personas más en exclusión social que hace un año. Fomentando la cultura de la paguita mal andamos.

Nos podemos preguntar que la evolución de la jornada laboral ha ido evolucionando menos que los avances tecnológicos y los consiguientes aumentos de productividad. Puede que sea así pero a la vez hay que trabajar lo que toca porque todo evoluciona y va más deprisa.

La imposición brusca de jornadas laborales más cortas, o la semana de cuatro días, con el mismo salario podría llevar a la ruina a muchas empresas en distintos sectores. España lleva más de dos décadas con la productividad estancada.

Tenemos más de 55.000 empresas menos que en 2018 y con salarios reales de miseria. La única aspiración de los jóvenes es poderse pagar una ratonera de alquiler para poder vivir.

Los que no trabajan parece que tienen que decidir que hacer con todo lo que produce. La agricultura y la ganadería están todo el día en el punto de mira. La España vaciada está en la más absoluta indefensión. Cada día hay más lobos y cada día se le defiende más. Muchos ataques se silencian incluso a las personas.

El lobo ante tanto vacío se envalentona y reproduce cada día más. Cada día más cerca de las poblaciones. El ataque a nuestro campo es hambre en un futuro cercano.

La cara de Zelenski al escuchar que Trump tiene muy buena relación con Putín es de meditar. Trump como muchos siempre han considerado que la guerra de Ucrania ha sido un gran disparate que estamos pagando todos.

No se puede vender un país a las multinacionales y enviar a cientos de hombres a la muerte. La guerra no debía de haber empezado, es una guerra inútil.

Después del eslogan de que los pisos se han encarecido, cuando lo que pasa es que se ha devaluado la moneda y los salarios. Nos inventamos que los pisos vacíos son delito. Que no podemos hacer lo que queramos con nuestro dinero y propiedades.

Todo para nota. Delincuente es el que trabaja. Si la clase política pagara lo que cuesta la inmigración ilegal de sus sueldos se acababa el problema en unos pocos días.

Los pijoprogres van camino de tenerse que lavar su ropa y recoger el polvo. Muchas familias dan de baja a sus empleadas del hogar tras dispararse el coste de contratarlas.

La subida del salario mínimo y la escalada de las cotizaciones está provocando una sangría en este sector que va cayendo a mínimos. Los peores son los que las tienen por necesidad para poder ir a trabajar. La natalidad una vez más se verá golpeada sin asistentas del hogar poco se podrá hacer.

Hemos dejado que una clase social con cerebros de niños de cinco años se atrevan a analizar la realidad política como si fueran sumos sacerdotes iluminados. Saben de cine, de cocina, de desnudarse o actuar, de dar patadas a un balón o a los pedales pero al final no saben de nada y carecen de vergüenza, como un día sí y otro también los cazan por evasiones fiscales, delitos sexuales o cualquier baladronada.

Los que nos educaron en la época del por favor, de los buenos días y las buenas tardes, hasta luego y gracias. En la época de respetar a las personas por lo que son y no por lo que tienen. Aprendimos mucho del sentido común, la educación y la urbanidad. Valores que no traen nunca miseria.