En una noche estrellada de sábado primaveral, la plaza central de Pinhel se transformó en un escenario de ensueño, transportando a los espectadores a una época de caballeros y castillos, donde la música medieval, aunque mejor vikinga de la mano del grupo Manuk -especialistas en recrear con su arte musical diversos periodos históricos - y el malabarismo de fuego con Malatitsch - un grupo de artistas que combinan varias técnicas de diferentes artes para realizar espectáculos de calle, centrándose esencialmente en las artes circenses y el fuego-. Ambos se fusionaron en un espectáculo inolvidable. Este evento, organizado por la Câmara Municipal de Pinhel -con la presencia de su presidente, Rui Ventura, y la vicepresidenta, Daniela Capelo-, prometía una velada llena de magia y asombro, y no decepcionó. Además, contó con la presencia del miembro de la dirección del Grupo del PSD en la Asamblea de Portugal, Pedro Alves.

Todo el programa nocturno comenzó con más de 300 comensales participando en la Cena Medieval. Durante la misma, que este año tuvo lugar en el Jardim 5 de Octubre, la animación fue constante. Vuelo de halcón, música, baile y mucha interacción con el público que no se cansaba de aplaudir y animar a Pinhel.

El público comenzó a congregarse al anochecer para comenzar con el espectacular Torneo de Caballos y el Espectáculo de 'Fuego en Liça', junto a la Iglesia de São Luís. El ambiente pronto se llenó de una anticipación palpable. La zona del parque elegida para el evento estaba adornada con estandartes coloridos, creando una atmósfera que evocaba un mercado medieval. Puestos, en la cima, puestos de comida ofrecían manjares típicos de la época, como panes rústicos, carnes asadas, cerveza y ginja, que los asistentes degustaban mientras exploraban el lugar.

A medida que las sombras se alargaban y la noche se asentaba, los primeros acordes de música medieval comenzaron a resonar. Un grupo de músicos, vestidos con atuendos tradicionales, animaba el espectáculo. Sus instrumentos —laúd, flauta y tambor, con una voz impecable, eran los Manuk— llenaron el aire con melodías ancestrales, transportando a los asistentes a tiempos lejanos, cuando los vikingos surcaban los mares del norte y traían vientos también de la Escocia más antigua. Grandes profesionales.

La música era tan envolvente que, por un momento, parecía que el bullicio de la ciudad había quedado atrás, reemplazado por la serenidad de un paisaje medieval. Cada pieza interpretada contaba una historia, desde las aventuras de un caballero errante hasta las dulces baladas de amor cortés. Los músicos se movían con gracia, sus dedos volaban sobre las cuerdas y las teclas, y el público permanecía hechizado, capturado por la autenticidad de la experiencia.

El malabarismo de fuego

De repente, la música se tornó más intensa y el tambor comenzó a marcar un ritmo acelerado. Era el preludio del espectáculo circense de malabarismo 'Fuego en Liça'. De entre las sombras surgieron los malabaristas, sugestivos músculos marcados ellos y con trajes oscuros ellas y ornamentados con purpurina en sus caras que brillaban bajo las llamas.

Las antorchas encendidas en sus manos dibujaban círculos de luz en el aire nocturno, creando un espectáculo visual hipnótico. Cada movimiento era una coreografía precisa, una danza de peligro y destreza que mantenía a todos al borde de sus asientos. Las llamas parecían tener vida propia, siguiendo el compás de la música de Manuk en una sinfonía de fuego y luz. Eran ellas y ellos de Malatitsch. Divertidos, espectaculares, artistas... muy buena gente.

El clímax de la actuación llegó cuando los malabaristas formaron una gran rueda humana, lanzando antorchas encendidas de un lado a otro con una sincronización perfecta. El público, con los ojos muy abiertos y la respiración contenida, rompió en aplausos cuando la última antorcha dejó de alumbrar.

Un final mágico

La noche concluyó con una pieza musical final, una melodía suave y melancólica que invitaba a la reflexión y el cierre. Los malabaristas, agotados pero radiantes, se unieron a los músicos en el escenario, y juntos hicieron una reverencia profunda, recibiendo una ovación de pie del público emocionado.

Al dispersarse la multitud, la magia de la noche permaneció en el aire, dejando una sensación de asombro y armonía. Fue un testimonio del atractivo atemporal de las artes medievales y del poder de la actuación en directo para cautivar y transportar.

Esta noche de música medieval y malabarismo de fuego fue más que un espectáculo; fue una ventana al pasado, un recordatorio de la belleza y el misterio de eras pasadas, traídas a la vida con pasión y habilidad. Los asistentes se fueron con una chispa en el corazón, llevándose consigo el recuerdo de una noche donde la historia y el arte se encontraron bajo las estrellas del cielo de Pinhel, ay!