Nunca fueron nadie ni lo son ahora tampoco. Vienen de la nada, de envidia disfrazada en halagos, de dejar muchos cadáveres por el camino y no tener amigos ¿Quién quiere un amigo que te la clava por la espalda? Excusan su ausencia durante la infancia de sus hijos por darles una vida mejor. Los han convertido en unos pobres desgraciados que no saben valorar absolutamente nada, despilfarran lo que ni siquiera saben si podrán mantener mañana. Es el miedo a que los demás se den cuenta de que se sienten menos, narcisismo vulnerable. Llegar tarde del trabajo no ha servido de mucho, otro fracaso más a la lista. Llevan engañando a su mujer años, ya lo tienen normalizado, un alarde deleznable de poder. Ese es el ejemplo que han dado en casa. No se podía esperar mucho más. Miserables.
Enhorabuena, lo habéis conseguido. Ya tenéis dinero en la cuenta para no preocuparos por la comida de mañana. Qué duro fue eso durante muchos años, ¿eh? A los nuevos ricos que han pasado hambre se les nota. Llaman al camarero a gritos, con un gesto obsceno creyéndose superior por pagar la cuenta. No saben comer con la boca cerrada. No respetan el turno de palabra ni hacen sentirse cómodo a quien tienen en frente compartiendo unas gambas. Organizan fiestas a las que acude quien no tiene dónde caerse muerto. La condición es reír la poca gracia que tienen los vulgares comentarios de los anfitriones.
Los nuevos ricos son esa gente que pide “champán francés” como si el champán pudiese tener otra nacionalidad. Ignorantes. Piden el vino más caro de la carta para demostrar que, por fin, pueden permitírselo; lo único que saben diferenciar es un blanco de un tinto, da gracias que no se cata a ciegas, que en ese caso ya veríamos. Bengalas en discotecas para llamar la atención de niñas monas que buscan marido con el que dejar de trabajar. Cheques al portador y risas vacías.
Acaba el día y se dan cuenta que lo único que tienen es dinero. No son felices. No les caen bien esos hijos que han malcriado a base de talonario. No soportan a su mujer, aunque ella se haya esmerado mucho en estar guapa y sonreír a quien tiene que cerrar el trato, no vaya a ser que lo pierdan. En esas casas cada uno tiene su rol. No se aguantan a sí mismos porque saben que no son buenas personas. No pueden mirarse en el espejo. Se van a dormir y se desvelan constantemente porque su conciencia no está tranquila. Algunos por no tener, no tienen ni remordimientos. No hay escrúpulos en ese diccionario menesteroso. Nunca los tuvieron y eso, pasa factura. Hay facturas que no se pagan con dinero. Sí, los nuevos ricos también lloran.