nossa sra menina 2017 lamegal pinhel (66)

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Portugal

'Convivio' y fé en Nossa Senhora da Menina de Lamegal

24 mayo, 2017 02:39

Cuenta la leyenda que una niña huérfana o hija de una mala madre, era obligada por la ‘madastra’ a ir, todos los días, a cuidar las vacas de su padre en el ‘Cabeço da Menina’, llevando consigo muchas mazorcas de lino. Al ser en gran cantidad, la infeliz no conseguía realizar ese cometido. Al llegar a casa era golpeada por la madrastra quien, además, le daba un pan y le ordenaba que comiese la miga sin tocar la corteza, para que así no pudiese comer.  Cierto día, la niña, con su franqueza provocada por los malos tratos, lloró pidiendo a la Madre del Cielo ayuda. En esto se le aparece una Señora y le dice:

Para comer la miga sin tocar la corteza del pan, clávalo en el cuerno de una vaca y gíralo que la miga saldrá para que la comas. Y al final del día para tener hecho todo el trabajo, deshaz las madejas en los cuernos de una vaca …

Y así la niña pudo comer el pan y hacer las madejas sin gran esfuerzo. El caso fue tomado como un milagro y desde entonces se realiza culto a la Señora con la invocación de Nossa Senhora da Menina en Lamegal.

En base a la creencia en esta leyenda, o haciendo uso de ella, lo cierto es que las gentes de Lamegal y su junta de freguesías (concejo de Pinhel) se reúnen en el monte de la ermita de Nossa Senhora da Menina –pulmón de Lamegal y zona de pastos y monte bajo con robles y rebollos- para convivir, rezar, pedir, dar gracias –los más religiosos- y divertirse y compartir una jornada de convivencia vecinal los demás.

Cuando el viajero llega al pueblo, en el silencio y la soledad de la mañana, solo se escucha, perdida, la música de la banda de Gouveia que despierta a los vecinos en su alborada tras una noche de fiesta. Es el pueblo que luce los peculiares arcos que anuncian festividad. Son los rincones, bellos y floridos que hablan del encanto de pueblos y aldeas de la Beira. Al poco llega el presidente, Pedro dos Santos, y el amigo Leandro Pires que partió de Pala. Es el perfecto anfitrión para un día de convivencia con estas gentes nobles que abren sus puertas al forastero.

El lugar, en pleno monte tras cruzar arroyos y puenticas, está engalanado con esos adornos tan peculiares por la abundancia de colores y formas que semejan a los encontrados por el viajero en algún viaje de antaño en tierras de Buda. Es el crucero que sale al encuentro en la mitad del camino. Son las cruces que guían y, cómo no, las casetas a modo de barra que jalonan el camino de acceso a la ermita donde se sirven refrigerios y también altramuces y aceitunas. Es el sitio, a decir, donde comienza la palabra.

La jornada, hasta mediodía, cuando se realiza la misa y la subasta de ofrendas –roscas, bollos, tartas, cajas de fresas y también de cerezas, y hasta un cordero lechal- es un continuo bullir de peregrinos, de coches, de caballos y, por desgracia, también de un atronador moto quark. Unos y unas, sobre todo, en misa de campaña bajo la frescura de los robles, y otros en conversación en las barras del camino.

Cuando finaliza la eucaristía, con abundante comunión –las gentes de estos pueblos aún siguen sus creencias con respeto- llega el momento de las pantagruélicas comidas. En mesas de piedra y cemento, o en otras transportadas, lo cierto es que el viajero queda perplejo por la abundante cantidad de platos, de sabores, de colores, de olores, de gustos y también de paladares vitivinícolas. Es la abundancia de la mesa portuguesa que se comparte en familia y con los amigos. Nadie queda fuera de este festín gastronómico. Hace suyo el fado de Amália RodriguesNuma casa portuguesa fica bem / Pão e vinho sobre a mesa / E se à porta humildemente bate alguém / Senta-se à mesa co'a gente / Fica bem esta franqueza, fica bem / Que o povo nunca desmente / A alegria da pobreza / Está nesta grande riqueza / De dar, e ficar contente

Procesión y tradición

Con el estómago lleno y el sabor del café portugués, siguen las tertulias y convivencias y también suena la música porque sale la procesión. Un recorrido con estandartes y pendones, con manga, cruz y cirios, con tres imágenes en altura y posición –el múltiple culto- de Santo Antonio, Nuestra Señora de Fátima –siempre presente- y la principal, Nossa Senhora da Menina. Los campos son testigos de este caminar religioso por veredas, caminos y labrantíos. La música de la banda de Gouveia se entremezcla con la melodía de las ramas de los álamos al ser mecidas por una suave brisa.

De pronto suenan unas esquilas. Un enorme rebaño de ovejas toma todo el atrio de la ermita. Es la costumbre, que se transmite de año en año y generación en generación, de mostrar la esbeltez de las ovejas, pero también de honrar a Nossa Senhora en una palpitante y electrizante carrera alrededor de la ermita de todas las ovejas en un fluir que parece una peonza. En una dirección y en otra. Parece que los animales van imantados por una fuerza interior inalcanzable a la percepción humana. Aplausos y la satisfacción del deber cumplido, por parte del pastor –alforja al hombro- y de los lameganos.

Y comienza la fiesta tradicional. Los ranchos, en este caso de Souropires, y los bailes y danzas de la Beira. También el acompañamiento de las gentes del lugar que no dudan en marcarse un paso al compás de bombos y acordeones y al vuelo de sayas y refajos y dengues que se agitan como peonzas. En esto, con los santos y santas en la ermita, comienza a caer la tarde. Es el momento del regreso a Lamegal.

Es la convivencia vecinal en plena naturaleza. Es la fé de estas gentes nobles en sus santos y santas. Es la reivindicación de la tradición. Pero también los amigos Pedro y Leandro Pires, como Filipe Santos y Marco. Es la acogida de Luis y María en su casa donde el viajero nunca es extraño. Sobre todo, con la sapiencia de que los amigos son compañeros de viaje que nos ayudan a avanzar por el camino de una vida más feliz. Aunque todos seguimos caminos diferentes en la vida, pero da igual dónde y hacia dónde vayamos, ya que siempre llevamos una pequeña parte del otro dentro de nosotros. Son esos recuerdos de momentos exquisitos Son los 'santos' hechos santos de Lamegal y Pala, cachis!

REPORTAJE GRÁFICO LUIS FALCÃO