Este es el último reducto del mundo en el que los temas duran más de una semana. Castilla y León es un pueblo grande. En Madrid cada día los periódicos se deshacen de los asuntos del día anterior y aquí abrimos con los mismos, no porque se reciclen, sino porque no hay más. Por eso llevamos casi un mes a ver si se rompe el PSOE como si tuviésemos la mañana libre, como si en vez de dar de comer a los patos, diésemos de comer a los políticos. Esto es un pueblo grande y como nos conocemos todos, nos tiene preocupado Luis Tudanca, no sea que al final el aparato le vaya a hacer la cama desde Madrid.

Aquí no es que surjan candidatos como ocurre en otras partes de España, tipos con carisma y liderazgo. Se acaban formando por sedimentación. El votante se acostumbra a los políticos como se acostumbra al paisaje. Una planicie inmensa en mitad de Castilla y una planicie inmensa en medio de los partidos. Así se explica que los políticos nos duren veinte o treinta años, porque el votante ya se ha hecho a ellos y para qué los vamos a cambiar si aún se pueden amortizar. Ocurre lo mismo con los líderes de la oposición. Como si fuésemos más sostenibles que ninguna otra comunidad y no se modifican las banderolas, ni las vallas publicitarias, porque el rostro de los candidatos es el mismo desde hace años; manquepierdan.

Igual pasaba con Óscar López, el ahora flamante ministro. A todos los conocimos primero aquí, pero nadie nos hace caso, porque como no somos nacionalistas nuestro voto y nuestra opinión vale la mitad. Después se sorprenden cuando llegan a algún cargo relevante en Madrid y la gente se pregunta cómo han podido llegar hasta allí. Pues por la A6 o la A1 en la mayoría de los casos.

Luis Tudanca, que saltó al ruedo como candidato en 2014, estuvo a punto de ser presidente en 2019, pero siguió siendo oposición. Y así podría estar otros diez años más. Y a nadie le inquietaría. Pero si en el PP tuvieran dos dedos de frente montaban una plataforma para recoger firmas para que Tudanca siga siendo candidato, para que Ferraz no se deshaga de él por un ministro con más titulares y más exposición mediática. Al fin y al cabo esto es Castilla y León y no nos impresiona un ministro como ocurrió con Illa en Cataluña.

Sobre todo ahora que Tudanca, que se siente despechado y ya no es sanchista de primera hora, defensor acérrimo de lo indefendible, resulta que vuelve a ser socialista. Si aguanta el tiempo suficiente antes de que desde Moncloa lo manden al olvido o a Madrid, que es lo mismo, puede devolverle la cordura al partido, aunque sea por despecho. Demostrar que del sanchismo también se sale. Abstenerse en la votación de los presupuestos podría resultar más que un gesto... Lleva diez años como eterno candidato de la oposición sin prestar ningún servicio reseñable a Castilla y León, quizá este sea el más importante de su carrera.