En unos días celebraremos el 12 de octubre, la Fiesta Nacional y de la Hispanidad, el día en que, en 1492, se considera el descubrimiento, la unión, de dos continentes: América y Europa.

Un día de confraternización y de orgullo, tanto de españoles como de hispanoamericanos que conformamos un sentimiento, historia, presente y futuro común, pues desde que llegamos a esas tierras construimos un mestizaje que llega hasta nuestros días.

Un mestizaje con un entremezclado de culturas, signos, sentimientos, lengua y fusión entre ambos que nos hizo grandes, que ahora debe de ser el motor de la construcción democrática en ambos lados del océano y con los que crear un puente entre los continentes con puntos de unión de uno y otro lado en nuestro pasado común.

Sin negar barbaridades en la llegada de los españoles, tampoco se puede negar que con ellos llegó la cultura, la universidad, las iglesias, los hospitales, las escuelas, la construcción de un Estado en el que se respetó al indígena, se generó el Derecho de Indias y la igualdad que dio el nacimiento de los Derechos Fundamentales.

Con legislaciones en defensa del indígena, creación de estructuras de protección que nacen en los territorios descubiertos por los españoles y que no se desarrollaron en ningún otro movimiento descubridor o colonizador del mundo y que comenzó su florecer tras la creación, impulso y desarrollo que España realizó en América.

Hoy, algunos dirigentes, en ambos lados, hablan de pedir perdón, pero desconocen, ocultan o tergiversan una realidad histórica pertinaz, tozuda y visible de unión de culturas que nadie supo hacer como los Españoles y que sirvió de pacificación entre los pueblos indígenas.

También de construcción dentro de la cultura del momento en que se produce un florecimiento cultural, social, político y económico que no se hubiera producido de otro modo manteniendo a los pueblos indígenas en la autodestrucción mutua.

Ahora, hemos de reconocer que no estamos teniendo la altura que en su día alcanzamos, pues somos deudores de un modelo de inmigración privilegiado para nuestros hermanos americanos, una forma de trato que se presentase ante el mundo como un modelo de acción con los que conformamos la Hispanidad.

En lo económico, en lo social y, sobre todo, en lo político como defensores a ultranza y sin matices de las democracias, de la reprobación sin fisuras de los dictadores y regímenes comunistas o fascistas que en esas tierras o aquí se pretenden desarrollar.

Ese sentimiento de pueblos hermanos debe de tener un reflejo en nuestros modos de actuar, en nuestros modos de defender los intereses de esas hermandades, en el trato diario.

En la política nacional e internacional que debemos de coordinar y desarrollar juntos en un crisol de culturas con un nexo común en el idioma, en las creencias, en el modelo de actuación y en el Estado democrático.

Aquí, en España, en un momento en que se pone en cuestión el Poder Judicial por el Gobierno, que nuestro presidente está dispuesto a gobernar sin el legislativo, en el que la putrefacción de la política y la corrupción nos vuelve a destrozar la pituitaria, y el Gobierno se limita a decir que son bulos y seguir en la ponzoña.

A criticar a los que juzgan sus acciones para denominarlos prevaricadores, para seguir en la pecina y continuar encamados con los asesinos, con los que buscan romper el Estado, con tal de seguir en el poder, los que creen en la democracia de derechas y de izquierdas siguen sin dar un paso al frente.

Los de derechas, que afirman sin rubor defender España, son unos canallas que se pelean entre sí demostrando que son lo mismo que critican, sólo buscan su sillón.

Aquel que -diestro o siniestro- no se siente con el antagonista, concierte un mínimo común denominador en defensa del Estado de Derecho, de la División de poderes, del Control al poder, sea este el que sea, y la unidad indisoluble de la Nación, que no se presente como defensor de nada que no sea su poltrona.

No hablamos de ideologías, ni de posiciones políticas liberales, conservadoras o de izquierdas, sino de la defensa de los mínimos marcos en los que queremos desarrollar el futuro de la sociedad en libertad, democracia y respeto.

En esto, el que no está en esos mínimos está contra ellos y debe de ser denunciado por estafador, falsario, manipulador y corrupto, sea el Dr. Pedro, D. Alberto, D. Santiago, o el portero de la finca de al lado.

Con estas premisas, ¡viva España!, ¡vivan los pueblos hispanos!, ¡viva la democracia, la libertad y el Estado de derecho en uno y otro lado del Atlántico!, ¡viva la Hispanidad!