Estamos viviendo, de nuevo, unos momentos en los que la corrupción, la mentira, el engaño, se hacen fuertes en la política, en la que unos echan en cara al gobierno sus “no casos” de “sí corrupción”.

Que comienzan incluso antes de su llegada en gobierno, cuando Ábalos estaba tras la cortina metiendo votos en la urna para que fuese secretario general Sánchez, y que se ha desarrollado hasta que su mujer use la Moncloa para negocios y cátedras sin bachiller.

En su momento, se desconocía quién era Bárcenas y hoy, se desconoce a Ábalos; antes, se encontraban un “gato” en el garaje y, ahora, unas “no reuniones” con Delcy; en su día, “mi hermano” tenía un despacho en la Junta de Andalucía y, ahora, el hermano lo tiene en la de Extremadura mientras dice vivir en Portugal para pagar menos al fisco

Pero, siempre, cuando los pillamos con el carrito del helado, el… “eso no es verdad” “es culpa de la oposición” o “…y tú más”; pero, aún estoy por ver que, unos y otros, además de cumplir con su obligación de accountability, o lo que es lo mismo, la exigencia de responsabilidades, realicen aportaciones o desarrollen modelos de prevención.

En la pandemia, mis amigos de la siniestra, en privado y en público, me insultaron, amenazaron y despreciaron por pedir la generación de modelos de prevención que, ¡oh sorpresa!, aún hoy no se han realizado.

Una manifiesta falta de responsabilidad que nos puede volver a poner en riesgo y sólo tendremos modelos que el Tribunal Constitucional dictaminó que vulneraban los Derechos Fundamentales y seguirán muriendo los de siempre… los “perritos sin alma”, pero … aquí no pasa nada.

Ahora, el Sr. Sánchez, que reside en la Moncloa y la usa su mujer para sus negocios, se ha dedicado a afirmar que la oposición se dedica al bulo, mientras él vuelve al “y tú más”, arremete y acusa de prevaricadores a los Jueces por investigarle.

Ha tomado al asalto el Tribunal Constitucional, colonizado el INE, RTVE, CNMV, etc. y se ha permitido el lujo de afirmar sin pudor “gobernaré con o sin el apoyo del legislativo” (septiembre de 2024), en la frase más reveladora de sus intenciones desde Pablo Iglesias.

“Quiero decirles a las derechas que, si triunfamos, colaboraremos con nuestros aliados. Pero, si triunfan las derechas, nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada” (enero de 1936).

Enfrente, una oposición dividida en luchas fratricidas y estúpidas, que sólo sabe denunciar y criticar, cuando no a vender a las víctimas de ETA y presentar querellas políticamente absurdas, siguiendo el juego del adversario, al que, sin la más mínima duda, hay que desenmascarar, exigir responsabilidades, denunciar ante el ciudadano.

Pero, si queremos ser serios, es más importante y valiente proponer alternativas no de gobierno, no de política, sino de regeneración y transparencia real y efectiva aplicándola donde se gobierna.

La oposición tiene la obligación de presentar una Ley Orgánica del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional alternativa que desarrolle modelos de independencia de los políticos.

Deben de presentar normas de control al gobierno, suyo o de otro, que les obligue a comparecer, dar la cara, presentar documentación y acreditar seriedad; generar proyectos de normas que cumplan con las exigencias de acabar con la corrupción que, siempre existirá, pero debe de ser limitada.

Así como normas que limiten las responsabilidades políticas y fuercen acciones de honradez, solvencia y juego limpio en la gestión de la vida pública, etc. aún conscientes de que el adverso no las desarrollará, las criticará, no servirán más que para acreditar una solvencia moral e intelectual por la que dirigir el futuro político.

Pues deberán de asumir su implantación si alcanzan el poder y desarrollarlas también donde gobierne, en lo que se llama coherencia y de la que suelen carecer los políticos de medio pelo que nos gobiernan.

No he visto a los diferentes gobiernos hacer cosas así o a los socios reclamar ese tipo de actuación. No somos lo que decimos, sino lo que hacemos, a ver si nos damos cuenta de que eso es lo que quiere el votante.

El político debería de ser una persona de solvencia intelectual, alto grado de ética y moralidad personal, que sirva de ejemplo al ciudadano, personas que sirvan y no se sirvan.

Profesionales que puedan gestionar de forma eficaz, desde una visión u otra, lo que son los servicios públicos que deberán de cumplir la misión de servir al público y no servirse del público, pues el lema es para todos.

Desarrollando políticas públicas que defiendan la libertad o el dirigismo según la ideología, pero que se limiten a la política y no a desmontar o turbar y perturbar las reglas del juego, el Estado social democrático y de Derecho que nos dimos para dirigirnos a un holograma que encubre una dictadura en la que perdemos libertades con imágenes irreales.