Los dos procuradores exVox han pedido que pongan una capilla en las Cortes. Caben dos explicaciones: o pasan allí muchísimo tiempo o el tiempo que pasan les supone un gran sufrimiento. Si pasaran allí muchísimo tiempo, tanto como para no poder acercarse a la iglesia más cercana a la ida o a la vuelta -hay 57 templos católicos en Valladolid, según el último recuento-, más urgente sería que pidieran un Carrefour Exprés: la verdadera salvación tras jornadas interminables de trabajo cuando uno va pillado de verdad, con el horizonte de la nevera vacía.
Si les supusiera un gran sufrimiento, ya en su situación de no adscritos y sin muchas opciones de adscritura, pues una opción piadosa sería renunciar y buscar la paz fuera del cubo de alabastro. Cabría la tercera opción de necesitar con urgencia dar gracias cada mes al ver la nómina, pero entonces la capilla la habrían pedido no ellos, que cobran dietas y ya sin sobres del partido añadidos, sino los miembros de la mesa.
Sin embargo, su explicación es otra distinta y resulta de lo más capciosa. Quieren la capilla “para crear espacios donde las diferencias ideológicas se puedan relativizar en la vivencia de la fe como algo ajeno a la política”. Es un verdadero cubo de Rubik de argumento.
Quedémonos con la maravillosa última parte: “la fe como algo ajeno a la política”. Gracias, señores exVox, por decirlo ustedes. La fe es -debería ser- algo ajeno a la política. Porque la política es de todos y la fe, no. Algunos aún no nos hemos repuesto del soponcio que nos produjeron aquellas declaraciones del alcalde tras el derrumbe de la cúpula de la Vera Cruz, cuando dijo: “La virgen existe y ella ha decidido que no hubiera ninguna víctima”.
Semejante afirmación, si no es una broma, se puede comprender como consuelo privado entre cofrades pero resulta del todo improcedente como mensaje oficial de un servidor público. Además de meter en bastantes líos a la virgen. Diría mi amiga Berta: “Tira de ese hilo a ver adónde te lleva”.
El ovillo deshecho desemboca en su reverso tenebroso y sirve en bandeja aquel argumento simple y claro contra la existencia de Dios que se resume en dos palabras: cáncer infantil. Mejor dejar a la virgen tranquila y que de las responsabilidades, sean de consecuencias felices o funestas, se encarguen los responsables mortales. A ver si va a acabar el pleno municipal pidiéndole cuentas a San Fernando -patrón de ingenieros y ferroviarios- por el soterramiento.
Precisamente en los plenos, municipales o autonómicos, donde se sientan los ciudadanos elegidos por otros ciudadanos para resolver sus problemas y acordar las mejores decisiones es donde sobra la fe religiosa pero se imponen algunos valores cristianos supremos como el respeto al prójimo. Las Cortes no necesitan una capilla, lo que necesitan son milagros.