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Región

La que se avecina

7 enero, 2017 23:21

Pasó la Navidad en paz y armonía, pasaron los Reyes Magos con sus desfiles festivos y suntuosos y la cotidianeidad empieza a recuperar lentamente su pulso en este año nuevo, que echa andar aureolado de incertidumbres diversas, ay.

El primer hito de 2017 tendrá lugar el 20 de enero cuando Donald Trump sea coronado nuevo emperador de Occidente en la escalinata del Capitolio, poniendo fin a la era Obama, aquella confluencia planetaria grotesca que imaginó José Luis Rodríguez Zapatero y que, a la postre, ha quedado en poco más que en bonitos fuegos de artificio. La confluencia le fue bien sobre todo al propio Zapatero y también a algunos de sus allegados, caso de Leire Pajín, quien supo aprovechar la puerta giratoria de la Organización Panamericana de Salud.

Los ocho años de Obama han sido mayormente divinas palabras. Su balance es más bien escaso, tal vez porque el propio sistema político norteamericano le fue recortando las alas. ¿Ocurrirá esto mismo con Trump? Promesas incumplidas, desilusión en muchas materias, he aquí el legado real de Barack Obama, el primer presidente de raza negra de los Estados Unidos.

La derrota electoral de Hillary Clinton ha sido asimismo una bofetada a la propia era Obama. Resulta inexplicable que un candidato tan presuntamente ‘cavernícola’ como Trump, al que repudiaban incluso los propios dirigentes del Partido Republicano, acabara ganándole la partida a Obama y los Clinton.

Se han cargado las tintas sobre los disparates de Trump, pero se ha escrito poco sobre el hartazgo de la sociedad norteamericana hacia una clase política ensimismada y distanciada de la ciudadanía, esas sagas, como la de los Clinton, cuyo anhelo era convertirse en otros Kennedy, que se pasan el poder de padres a hijos sin ningún rubor como si se tratara de una herencia.

Lo de Ana Botella en la alcaldía de Madrid producía arcadas, igual que la presencia de Hillary en la Casa Blanca. Si ésta hubiera triunfado en estas pasadas elecciones, en unos años veríamos a su hija, Chelsea, de aspirante a ocupar el despacho oval. En fin.

El fenómeno Trump es un aviso a navegantes, una llamada de atención a las clases políticas y a los ciudadanos de las democracias occidentales: si no se ataja con dureza la corrupción política, el nepotismo desaforado, la oligarquía depredadora, se abren las puertas de par en par a los populismos.

Podremos comprobar sus efectos en algunas de las citas electorales de calado que nos aguardan en 2017, en el mes de marzo en Holanda, donde puede alzarse con el triunfo el Partido de la Libertad, de extrema derecha, o en abril en Francia, donde puede suceder otro tanto con Marine Le Pain y su Frente Nacional.

La llegada de Trump augura en lo económico una vuelta al proteccionismo. Si a ello unimos la subida del precio del petróleo, la exagerada deuda pública de España, la fragilidad de nuestra economía, incapaz de enfilar por la senda de la investigación y una industria sólida que sea capaz de adelgazar la gruesa panza del desempleo, las perspectivas en 2017 no resultan demasiado halagüeñas.

En lo relativo a nuestro entorno más cercano, Castilla y León, el primer semestre del año presenta el interés de los congresos regionales y provinciales de los grandes partidos, PP y PSOE, tanto en uno como en otro, con horizontes poco nítidos. En el primer caso, se dirime el futuro de Juan Vicente Herrera, si repetirá o no como presidente del partido; y en el segundo, las guerras intestinas entre los socialistas, que han dejado en precario al actual secretario regional, Luis Tudanca.

Pero estas refriegas domésticas las dejaremos ya para un próximo artículo. Porque hay materia, sí, para un análisis político local en profundidad. Las opciones iniciales para dirigir el PP regional, bien un heredero de Herrera, bien Martínez-Maíllo o un propio, dizque Fernández Mañueco, se ramifican en más flecos de los previstos.

Así pues, la que se avecina. Conque, a ponerse a resguardo que vienen los nuestros, ay.