La Conferencia de Presidentes fue en Santander para que, por prescripción facultativa, pudieran tomar “baños de ola” si se ponía tensa la cosa, pero no hubo tensión. Les sobró el mar, el paseo y hasta la Conferencia porque Pedro Sánchez únicamente quería la foto. Después de dos años y medio sin celebrarse, esta resultó de cartón piedra, un simulacro, como para estirar, un mejor para la próxima ya si tal.
Pedro Sánchez les llevó de excursión de fin de trimestre a ver el mar como podía haberlos llevado al cine, pero Santander, playa de Castilla, era un mejor plan. Santander es la Sevilla del norte y habría algún presidente entusiasmado como un vallisoletano en agosto por el helado de Regma. Una Conferencia de Presidentes en Santander es un campamento de verano aunque sea diciembre. Me imagino a los padres de Moreno Bonilla revisando si el niño llevaba todo en la maleta, suficientes calzoncillos, diciéndole que mandase alguna carta y que no gastase todo el dinero que le había dado la abuela de una sola vez. Y a Page preguntando con quién le iba a tocar compartir habitación, no sea que estando como están las cosas en su partido acabase pasando la noche en el pabellón del PP como única solución. Y por la mañana surf.
Pedro Sánchez se los llevó a la parte más septentrional de España para que, con suerte, los niños llegasen cansados, porque sentar a las diecisiete comunidades en una misma sala es un suicidio. Que si mira el Sardinero, que cómo huele a mar y así todo porque si hubiesen tenido un solo momento de tranquilidad para comparar la inversión que hace el Gobierno Central en Cataluña con la que hace en Extremadura o Valencia cuanto menos habría sido de mal gusto.
Así que la Conferencia de Presidentes quedó en excursión. Volvieron Ayuso, Barbón, Illa y López Miras con una quesada para sus padres.
Es imposible que funcione una Conferencia de Presidentes en España si lo primero habría sido ponerse de acuerdo sobre si España es una o hay dos: la que necesita Pedro Sánchez que le apruebe los presupuestos y la que no.
Es sorprendente que la nota de prensa de Moncloa dijese textualmente que “el Gobierno muestra su satisfacción con la Conferencia…” cuando de allí nadie salió contento; ni siquiera los socialistas.
Lo importante de sentarlos en Santander era demostrar normalidad institucional, que es lo que no tiene este Gobierno desde hace seis años. La normalidad institucional sería tan sólo que no se venda como un éxito una cumbre de las autonomías como si sentar en la misma mesa a todos los mandatarios de cada comunidad autónoma fuese más complicado que sentar a israelíes y palestinos para acordar la paz.