La gran pregunta está sobre la mesa. ¿Están los docentes preparados para atender adecuadamente a alumnos con necesidades educativas especiales?
En el aula nos vamos a encontrar con muchas casuísticas particulares que afectan a los estudiantes. Hay casos de trastorno del espectro autista (TEA), trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH), alumnos con altas capacidades, dislexia, discalculia, disgrafía…
Variedad de situaciones donde el maestro tiene que trabajar con el alumno de una forma diferente.
¿Pero realmente los profesores están a la altura ante estas necesidades?
Cabe recordar que en la formación para ser maestro de primaria o infantil se contemplan asignaturas como atención a la diversidad, estudio del desarrollo madurativo de los niños o psicología de la educación especial.
Estos maestros ya vienen pues con las herramientas teóricas necesarias para afrontar su trabajo en cualquiera de las casuísticas anteriores.
Otra cuestión es que, teniendo en cuenta las elevadas ratios de alumnos/aula, la atención a estos alumnos no sea tan exquisita como les gustaría. Además, el día tiene 24 horas y los maestros no son robots equipados con baterías infinitas.
En la etapa de secundaria los problemas se amplifican, los docentes han estudiado carreras universitarias varias y la preparación para la docencia y la atención personalizada la han recibido en el máster del profesorado, antiguo CAP.
Donde adquieren conocimientos teóricos insuficientes para plantarse delante de un grupo de alumnos en los que haya muchas necesidades educativas especiales.
Han de ser autodidactas o inscribirse en cursos de formación por iniciativa propia o promovidos por la dirección de sus centros escolares.
Es de justicia reconocer la labor que realizan los equipos de orientación de los centros educativos asesorando a los docentes, diagnosticando dificultades y tratando de ofrecer soluciones.
Sería más que deseable que esta tarea fuera reconocida en forma de dotación de más horas y personal por parte de las Consejerías de Educación.
Nos volvemos a preguntar si, tras lo relatado, los profesores pueden atender las cada vez mayores necesidades educativas especiales de los alumnos.
La respuesta sigue generando dudas e incertidumbre.
Un docente puede estar preparado, puede recibir una formación educativa continuada a lo largo de su carrera profesional, pero muchas veces el día a día le puede:
-El tiempo dedicado a los trámites burocráticos que las leyes educativas exigen.
-La atención a las familias que cada vez exigen más, con mayor premura, y en algunos casos poco tacto y educación.
-Las gestiones internas del centro educativo, que ocupan muchas horas del docente.
-Las guardias y suplencias de compañeros enfermos.
-Las interminables horas de docencia que cada vez suponen más paciencia y más energía del profesor.
Las nuevas generaciones se caracterizan por el escaso tiempo de atención que son capaces de prestar a las explicaciones y la gran facilidad que tienen para interrumpir el ritmo de la clase con cualquier tema ajeno a los contenidos.
Esto genera que haya que repetir los contenidos en múltiples ocasiones durante la misma clase porque el nivel de distracción es demasiado alto.
Todos estos puntos, y algunos más que han quedado en el tintero, crean la necesidad imperiosa de que las cosas cambien en el sistema educativo de forma urgente.
Nunca me cansaré de repetir que los tiempos cambian y que si los gobiernos no contemplan ese cambio y no ponen medidas humanas y económicas para que la calidad educativa del país sea excelente.
Al final, la sociedad será una masa de ovejas estabuladas, fácilmente manipulables. ¿Es eso lo que queremos para las generaciones futuras?