Música, tabernas, batallas, humoristas, mercado, teatro, gastronomía, artesanía… todo un elenco de actores y participantes han convertido la fortaleza de Castelo Rodrigo en un plató que no pasa desapercibido tanto por el diseño, la animación como por el entorno histórico y las majestuosas vistas que otean todo el horizonte en varios cientos de kilómetros.

«No alcance atè o rio Agueda, forão degollados mil e duzentos infantes, e feitos prifioneiros mil e oitocentos, ficando affi quafi toda a infanteria como em hua rede. Da cavalleria foram mortos, e prifioneiros trezentos e trinta; os duzetos cavallos se recolherão logo; os cento e trinta forão aparecendo nos dias feguintes em diversas partes». Así habla la historia. Es la historia de un hecho histórico, la batalla de Castelo Rodrigo, también llamada batalla de Salgadela, que se libró el 7 de julio de 1664, dentro del contexto de la Guerra de Restauración portuguesa, que marcó la identidad de Portugal, que, ahora, la Cámara Municipal de Figueira de Castelo Rodrigo recrea en el histórico sitio convertido en Aldeia Histórica de Portugal.

Este viernes con una cena y la animación de las calles, aunque el sábado y domingo sigue la puesta en escena en el histórico lugar, tuvo lugar la inauguración de la Recreación Histórica ‘Salgadela a Batalha’ con la presencia del presidente de la Câmara Municipal de Figueira de Castelo Rodrigo, Paulo Langrouva, que no es más que una representación seiscentista que busca recrear la Batalla de Salgadela, el hecho más determinante en la historia del Concejo, fue un día en que las tropas portuguesas, bajo el mando de Pedro Jacques de Magalhães, derrotaron a los enemigos españoles, que pretendían a toda costa recuperar el dominio de Portugal. Con esta recreación la Aldeia Histórica de Castelo Rodrigo retrocede en el tiempo con mucha animación que promete hacer viajar a los visitantes en el tiempo.

La batalla

En respuesta al intento de saqueo de la villa española de Sobradillo por el ejército portugués, una fuerza española de 4.000 infantes y 700 caballeros, 9 cañones, 500 carretas con provisiones y municiones, bajo el mando del duque de Osuna, Gaspar Téllez-Girón entró en territorio portugués por la frontera de Beira y puso cerco a la villa de Castelo Rodrigo.

El castillo de Castelo Rodrigo estaba defendido por una pequeña guarnición de 150 hombres, en cuya ayuda acudió el gobernador militar de Beira, Pedro Jacques de Magalhães, con el mayor número de fuerzas portuguesas que pudo reunir, cifradas en 2.500 infantes y 500 caballos.

Cuando el asalto final de los españoles al castillo fue rechazado por su guarnición, (más de 200 sitiantes murieron durante el asedio), el contraataque portugués liderado por Pedro Jacques de Magalhães forzó la retirada de los españoles con 3.330 bajas (muertos y prisioneros, sin contar los heridos). La tradición local cuenta que el duque de Osuna consiguió escapar disfrazado de fraile; cayeron en manos portuguesas importantes documentos de valor histórico, entre ellos el archivo del Duque de Osuna.

«No sé, Señor, qué improviso temor ocupó nuestra Infantería. No hallo palabras con que explicarle; y apenas tengo aliento para referirle. Si se le hubiera dado orden de arrojar las armas y huirse en oyendo la primera carga, no hubiera podido con mayor prontitud ejecutarla: como río que saliendo de madre echa al suelo y arrastra consigo cualquiera obstáculo, así esta fuga tan repentina, y sin ocasión, atropelló los oficiales y cabos que quisieron detenerla. No menor desorden siguió en la caballería viéndose abandonar de la infantería, pues desapareció en un instante. Quedamos cada uno como quien despierta de un profundo sueño, en que le parece ver numeroso ejército, y abriendo los ojos se queda solo: (…). Los batallones del rebelde, que conocido el desorden, à rienda suelta corrían en alcance de mas provechosa victoria, cargaron con tal porfía al Duque y los pocos que habían quedado, que le quitaron en los despeñaderos de Agueda el caballo, y pudieron muchas veces matarle; pero con el deseo de hacerlo prisionero, no le ofendieron …”

Carta del Marqués de Buscayolo, Superintendente de las fortificaciones de Castilla y consejero del Duque de Ossuna, al Rey Felipe IV.

En estos campos de la Beira y el Duero y el Côa, que fueron testigos muduos 350 años atrás de uno de los acontecimientos más significativos y destacados por el pueblo portugués, y que al tiempo representaron un escalón más en el reconocimiento por parte de los españoles de la identidad marcada de sus vecinos portugueses, se recrea ahora su historia.

No es más que un mero suspiro en el entorno temporal de nuestra Historia común, que debemos aprovechar para lograr un acercamiento -aún muy lejos entre los dirigentes, pero cercano entre el pueblo- que formalmente ponga de manifiesto que lo que en su día nos separó, puede en la actualidad ser un punto de convergencia en un futuro común sin vuelta atrás.

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