Mário Correia nació en la Playa de Granja, muy cerca de Porto, aunque pasó parte de su infancia en una aldea del Minho, de donde eran sus padres. Ahora vive en Sendim (Miranda do Douro), donde tiene su lugar de estudio y trabajo, el Centro de Cultura Tradicional Sons da Terra. Su juventud estuvo a caballo entre la licenciatura de Economía y el estudio de la música tradicional. A principios de 1970 formó parte de la revista MC-Mundo da Canção, publicada en Porto, de la que fue director entre 1976 y 1978. De por medio llegó la Revolución de los Claveles, 1974. Así, después del 25 de Abril se integró en la conocida 5ª Compañía de la Escuela Práctica de Administración Militar, de la que emana la Comisión Dinamizadora Central. Es decir, participante nato en las Compañías de Dinamización Cultural de las Fuerzas Armadas.
Pero Correia, investigador y escritor, gran defensor de la cultura transfronteriza, también fue director del Festival Intercéltico de Porto, creando por entonces (1990) la editora Sons da Terra. Es el fundador del Festival Intercéltico de Sendim (2000) y del Centro de Música Tradicional Sons da Terra (2001). Entre sus muchos reconocimientos, posee la Medalla al Mérito Cultural de la República de Portugal, el Premio Internacional de Folclore Agapito Marazuela (Segovia, 2007) y el Chosco de Oro en Asturias en 2010, entre otros varios.
P.- Mário, de economista a uno de los más destacados y reconocidos investigadores de la música y cultura tradicional en Iberia.
R. No es una situación muy común, de hecho. Nací en el seno de una familia de ‘minhotos’ –procedentes del Minho-, gente sin tierra que a principios de los años 50 del siglo pasado emigró para trabajar en las quintas alrededor de Porto, época en que se registró una emigración muy fuerte a las grandes ciudades. Había una gran comunidad de gente venida del Minho en el área de la Playa de Granja, donde nací en 1952, lugar en el que los fines de semana siempre había fiesta. Con mucha música y mucho baile, en ambientes de intensa convivencia. Crecí en esos ambientes, pero no me gustaba el trabajo en la tierra y en el campo, por lo que estaba siempre estudiando y leyendo. Leía dos o tres veces seguidas la misma cosa para no tener que ir a trabajar al campo. Y así me hice buen estudiante, hasta tal punto que los profesores iban diciendo a mis padres que yo debía seguir los estudios, para empleado de oficina, que era un trabajo limpio. El camino fue el de las escuelas comerciales e industriales, seguido después de contabilidad y estudios económicos. Para mis padres fue un gran sacrificio ponerme a estudiar y en las vacaciones tenía que ir a trabajar para ayudar a pagar mis estudios. La música tradicional formaba parte del ambiente familiar, era la banda sonora de mi vida y, como tal, fue mereciendo de un interés creciente por mi parte.
P.- En la música y, ampliamente, en la cultura de frontera, ¿existen lazos de unión entre ambos lados de la Raya?
R.- Sí. Es una realidad con siglos de existencia, comprobando que los conflictos de frontera o de reinos eran algo accidental, que no determinaban compartir cultura e historia común. Las fronteras nunca son líneas rígidas de división pero sí zonas de convergencia y de interacción entre pueblos. No existen culturas aisladas, se comunican siempre muy intensamente con las culturas vecinas. La historia demuestra y testimonia que esas relaciones de convivencia y de hermandad siempre se sobrepusieron a tiempos de guerra y de conflicto. La norma fue siempre la de la convivencia entre los distintos pueblos rayanos.
Las fronteras nunca son líneas rígidas de división pero sí zonas de convergencia y de interacción entre pueblos. No existen culturas aisladas
P.- Es decir, más los encuentros que las diferencias.
