Miranda do Douro entierra al 'Velho' en una cita ya consolidada
Miranda do Douro sigue fiel a la recuperación y celebración de sus rituales, costumbres y tradiciones. Es el caso de la ancestralidad tradicional místico-religiosa que se celebran en el solsticio de invierno y que gracias a una política atrevida y acertada desde la Câmara Municipal de Miranda do Douro, que preside Artur Nunes, y que se convierte también en participante asiduo a estas tradiciones, comienza a llegar al gran público.
El ritual del 'Enterro do Velho' en Miranda do Douro se recuperó hace apenas unos tres años, tras desaparecer en la década de los 80 -entre los 60 y los 80 fue un tiempo de pérdida de valores tradiciones-. Este ritual es una típica manifestación del Planalto Mirandés -o de las Terras de Miranda- que celebra/conmemora la muerte de todo lo que se considera viejo y se exalta el renacimiento de la vida, que se convierte en el prolongación de las horas de sol y el nacimiento de la naturaleza dormida en otoño e invierno.
La celebración consiste en vestir con ropas lo más viejas que se tenga a un muñeco feo, al que se lleva en entierro para realizar las exequeias fúnebres. Como participantes, mascarados blancos que simulan ánimas en pena o quizás la muerte. La mayoría de las personas con un cirio en la mano.
El viejo es transportado en unas andas por vecinos de Miranda -en esta ocasión, loado!, cuatro jóvenes- mascarados, un cura y dos ayudantes. El cortejo fúnebre recorre las principales calles de Miranda do Douro, hasta la Plaza, eso sí, con el acompañamiento de la Banda Municipal de Música que toca melodías fúnebres. También se tocas cencerros y siempre suena alguna voz que grita 'Morra o velho e viva o novo!. Llegados a la plaza, cuando el año viejo fenece, el muñeco se desposita en una especie de tumba simulada, y tras la plegaria jocosa del padre -que relata lo malo del año- y en un último adiós, a los gritos de 'Morra o velho e viva o novo', se le prende fuego ante la la contemplación de todos los presentes y, de repente, ¡¡¡¡pummm!!!! un petardo destruye lo que queda del viejo ante el susto general.
A partir de ese momento, y con la llegada de las doce campanadas se descorcha espumante, se brinda, se canta y aparece el el 'novo' en el balcón del Museo de Miranda. Un menino que representa la vida y el nuevo año.
Finalmente, en la explanada de la Concatedral, y con la presencia de la hoguera que tarde en quemarse, como manda la tradición, llegar hasta Reyes, se realiza una impresionante quema de fuegos artificiales, casi media hora de dinamita, luz y color.
Como me decía un amigo mirandés mientras saboreábamos el buen espumante Beyra de Castelo Rodrigo, "Un brindis por la vida, que en cualquier caso vale la pena vivir". Pues eso, Feliz 2018, cachis!
FOTOS LUIS FALCAO