Las tirantes costuras que a duras penas mantienen sujetos a PP y Vox en un centenar de ayuntamientos de España amenazan con romperse.
Tras la disolución de los pactos en los cinco gobiernos autonómicos, entre ellos el de Castilla y León, la difícil convivencia entre las dos formaciones de la derecha se antoja insostenible, más aún cuando Vox chantajea de continuo a los populares para que agachen la cerviz y se dobleguen a sus exigencias ideológicas. O si no, nada. No hay presupuestos.
La inmigración es el monotema que ahora obsesiona a Vox. El mismo que allá por el mes de julio motivó la ruptura unilateral comunicada por Abascal, y asumida a regañadientes por algunos dirigentes autonómicos en la calle Bambú. No fue el caso de Gallardo, que asumió la decisión resignado, pero sin dudar dimitió.
En cuanto el exvicepresidente salió por la puerta de la Junta, Mañueco recompuso la ‘paz social’ con sindicatos y patronal a cambio de acuerdos por valor de 1.000 millones. Muerto el perro, se acabó la rabia, debieron celebrar para sus adentros los sindicalistas a quienes Veganzones llamó ‘comegambas’.
Con la cuestión de los inmigrantes, Vox tampoco está dispuesto a ceder, después de perder la batalla de las prebendas al Diálogo Social. Y a punto estuvo de ganar la semana pasada el pulso al PP en el Ayuntamiento de Burgos, cuando Cristina Ayala cedió a la coacción y anunció un presupuesto municipal sin subvenciones para las asociaciones que ayudan a inmigrantes.
La presión de la calle y de la propia Junta de Castilla y León allanaron en menos de 24 horas el camino a una rectificación exprés con el visto bueno del partido. Y ahora esa reparación se convierte en un bumerán que devuelve el órdago a Vox: “Si Vox quiere romper, que rompa”, desafía el presidente del PP de Burgos, Borja Suárez.
En la vetusta ciudad de Burgos el aroma purificador del ‘incienso’ electoral comienza a embriagarlo todo, como en el resto de provincias de Castilla y León. Si Pedro Sánchez tiene a bien adelantar las Generales para el próximo otoño, saldrán a la par las urnas a la calle para votar también a un nuevo gobierno en Castilla y León. Y nunca es demasiado pronto para entrar en precampaña.
El PP ha marcado ya el camino de la diferencia frente a Vox, esgrimiendo como emblema el del gobierno útil para los ciudadanos, Castilla y León como tierra de acogida, el progreso económico, la paz social y la modernidad, y ya no teme que un calentón de Abascal acabe de un plumazo con los acuerdos en los ayuntamientos. “Que rompa”, le dicen abiertamente.
Así pues, en pocos días veremos si ambos socios dejan las cosas estar o la olla de presión de Burgos sigue bullendo hasta saltar por los aires y desencadenar, probablemente, un efecto dominó en decenas de consistorios.
Cuna de la figura histórica y legendaria de Rodrigo Díaz de Vivar -y también tierra natal de Juan García-Gallardo-, Burgos podría ser de nuevo territorio clave para la Reconquista, no de los territorios de los moros musulmanes, como hace mil años, sino del poder político dividido a un lado u otro de la derecha española.