Hace unos años, un dirigente provincial del Partido Popular me dijo en una entrevista: “Los partidos no son una ONG, son para ganar elecciones”. Sin filtros, en crudo, una verdad como un templo equiparable a otras tan ciertas como aquella otra “las finales no se juegan, se ganan", de Alfredo Di Stéfano.

La renuncia en tiempo de descuento de Luis Tudanca a ser reelegido secretario autonómico del PSOE de Castilla y León llega con dos años de retraso, dos años en los que se ha puesto una venda en los ojos para no ver que su objetivo de ganar Castilla y León para el PSOE era ya una quimera.

Tuvo la posibilidad de gobernar en 2019, pero Ciudadanos prestó su voto finalmente a Mañueco -por lo que fuera-. Y a pesar del fracaso del bipartido, en las autonómicas de febrero de 2022 el PSOE se descalabró: de 35 a 28 procuradores. Aquella noche, Tudanca amagó al borde de las lágrimas con dar un paso a un lado y abrir la puerta a renovar el liderazgo, "otros vendrán que harán más”. Pero pasado el soponcio reculó y se aferró al cargo a la desesperada, no se sabe muy bien con qué objetivo, en vez de irse cuando tocaba, de forma natural y con la dignidad intacta tras la derrota.

A estas alturas, el destino de Tudanca estaba escrito. El político burgalés, que llevaba hasta hoy la friolera de diez años en el cargo, se ha dedicado a tocar las narices a Pedro Sánchez. Lo mismo que Emiliano García Page pero sin ganar elecciones.

Algo imperdonable en un partido que sistemáticamente y con poco disimulo ha ido exterminando cualquier corriente u oposición interna.

Primero, revolviéndose cuando Ferraz metió mano a las listas a las generales de julio de 2023 en Valladolid y Ávila, para hacer hueco a Javier Izquierdo y a Manuel Arribas, asistente a las famosas cenas del famoso Tito Berni. Después, apartando a la leonesa Nuria Rubio, protegida de Cendón, de la dirección del grupo parlamentario en las Cortes; más adelante, criticando la financiación singular para Cataluña.

Finalmente, la gota que colmó el vaso y lo sentenció: la jugada mal calculada de adelantar por sorpresa las primarias en Castilla y León para evitar que Santos Cerdán le colocara un candidato alternativo para despojarle de su liderazgo autonómico. Un liderazgo que, por otro lado, nunca fue tal.

Y es aunque Luis insiste en que cuando llegó hace una década se encontró un PSOE dividido por las luchas intestinas entre Julio Villarrubia y Óscar López, lo cierto es que tampoco él ha logrado cohesionar un partido en el que cada provincia va por libre. No digamos León, donde incluso la agrupación provincial y la local viven en guerracivilismo.

Él mismo ha reconocido hoy en la rueda de prensa donde ha comunicado su renuncia que hasta el último momento se celebraron reuniones donde estaban presentes los dos “posibles candidatos”; que se va para “evitar un choque” que debilite al partido en un momento delicado, y ha dejado caer con una buena dosis de mala leche que muchos militantes quedan “huérfanos” con su marcha. ¿Dónde está entonces esa unión de la que hace gala?

Quizá sea injusto hablar de década perdida para hacer balance del tiempo de Luis Tudanca, pero los hechos conmensurables son los siguientes: que el PSOE lleva sin gobernar Castilla y León desde 1987; que su liderazgo no ha conseguido unir a la familia socialista de las distintas provincias.

En León, Tudanca chocaba con los intereses de Zapatero y su escudero, Cendón, y en Valladolid, con Óscar Puente, que quería hacer carrera política y, de hecho, lo ha conseguido. En Soria, Carlos Martínez siempre fue a su aire. En Salamanca, era aceptado, pero nunca consiguió imponer a gente propia en la lista de las Cortes. Y todo así. Controlaba Burgos y Zamora, o sea, su tierra y la de Ana Sánchez, su mano derecha.

Para colmo, Tudanca deja un grupo parlamentario malherido por las graves imputaciones que pesan sobre dos de sus parlamentarios: violencia machista y agresión sexual.

La sucesión es inminente, y el elegido es el alcalde de Soria, quien tuvo el honor de ser el más joven de España con solo 34 años, y atesora una interesante y curiosa historia política. En el año 2012, se convirtió en el portavoz de la exministra de Defensa, Carme Chacón, en su disputa a Alfredo Pérez Rubalcaba de la secretaría general del PSOE. En 2017, Carlos Martínez apoyó a Susana Díaz en la liza contra Pedro Sánchez. Ironías del destino, es ahora Pedro Sánchez quien lo ha elegido para liderar el PSOE de Castilla y León.

Fuera sanchista, susanista, o mediopensionista, la opción de Carlos Martínez Mínguez no es descabellada. Tan sorprendente como arriesgada, y quizás por ello acertada, en la práctica el PSOE necesita urgentemente fortalecerse en los territorios, donde se ha ido desangrando elección tras elección.

Al margen de la polémica menor y meramente anecdótica de su paseo en papamóvil en las fiestas de Taldelcuende, el perfil de Mínguez reúne los requisitos de un candidato con opciones: como pedía Óscar Puente, que no sea de Valladolid, que crea en Castilla y León, y que tenga experiencia de Gobierno. Y la tiene: 17 años como alcalde, resistiendo los envites de Ciudadanos, Podemos y hasta el de Soria Ya! Para rematar, lleva cazadora de cuero, media melena y palestino al cuello. ¿Qué más se puede pedir?