Durante los tres primeros días de esta semana, hemos celebrado en Valladolid la vigésima edición del certamen nacional de pinchos y tapas y la octava edición del certamen internacional. Justamente, hace unos días me recordaban en Facebook un artículo que publiqué hace siete años con el título “Valladolid de pinchos y tapas”, que comenzaba con una frase que el entonces Presidente de la Real Academia de la Gastronomía Española, Rafael Anson, pronunció en la inauguración de la edición anterior, y que yo quiero recordar en este momento: decía Rafael Anson, “los pinchos son un invento vasco y las tapas un invento andaluz, pero en estos momentos, para disfrutar de los mejores pinchos y tapas de España hay que venir a Valladolid”. Y qué razón tenía…

Cuando al acceder al Gobierno de la ciudad de Valladolid en 1.995  decidimos buscar un nicho que pusiera a nuestra ciudad en el panorama turístico español, y conscientes de que no podíamos competir con las catedrales de Burgos y León, con el Acueducto de Segovia o las Murallas de Ávila, se nos ocurrió apostar por la gastronomía y los vinos de esta tierra, (Valladolid es la única provincia española con cinco denominaciones de origen), y de la buena utilización que hacemos de la lengua de Cervantes, para reforzar la oferta turística que hasta aquel momento se reducía a nuestra incomparable Semana Santa y a nuestra Semana Internacional de Cine, la célebre Seminci, pero que en uno y otro caso reducían su oferta a una semana al año.

Los comienzos no eran fáciles, pero de la colaboración de nuestro Ayuntamiento con la Asociación Provincial de Hostelería, presidida entonces por Fernando Pérez y con el fichaje de Luis Cepeda y su empresa, Gastronomicon, para la dirección técnica del certamen, logramos que el concurso vallisoletano se convirtiera en poco tiempo en un referente para la cocina española en miniatura.

Era la primera vez que en España se organizaba un certamen gastronómico con participación de las 17 Comunidades Autónomas, y que los hosteleros de la ciudad brindaran sus cocinas y establecimientos para alojar a los cocineros que se desplazaban hasta aquí, para presentar y ofrecer sus creaciones al público vallisoletano, lo que contribuyó a que el certamen fuera difundido a través de las principales cadenas de televisión españolas y en multitud de medios de diversos países.

Más tarde incorporamos al certamen a algunas de las escuelas de cocina más reconocidas a nivel internacional, pero hubo que desistir de esta intentona por los muchos problemas administrativos que planteaba, y Luis Cepeda propuso sustituir a las escuelas por una invitación a restauradores de medio mundo, convocando un concurso mundial de pinchos y tapas, ciudad de Valladolid, encargándose el propio Director Técnico de seleccionar a los restauradores invitados.

En el año 2.015, al cambiar el Gobierno Municipal, algunos tuvimos miedo de que el certamen pasara a la historia, habida cuenta de que en un Pleno Municipal, quien accedía a la alcaldía en un pacto de izquierdas después de estar ocho años en la oposición, afirmó que “Por mucho que Vd. se empeñe en promocionar el pincho, la tapa y la pandereta nunca conseguirá hacer de Valladolid una referencia gastronómica en España”. Sin embargo, como dijo la entonces concejala de cultura, “aquello que funciona bien, para qué cambiarlo”, , manteniendo además como sede la Cúpula del Milenio, dos decisiones que no tuve el menor empacho en aplaudir públicamente.

Este año, se ha celebrado, como comentaba al principio, la vigésima edición del certamen nacional y la octava del mundial y creo que se ha acertado  plenamente. La elección del jurado en ambos certámenes ha sido del más alto nivel, y el número de estrellas Michelin presentes en ellos da buena fe de la importancia del concurso, entre ellos, Oriol Castro, propietario del mejor restaurante del mundo al tener tres Estrellas Michelin, y que reconocía el alto nivel de la cocina vallisoletana.

Pero es que además, este año la restauración local ha conseguido excelentes resultados: Por primera vez en los ocho años de su existencia, el Concurso Mundial ha sido ganado por un restaurante vallisoletano, El Trasto con Teo Rodríguez al frente y su “Pucela Roll”, por cierto, el mismo restaurante que el pasado año consiguió el pincho de oro en el concurso nacional.

En la competición nacional de este año, el triunfador fue el Bar Gran Sol de Hondarribia, con su pincho “los lunes al sol”, y el pincho de plata fue conseguido por Los Zagales, de Valladolid, que hace de este restaurante el más premiado en la historia del concurso vallisoletano.

Como es costumbre, los ganadores de ambos certámenes hicieron una demostración de cómo preparar sus pinchos en la Escuela Internacional de Cocina, acto reservado a los profesionales de la hostelería.

En fin, una semana en la que hemos dejado de lado las peleas políticas y las catástrofes que las danas están causando en el Levante Español y últimamente en Andalucía, pero seguro que tendremos que volver a ellos la semana que viene.

Así que, hasta el próximo viernes.