En la acartonada sociedad de la postguerra española, de moral victoriana y en la que todas las señoronas del Régimen querían tomar el té en El Pardo con doña Carmen Polo de Franco, se hizo célebre una frase atribuida al General Camilo Alonso Vega, Ministro de la Gobernación, y que este  pronunciaba en la toma de posesión de los gobernadores civiles . Don Camulo, conocido así por su terca obstinación, decía a los Poncios: `Gobernadores, sean ustedes castos, pero si no pueden sean al menos cautos’.

Dice la RAE que cautela es la ‘precaución y reserva con la que se procede’.   Observo con estupor y apenado que algunos de los gestores de la ‘res pública’ de Castilla y León, que es la forma finolis de denominar a nuestros representantes en la política, no son nada cautos en la gestión de esos nuevos escaparates que llevan por nombre Instagram, Facebook o X, hasta hace no mucho conocido como Twitter.

Vivimos unos días duros y tristes, con el corazón encogido al ver la tragedia con que la madre naturaleza ha plagado de agua y lodo algunos lugares del territorio patrio, especialmente Valencia. El desastre es de una magnitud  tal que recrea escenas bélicas, apocalípticas, de destrucción de Sodoma y Gomorra. La desesperanza cunde y se repiten frases como la de ‘Solo el pueblo salva al pueblo’, un eslogan del comunismo, más viejo que el hilo negro y que a la larga será terrible. Y si no, al tiempo.

Mientras, el pueblo, el Ejército, la Policía y Guardia Civil, tienen el lodo hasta la cintura, alguno de nuestros regidores públicos, que no digo todos, nos regalan imágenes bucólicas en su Instagram. Bellas playas de España, resplandecen en la otoñada y allí se hallan tomando un café, con espuma y a la italiana con ese corazoncito cursi dibujado en la rica crema del expreso. Bien parecen pasarlo don o doña Menganita de cual, sin distinción de colores o vitolas ideológicas. Y al tomar ese café, estiran las piernas sobre la silla para grabar un Reel y colgarlo en su perfil Instagram, sin apercibirse de que eso de subir piernas y pies a silla o mesa, y mayores publicarlo, no es ya una forma de descansar o estar, sino de ser. Me ahorro las explicaciones que pudieran proceder entre el ser y el estar.

Los videos con las piernas sobre la mesa y en público en la playa primera del Sardinero, por no llamarlo patas que debemos reservar a las acémilas y otros animalitos del Creador, son más propios de esa leyenda sobre la ordinariez de los yankis y alejada del refinamiento francés, más en el estereotipo de nuestros ilustres, que dedicados a la gobernanza ciudadana pisan alfombra de nudo español.

Las personas más socialmente vulnerables afectadas por la DANA en Valencia y todos quienes ayudan a salir del horror, comen frugalmente estos días y beben el agua que llega desde puntos muy lejanos de España, tras elogiosas campañas de recogida de alimentos. Porque España es un gran país y sus gentes generosas y solidarias.

‘Lo vi con mis propios ojos’ es un pleonasmo expresivo y una figura retórica. Pues estaré en el pleonasmo, pero mientras Valencia es un lodazal he visto con mis propios ojos cómo algunos de nuestros representantes públicos castellano y leoneses, y recalco bien lo de algunos, pues no es de justicia hacer de la casuística una regla general, difundían en sus perfiles en redes sociales, el humeante cocido montañés que se iban a calzar entre pecho y espalda, o el rico cachopo de cecina de Astorga y queso afuega'l pitu que de inmediato procederían a degustar, regado con sidra de Sariegu. Para colmo, mientras recreamos en Instagram esos ambientes de ‘Alicia en el país de las maravillas’, a alguien se le ocurre llevar a los Reyes de España a Paiporta, la zona cero de las inundaciones. La rabia, la ira contenida y el cansancio estallan sin piedad en ese lugar, incluso contra la Corona. Pésima gestión en la gobernanza.  Pero en la actual España no tenemos a un Churchill para convertir en héroes al Rey Jorge VI y a Queen Elizabeth, pisando los cascotes de los edificios derruidos en Londres, tras los bombardeos del Blitz por los aviones de la Luftwaffe de la Alemania nazi.

Un paciente lector me escribía hace unos días para opinar que tengo algo de noventa y ochista ¡qué honor!, ese grupo escritores, poetas y pensadores españoles, que se vieron afectados moral e intelectualmente por la derrota de España en la Guerra hispano-estadounidense y la pérdida de Puerto Rico, Guam, Cuba y las Islas Filipinas.

Si ser noventa y ochista supone preocuparse por la realidad, lo soy.  ‘Me duele España’ decía don Miguel de Unamuno. A mí también. La Generación del 98 adoptó una actitud crítica ante el presente e hizo pública la denuncia y preocupación social. Los españoles y los castellanos y leoneses estamos preocupados y en tal forma, que vamos a caer rendidos en la afectación moral de los males de España, como los del 98.

He dedicado casi 40 años a la gestión de la marca corporativa y algo aprendí sobre la marca personal. Mi querida Imelda Rodríguez Escanciano, profesora y antigua rectora de la vallisoletana Universidad Miguel de Cervantes es una sabia que mucho y bien ha escrito sobre la marca de las personas. Jeff Bezos, fundador de Amazon lo expresa rotundo ‘tu marca es lo que la gente dice de ti cuando no estás en el salón’. Hay que comprar más pupitres, querida Imelda, para llenarlos de esos representantes de lo público que no deben difundir en su Instagram el video de las olas lamiendo la arena en la Playa de los Locos de Suances, mientras en Valencia lloran hasta las Fallas.

‘No es eso, no es eso’ decía don José Ortega y Gasset. Pueden ustedes seguir dando bombo a su Reels, con un plato sobre el que humean alguno de los vuelcos del cocido maragato. Pero como les decía Don Camulo Alonso Vega, al menos no lo cuenten. Sean ustedes cautos.