Desde que el PSOE hizo añicos su proyecto de país para ir encajando los trozos en función de las circunstancias, no deja de situar en lugares agrestes e incómodos a muchos de sus simpatizantes, militantes e incluso a cargos tanto orgánicos como institucionales. Resulta complicado definir al PSOE más allá de su batalla constante por aferrarse a La Moncloa. Todavía es más difícil defender, desde los lejanos territorios, sus principios variables y la coherencia flexible que en Ferraz calzan tan cómodos. Por eso no es casualidad que sea, precisamente en las autonomías y provincias, donde el sanchismo haya comenzado a despedazarse.
El PSOE presume (desde hace unos pocos años) de independentista catalán, nacionalista vasco y republicano a ratos o a conveniencia, según se mire. Pero el PSOE no es un partido leonesista. Ni siquiera a pesar de que en la provincia de León probablemente le hayan votado partidarios de la autonomía leonesa que, en los meses impares, se sienten huérfanos y, en los pares, desorientados. Ya sea aquellos que optan por la clásica (León, Zamora y Salamanca), la creativa (León y Asturias) o la atómica (El Bierzo solo, sin León y sin Castilla).
Hay quien se atreve a asegurar que ni siquiera el alcalde de León, José Luis Díez, es un leonesista convencido, a pesar de haber hecho del autonomismo leonés una de sus banderas políticas. La agita para restarle votantes a la UPL, pero en la más absoluta soledad dentro de las filas socialistas.
No hay un PSOE leonesista. Para el socialismo autonómico este tema siempre ha sido una patata caliente que suelta rápidamente cuando se hincha, intentando que le estalle a otro, como en el famoso juego del Gran Prix. El PSOE nacional tampoco le ha prestado nunca una atención interesada, que es la única que termina cambiando las cosas. En el reciente Congreso Federal de Sevilla, el partido rechazó en un minuto la moción que defendía “la vigencia de los mecanismos para emprender un proceso autonómico” con un rotundo “no es el momento adecuado”. Durante la defensa de ese texto, ni siquiera estuvo presente el secretario provincial, Javier Cendón.
Quizá porque el PSOE sanchista, depurado una y otra vez por Pedro y sus fieles acomodados, ha conseguido su objetivo de mimetizarse con su líder trampantojo. Pedro Sánchez y su partido a la medida solo buscan parecer. En los últimos años, cuando en ayuntamientos y hasta en la Diputación apoyaron con sus votos mociones de respaldo a la autonomía leonesa, solo querían aparentar ser leonesistas. Así lo desvelaba hace unos días el presidente de la Diputación de León, Gerardo Álvarez Courel, al sentenciar que el PSOE provincial cumplió hace medio año al aprobar la moción, y que el resto ya no es responsabilidad suya.
Si hay socialistas leonesistas, deben sentirse desamparados. La última puñalada la asestó el supuesto referente actual de un PSOE que reniega de Felipe González y Alfonso Guerra. José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno y leonés, aseguró en una entrevista que “no vamos a separarnos”. Su argumento principal destila saña: “No soy partidario de meternos en un lío”, se excusaba un Zapatero enfangado en Venezuela y que ha respaldado al Sánchez de los indultos, la amnistía y los acuerdos con Bildu.
No hay un PSOE leonesista porque nunca es el momento adecuado para meterse en este lío. Dice un partido empapado y desangrado por pisar todos los charcos de España y reabrir a este maltrecho país cada una de sus heridas.