El curso académico va viento en popa y por ello damos el pistoletazo de salida a las excursiones en los centros escolares.
La oferta es muy variada, pueden realizar algún tramo del Camino de Santiago con los profesores más valientes, que se arriesgan a llevar a un grupo de adolescentes de albergue en albergue con un coche escoba por si alguno se lesiona y hay que llevarlo al hospital más cercano.
Si hablar de lesiones en salidas escolares toca, se lleva la palma la “semana blanca”. Los alumnos y docentes pasan unos días esquiando en alguno de los “paraísos blancos” de nuestra península.
En estas actividades los accidentes, si se producen, suelen ser más graves, sobre todo por la velocidad y fuerza de choque que se alcanza cuando alguien esquía.
Existe la posibilidad de que se vayan de inmersión lingüística a alguno de los países donde el idioma coincida con uno de los que se imparten como asignatura en el centro escolar.
Allí perfeccionarán su competencia lingüística y convivirán con otras culturas. Todas estas excursiones se hacen entre el primer y segundo trimestre. En el tercero llega la gran excursión de fin de curso.
Los más pequeños pasaran un día en algún parque de atracciones masificado, porque todos los colegios han elegido las mismas fechas para llevarlos.
A medida que van siendo mayores se añaden días y noches a sus viajes, unos van a la playa y practican deportes acuáticos supervisados por instructores debidamente cualificados.
Otros deciden visitar una región más lejana de su centro escolar, o incluso otro país si cuentan con el tiempo y los medios económicos pertinentes. Los mayores, los de segundo de bachillerato, se irán por su cuenta y riesgo. Como alguno ya es mayor de edad, se hace responsable del grupo en el viaje.
Suelen elegir sitios turísticos donde haya el mismo número de discotecas que de tumbonas en la playa.
Algunos padres apuntan que les encantaría que fuesen bajo la supervisión de un docente. Pero a ver quién es el guapo que se ofrece a ir a Magaluf con veinte alumnos de 17 o 18 años y conseguir que mantengan la calma.
El que sea capaz de hacerles cambiar la discoteca BCM por la visita guiada a la Catedral de Palma de Mallorca, ¡que tire la primera piedra! Habíamos llegado a la excursión final olvidándonos que también disfrutaron de las salidas a la naturaleza en “el día verde”.
Un día de contacto con el medio ambiente donde se busca la desconexión digital y la relación con la flora y fauna de zonas cercanas al centro educativo.
Y no menos interesantes fueron las visitas culturales varias, a cualquier ciudad donde el patrimonio artístico merezca la pena o donde se pueda combinar la visita a la ciudad con algún museo de interés.
En definitiva, el curso escolar ofrece muchas posibilidades para que el alumno aprenda de otra manera, más divertida y utilizando sus cinco sentidos. Para que se desarrolle físicamente practicando deportes varios, de forma individual o en equipo, potenciando el trabajo cooperativo y la empatía.
No todo son libros, ordenadores, nuevas tecnologías o IA. Saliendo de excursión las posibilidades de aprendizaje se amplifican hasta el infinito. Cabe recordar que nada de esto sería posible sin la colaboración necesaria y desinteresada de los docentes.
Que a pesar de haber visitado la catedral de Burgos más de diez veces o tener el récord de viajes en la montaña rusa de la Warner, siguen diciendo que SÍ cuando su equipo directivo les propone la salida, con la mayor de sus sonrisas y las pilas cargadas al 200% para afrontar la jornada llena de energía, empatía, paciencia y cariño.