R.- Así fue y es, la verdad. La construcción de las identidades conlleva siempre el reconocimiento de la existencia de un Otro y en esa relación se elaboran y reposan diferencias. Es, en la inmensa mayoría de los casos, la construcción de una falsa identidad, porque el Otro no es el vecino más próximo, el que está del otro lado de la frontera. En la mayor parte de los caos el Otro está mucho más lejos de lo que pensamos. La líneas político-administrativas de las rayas no nos separan del Otro porque quien está del otro lado no es, en realidad, verdaderamente el Otro. Por ejemplo: cuando estudiamos la música tradicional, sea la portuguesa (de sus diferentes regiones), sea de los diversos territorios del Estado español, ese estudio tiene que ser obligatoriamente hecho por lo menos en un contexto ibérico. En caso contrario es un estudio incompleto y parcial, que solo puede conducir a un nivel de entendimiento fragmentado de una globalidad expresiva fundamental y determinante para su efectiva comprensión. En la construcción de las identidades, los materiales a utilizar no deben ser solo las diferencias pero, sobre todo, las semejanzas, y estas fueron tantas veces olvidadas, con las consecuencias trágicas que bien conocemos a lo largo de la historia. Y lo principal es que las semejanzas son más numerosas e importantes que las diferencias. Una patria es un contexto de afinidades, escribió Miguel Torga. Busquemos, pues, las afinidades para reformularnos las patrias.
Las semejanzas son más numerosas e importantes que las diferencias. Una patria es un contexto de afinidades, escribió Miguel Torga
P.- ¿Qué supone para usted ese gran reconocimiento que tiene en España, sea en Asturias, País Vasco o Castilla y León?
R.- Para mí significa mucho, lo aprecio mucho. Formo parte de un grupo de investigadores y estudiosos que no trabajan para recibir premios y distinciones pero que, cuando los mismos nos son concedidos, son una gran recompensa y reconocimiento del trabajo desarrollado, muchas veces en condiciones muy precarias y haciendo frente a dificultades muy grandes. Se trata de un reconocimiento que para mí supone foros de complicidad cultural, lo que es muy gratificante.
P.- ¿Por dónde cree usted que deberían ir las relaciones más allá de las fronteras en el ámbito cultural y social?
R.- Existen diferentes situaciones. Desde luego, la relaciones institucionales, con sus procesos y objetivos en función de criterios de cooperación transfronteriza, en la mayor parte de los casos definidos y determinados por situaciones políticas diferenciadas. Son muy importantes porque proporcionan el marco indispensable para la efectiva concretización de proyectos de intercambio cultural y social. Después existe un marco de relaciones que escapa al modelo institucional: el que se establece entre investigadores y estudiosos, entre distintas personalidades que de uno y otro lado de la raya reflexionan sobre una realidad de frontera, abordando temas que al final resulta ser, si no comunes, al menos con muchos puntos de contacto. Muchos vinculados a centros de estudios o a instituciones universitarias, que forman un grupo muy dinámico de interrelación. Yo, personalmente, confío mucho en este tipo de relación porque ‘escapa’ a las fluctuaciones determinadas por las conjeturas político-partidistas de ambos lados de la frontera, y a la fluctuación de la voluntad de los respectivos políticos. Después, hay un tercer marco, popular y de masas, determinado por movimientos de naturaleza turística, relativamente al cual y para el cual son determinantes las acciones de promoción y divulgación turística de las regiones. De un modo general y considerando únicamente el marco institucional, creo que ganaríamos todos estableciendo relaciones de cooperación continuadas, sistemáticas y regulares. El diálogo debería ser verdaderamente institucionalizado.
Mário Correia haciendo trabajo de campo
P.- ¿Qué supone, para un municipio del Portugal interior como Sendim (Miranda do Douro), un Centro de Cultura y Música Tradicional?
R.- En primer lugar, por cierto, una institución de estudio y de investigación, un espacio de amplio archivo de la memoria cultural, además de la música, también de otros aspectos de los modos de vida de las gentes, de todos sus saberes y haceres. Después, de manera importante, se trata de un espacio que suscita el movimiento de mucha gente venida de fuera –estudiantes, investigadores, músicos folk, aficionados, periodistas, etc- lo que supone importantes impactos económicos y sociales nada menospreciables para las microeconomías locales de alojamiento y restauración. Agregar que todo esto constituye una contribución más a la divulgación y promoción de las tierras mirandesas. Y, del mismo modo, el Centro constituye un polo dinamizador de la vida social y cultural en la región.
P.- Parece que fue ayer, pero ya van 20 ediciones del Festival Intercéltico de Sendim.
