Si deseas tener un hijo y no encuentras la pareja perfecta, no desesperes. Ni se te ocurra ennoviarte con uno de los pares sueltos que quedan en la discoteca a las seis de la mañana de un sábado solo porque el reloj biológico te achuche o tus ganas de ser padre sean muy grandes.
Gracias a Dios, nuestro país está a la última en avances sociales y ¡tenemos la coparentalidad!
Este fenómeno se produce cuando dos personas entre las que no existe ninguna relación sentimental deciden tener un hijo y criarlo en común.
Tampoco es algo tan novedoso puesto que cuando una pareja se separa siguen compartiendo la custodia de sus hijos sin tener una relación sentimental. Incluso cuando alguno de los progenitores ha fallecido, otro miembro de la familia puede hacer las veces del referente ausente.
No nos llevemos aún las manos a la cabeza antes de analizar los pros y los contras de la cocrianza.
Como ventajas tenemos varias:
-Abre las puertas a mujeres y hombres solteros para poder tener la descendencia deseada.
-Puede ayudar a una pareja gay a tener descendencia junto con una mujer soltera que también lo desee. El retoño tendrá así, dos padres y una madre.
-También es una buena opción para que un hombre gay y una mujer lesbiana tengan descendencia, o incluso si dos parejas una de dos hombres y otra de dos mujeres deciden tener un hijo en común y compartir responsabilidades.
Por otro lado, saldrán las voces más conservadoras con la vara de medir diciendo que es una aberración, que es algo contra natura o cualquiera de las frases que se suelen usar en estos casos.
Además, los padres biológicos son los tutores legales, y tendrán que tomar decisiones importantes en la vida de esos niños, los otros progenitores, los llamados “padres sociales” se quedan fuera en las decisiones importantes de los pequeños a nivel legal.
Está claro que es algo que no había sucedido hasta ahora pero que puede tener cabida en nuestra sociedad.
La fecundación in vitro o la donación de esperma fueron muy criticadas en su momento, aunque hoy en día están más que normalizadas en parejas que, por diferentes casuísticas, no pueden tener hijos de forma natural.
Hay más métodos que se utilizan para poder ser padres, por ejemplo, los vientres de alquiler, que aun estando prohibidos en nuestro país, las personas con recursos económicos altos recurren a esta posibilidad en otros países.
Si lo confrontamos con el método anterior, en la coparentalidad los padres se conocen, tienen un vínculo entre ellos, pueden o no vivir juntos, pero se van a desvivir para procurar lo mejor a los nuevos miembros de esa “familia atípica”.
También es un proceso para todos los públicos, hablando desde el punto de vista económico. No supondría ese gran desembolso económico que conlleva la gestación subrogada y las miles de gestiones burocráticas y procesos judiciales o legales.
La coparentalidad, que ya arrasa en los países más progres de Europa, ha llegado para quedarse.
De hecho, los pícaros que ven rápido donde puede haber negocio, ya han creado sus propias webs y aplicaciones donde se propicia que personas diferentes que buscan un fin común se conozcan, establezcan un vínculo amistoso y acaben siendo padres.
Estas apps desvirtúan el sistema de la coparentalidad al no crearse esa amistad o confianza mutua entre las personas que criarán al hijo juntas de forma natural, pudiendo generar problemas futuros.
En la mano de cada uno está valorar de forma positiva o negativa la cocrianza.
Antes de hacerlo recuerda estas palabras que nacen de un proverbio indio:
“Antes de juzgar a una persona camina tres lunas sobre sus zapatos”.