R.- Si, de hecho, el tiempo pasó muy deprisa. El Festival Intercéltico de Sendim fue creado en el año 2000 en el marco de las actividades desarrolladas por el Centro Sons da Terra. Sus objetivos fueron claramente definidos desde el principio: promocionar y divulgar las tradiciones musicales mirandesas y del Nordeste Transmontano, desde la perspectiva más tradicional sobre las formulaciones estética folk. Y lo hizo con un encuadramiento cultural que tuviese en cuenta las relaciones de proximidad con los pueblos castellanos y leoneses, gallegos y asturianos, sin dejar de hacerlo en conjunto con una perspectiva intercelta más amplia, de recorte intercéltico (sobre todo del área llamada Arco del Atlántico). A lo largo de estas 20 ediciones (interrumpidas durante dos años 2020 y 2021 por la pandemia) tales objetivos fueron cumplidos y la respuesta de los visitantes fue extraordinaria, siendo el festival una referencia en los contextos de los festivales folk ibéricos.
El Festival Intercéltico de Sendim (Miranda do Douro), creado en el 2000, es una referencia en los contextos de los festivales folk ibéricos
P.- ¿Qué supuso para el investigador Mário Correia la Medalla del Mérito Cultural de la República Portuguesa?
R.- La asignación por el XIX Gobierno Constitucional de Portugal, en 2012, de la Medalla del Mérito Cultural fue un reconocimiento de todo mi trabajo a lo largo de más de tres décadas, sobre todo en lo que se refiere a la recogida, estudio y divulgación de la música tradicional portuguesa, así como de la música folk en el ámbito nacional y europeo. Ese reconocimiento fue una enorme contribución para la afirmación del Centro Sons da Terra en el terreno, y decisivo para los convenios de colaboración que se establecieron con diversas instituciones universitarias. Pero también han sido otras distinciones, como el Premio Europeo de Folklore Agapito Marazuela (Segovia, 2007), el Premio Chosco de Oro (Asturias, 2010), el Premio Etnografía y Tradición de la Fundación INATEL (Lisboa, 2019) y el Premio Serondaya de Ciencias de la Cultura Humana (Asturias, 2019), entre otros varios. Son distinciones de las que siempre hago motivo de repartir con todos mis informantes, -gaiteiros y tamborileros, pauliteiros, cantadores y cantadoras...-, en fin, con toda la gente que mantiene vivas las tradiciones musicales de nuestras tierras portuguesas, destacando especialmente las tierras mirandesas y trasmontanas en general.
P.- En cuanto a la cultura tradicional, ¿no cree que existen muchas contaminaciones?
R.- Esa es una realidad de siempre. Cuando hablamos de cultura tradicional estamos hablando del mundo de lo inauténtico, de contaminaciones, de mezclas, de asimilaciones, de aculturaciones, de mestizajes. Siempre fue así. No existe cultura auténtica; ese concepto fue creado con el romanticismo y no corresponde a la realidad de siempre. Etimológicamente, auténtico es aquello que es legitimado por alguien que supuestamente es especializado o especialista del tema, que con su aptitud legítima, auténtica, legitima un determinado bien o expresión cultural. Las contaminaciones siempre existieron en la cultura popular: el pueblo integra y asimila, adapta y modifica aquello de lo que gusta para su servicio y placer. Lo que acontece es que en el mundo contemporáneo, ese nivel y dimensión de contaminación, es mucho más grande y acelerado por la llamada modernidad líquida determinada por la globalización, de base mercantilista, que descontextualiza y transforma todo en productos comerciales. Vivimos tiempos de vida acelerada. Creo firmemente que no morirá todo aquello que continúe teniendo un sentido para las personas.
Por cierto, tenemos una respuesta muy poderosa de las culturas locales en la tentación de la homogeneización llevada a cabo por las culturas dominantes de la globalización: la respuesta de la globalización. En el fondo, lo universal no es nada más ni nada menos que un local sin paredes. Mientras tanto, en el contexto en que nos movemos –tierras vaciadas en el interior- el problema de la despoblación viene a acelerar todo el proceso de pérdida y de adaptación de las tradiciones. Sin gente aquí nada es posible. Ni la inevitable contaminación de las culturas populares y tradicionales.
P.- ¿Logrará salvarse, al menos, lo que tenemos ahora de la cultura tradicional?
R.- Se salvará lo que tenga que salvarse. Quiero decir: aquello que las personas sienten que forma parte de su vida, que conforma su identidad, que las distingue de las otras y que tiene sentido seguir alimentando. Seamos realistas: la salvaguarda o la salvación no se consiguen por decreto, por la fuerza de la ley. Solo será posible si las personas sienten que eso es importante. Pero para eso es necesario que permanezca la conciencia de esa individualidad caracterizadora. El papel de las escuelas es muy importante en este sentido. Así como de las instituciones políticas y del poder local, nacional e internacional. Y de la ciudadanía en general. A lo largo de los tiempos tenemos ejemplos de elementos culturales que parecían muertos y que un día regresaron, son recuperados. El centro de todo esto son las personas; las culturas no sobreviven sin las personas. Muchos de los valores y expresiones de la cultura tradicional están vinculados a modos de vida que ya no existen; ¿se adaptarán a los nuevos tiempos? ¿Resistirán a la vorágine homogeneizadora? Son enfrentamientos difíciles y solo el futuro nos dará las respuestas.
Muchos de los valores y expresiones de la cultura tradicional están vinculados a modos de vida que ya no existen, ¿Se adaptarán a los nuevos tiempos? ¿Resistirán a la vorágine homogeneizadora?
P.- Si le menciono a la PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado), ¿qué le viene a la cabeza?
R.- Un Portugal amordazado, lleno de miedo, atrasado y sin futuro. La PIDE era la policía política de un régimen dictatorial que mantenía una guerra colonial sin salida, y condenaba al pueblo portugués a la emigración. Era una organización criminal: persiguió, arrestó, mató, condenó al exilio a los mejores de Portugal, aquellos que se batían por la libertad y por la democracia. Aquellos que denunciaban la represión y la opresión. Fue protagonista de los peores años de cuantos se vivieron en Portugal.
P.- Pasemos a Abril de 1974, ¿qué supone para usted esa fecha?
R.- “El día entero y limpio”, como escribió la poeta Sofia de Mello Andresen. Fue la madrugada redentora, abriendo las puertas de la libertad y de la democracia, abriendo prisiones, acabando con la guerra colonial, restaurando las más amplias libertades democráticas y situando por la vía de los militares los destinos del pueblo en las manos del pueblo. Pero, sobre todo, dando inicio a todo un proceso de reconstrucción del país, en el camino del desarrollo y de la convivencia europea. Lo que somos hoy como País se lo debemos enteramente a las puerta que abrió Abril. Yo vi a todo un pueblo luchando por la paz, por el pan, por la salud, por la vivienda. Fueron tiempos heróicos y verdaderamente épicos. Esa historia nadie la puede reescribir, nadie la podrá borrar.
Mário Correia en 1975, durante la Revolución de los Claveles
P.- ¿Cuál fue su implicación en la Revolución de los Claveles?
R.- Todo comenzó con una participación de protesta iniciada en tiempos de estudiante, con la progresiva conciencia de que la dictadura fascista que nos enviaba a una guerra colonial injusta, que condenaba al pueblo a la miseria y a la emigración, que mantenía al país aislado de toda Europa democrática –“Orgullosamente somos!”, proclamaba el dictador Salazar- tenía que acabar, y que eran muy importantes todos los apoyos. Una gota con otra gota y otra gota más puede ser un aguacero. Muchos pequeños granos de arena hacen, en conjunto, el arenal de una playa, amplio e inmenso. Mi incorporación al Ejército portugués (en el curso de oficiales milicianos, en Mafra, la tierra cuyo convento inspiró a José Saramago para la obra ‘Memorial del Convento’) para el cumplimiento del servicio militar me llevó, por fuerza de la politización adquirida en tiempos de protesta y resistencia, a integrarme en los equipos de Dinamización Cultural de la 5ª División del Estado Mayor, que fueron al campo a ayudar a realizar la Revolución. Fue un periodo que se prolongó hasta el 25 de noviembre de 1975 y que quedó conocido como el PREC (Periodo Revolucionario en Curso), durante el cual las grandes protagonistas fueron las fuerzas armadas (Movimiento de las Fuerzas Armadas) y amplios grupos populares en lucha por sus derechos (conquista de la tierra, control operativo, creación de estructuras de poder popular, lucha por la salud, educación y vivienda).
Portugal era un grito de alegría y de lucha por una vida mejor. Como decía una canción de la época, “solo se puede querer todo cuando no se tuvo nada” y el pueblo salió a las calles, con los militares, para conquistar todo. Mi colaboración fue total y desarrollé todo ese trabajo, como militar, en la zona de Castelo Branco, en el centro del país: mejorando aldeas (carreteras, puentes, centros de ocio), encuestas económicas y de salud, creación de enseñanza oficial, creación de estructuras de poder popular, dinamización cultural, creación de periódicos locales, etc. Todo fue apoyado por el equipo de militares. Y yo, inclusivamente, fui refrendado por el voto popular, y llegué a ejercer funciones de presidente de la Câmara Municipal de Proença-a-Nova.
P.- ¿Qué queda de todo aquello?
R.- En primer lugar, algo que es extremadamente importante: comprobamos que era posible construir un mundo mejor para todos, que la libertad y la democracia eran valores fundamentales para una vida digna. Fue un tiempo de lucha y de aprendizaje rumbo al futuro. Se pusieron las bases de un nuevo poder local, se creó el Servicio Nacional de Salud, se puso el acceso a la educación al alcance de todos y sin discriminación social, se instituyó el voto universal, se acabó con la guerra colonial, se extinguieron las policías represivas (como PIDE/DGS), se aprobó una nueva constitución, se reformaron los mecanismos de justicia, se creó la seguridad social ampliada a toda la población, se instituyeron mecanismos de control financiero nacionalizando toda la banca y los sectores clave de la economía nacional. Mas fácil sería decir lo que no se hizo. Portugal comenzó a cambiar a partir de esa fecha, de modo irreversible, a pesar de los ataques de las fuerzas anti-progreso, antidemocráticas, anti-libertad. Muchas de las conquistas de Abril fueron cambiadas, otras adecuadas, otras mejoradas; pero se conservaron, hasta hoy, las simientes de la democracia y de la libertad. Páginas de historia muy lindas, no menos utópicas, pero que yo de buen grado volvería a vivir con la misma entrega y entusiasmo.
P.- Usted fue una persona allegada al músico y poeta José Afonso, ¿qué supone este personaje para la cultura portuguesa?
R.- Algo o bastante próxima a José Afonso por las cantigas y por todo su mensaje, sí, mucho. Desde los tiempos de estudiante, en que las canciones de José Afonso (juntamente con otras de Adriano Correia de Oliveira, de Manuel Freire, de Tino Flores, de Luís Cília, en una primera fase, y después de muchos más cantantes, como José Mário Branco, Fausto y Sérgio Godinho, entre otros), formaban parte integrante de nuestra banda sonora de contestación y de denuncia del régimen. José Afonso fue nuestra gran voz de protesta y de contestación, alguien que nos llevó a confirmar que había otra música tradicional que no era aquella música resignada y manipulada de los grupos folclóricos controlados por el poder, o del fado domesticado y amordazado del fatalismo portugués. José Afonso trajo para la canción la gran poesía (y cito también a Luis de Camões). Hay un antes y un después de José Afonso en la escena musical portuguesa. No fue solo un músico, compositor e intérprete nacional, fue la voz más importante de la canción de la resistencia; él tiene –continua teniendo- una dimensión universal. Yo tengo escritos muchos libros sobre la vida y la obra de José Afonso porque su memoria permanece hoy tan eficaz y necesaria como durante todo el tiempo en vivió.
Tengo escritos muchos libros sobre la vida y la obra de José Afonso, porque su memoria permanece hoy tan eficaz y necesaria como durante el tiempo que vivió
P.- Finalmente, ¿cómo ve Mário Correia la política actual, un hombre con mucha personalidad y afirmación política?
R.- Soy una persona que nació y vivió una buena parte de su vida durante los años 50 de la dictadura (1952-1974), embriagado por los tiempos de la Revolución de los Claveles (1974-1980) y que ahora saborea con tranquilidad, pero siempre con implicación ciudadana constante y, en la medida de lo posible activa, el tiempo de la libertad y la democracia. Ciudadano siempre atento y activo –no conozco otra manera de ser y de estar en la vida sin ser comprometido y militante de causas y no saboreando las cosas –vivo con alguna inquietud señales preocupantes de amenazas totalitarias y antidemocráticas, miedos al racismo y la xenofobia (mismamente entre ‘iguales’), una cierta incapacidad de resolver los problemas concretos y más urgentes o prioritarios del día a día de las personas, así como ciertas tentaciones de fuerte limitación de los derechos, libertades y garantías individuales. Mientras tanto, sigo inclinándome por una gran cantidad de valores y de principios que conforman y dan consistencia a la idea de la utopía como tal. Las utopías son irrealizables, es conocido: pero un pequeño paso en la dirección cierta y eso es lo verdaderamente importante. Como cantó José Afonso, creo y sigo creyendo en la “ciudad sin muros ni almenas, con todos iguales por dentro y por fuera...” (“cidade sem muros nem ameias, com todos iguais por dentro e por fora...”).