La Milana hace pedagogía internacional de su pasión por las ondas literarias
Decía Charles Darwin que no sobrevive el más fuerte, ni siquiera el más inteligente, sino el que consigue adaptarse mejor al cambio. Esta acomodación requiere que el ser humano vaya a la estela del medio, pues no somos más que ciudadanos de alquiler en un planeta del que a buen seguro no nos devuelvan la fianza. Pero en la evolución personal, la de andar por casa y que se mide en éxitos o fracasos a corto plazo, es necesario dar un paso al frente y hacer bueno ese dicho de “renovarse o morir”. Tomar la iniciativa y que el medio se adapte a ti.
Esa es una de las ideas que subyacen del cambio de rumbo que La Milana Bonita tomará en el próximo año. Este exitoso programa de radio -por ponerle una etiqueta, ya que en realidad es mucho más que eso- que acerca la literatura a sus ‘escuchantes’ pretende seguir creciendo con un proyecto social en la otra orilla del Atlántico. No obstante, antes tienen que cumplir con creces ante sus numerosos seguidores con la octava temporada, la cual comienza el próximo 31 de enero.
Se trata de un paso más en la trayectoria de este trío, formado por Víctor Gutiérrez, Eduardo Martín y Nacho Pilloneto que no sabe estar quieto, literalmente. La aventura comenzó en marzo de 2010 con la intención de cubrir un espectro radiofónico casi intocable, el de la literatura. Tras siete temporadas en las ondas en las que han analizado más de 130 libros y han superado el millón de descargas de su podcast, decidieron publicar ‘Esto no es una revista literaria’. Se trata de un libro financiado por micromecenazgo y formado relatos y reportajes que proponen un equilibrismo sobre la fina frontera que separa realidad de ficción.
Y por si esto no fuera suficiente, ahora quieren cruzar el ancho océano y fomentar esa actitud social que siempre han albergado en su esencia. Una “transformación”, como reconoce Eduardo Martín, que surge “porque nos apetece motivarnos”, apuntilla Víctor Gutiérrez. Para encontrar esa motivación hay que ir variando y nada como pensar a lo grande para tener la mayor incidencia posible.
Este proyecto a largo plazo tiene una doble vertiente. Por un lado, la de acercar y enseñar de primera mano el mundo de la radio comunitaria a chavales que tienen menos medios para ello. Pero además, lo complementarán con una idea de biblioteca en lugares donde el acceso a la literatura es mucho más difícil que en España. Aspiraciones más propias de la asociación literaria en la que se constituyeron en verano de 2015. La Milana Bonita no parece tener techo en sus aspiraciones.
“Hacía falta algo así”, reconoce Martín Espallargas, pero tenían que ir más allá y no quedarse en el pensamiento de dar “una vuelta” al programa radiofónico. Y, al final, lo único con la “envergadura” suficiente era esta sana locura social. Una idea que nació de los muchos programas con público que han realizado en varios institutos o bibliotecas de la ciudad o en la Casa de Zorrilla. Para Víctor Gutiérrez se trata de “romper la barrera” que se ha creado entre el público y la literatura. “Es una manera de reventar un poco el establishment del canon cultural literario y devolverle la letras a la gente”, asevera.
Acaso ese sea el ideal más fuerte que La Milana Bonita quiere extender con este proyecto internacional. No se trata de caridad o humanidad, aseguran, sino de dar forma a un proyecto fundado en sus creencias ideológicas de una radio y literatura libres. “Creemos que el diálogo y la comunicación sin que una empresa lo monopolice es bueno para la sociedad”, defiende Gutiérrez. Una idea en la que creen y que quieren transmitir junto al debate que acarrea: “Es nuestra manera de entender que queremos hacer algo diferente”.
Tan solo están dando rienda suelta a su esencia. “No es buenismo, es nuestra manera de entender el mundo”, algo que hacen de la mejor manera en la que se pueden encarar los envites: siendo uno mismo. “Con la Milana no pensamos cambiar el mundo”, asegura Martín, pero si ese cambio de paradigma llega, bienvenido sea.
Proyecto integrador
El factor social del proyecto que quita el sueño a estos tres amantes de las letras, los cuales coincidieron estudiando periodismo en la Universidad de Valladolid, es el de dar las herramientas a una comunidad para que haga con ellas “lo que les dé la gana”.
“No solo es llegar allí y explicar qué guay es la radio”, afirma Eduardo Martín, sino que lo que hace “bonita” a esta idea es dar esos posibles a una comunidad. Talleres de radio, de cómo editar o montar audio que van de la mano con un acercamiento de la literatura.
Pero esto no es llegar allí e imponer las ideas que han adquirido tras siete temporadas de experiencia, sino que su meta es “totalmente integradora”. Es decir, allí buscarán colaborar con otras asociaciones que trabajen el territorio para ayudar a gestionar la puesta en marcha de otros proyectos con la experiencia que les otorga el llevar más de seis años montando sus propios programas grabados desde casa.
A pesar de que ellos consideran que son “solo gente a la que nos gusta leer”, La Milana Bonita les ha formado hasta convertirlos en expertos por las circunstancias, que es como mejor se aprende. Eduardo Martín lo ejemplifica a la hora de comparar las opiniones de las primeras temporadas con las de las últimas. “Hay un salto increíble y hemos aprendido mucho de radio”, reconoce.
Al fin y al cabo lo que han provocado es que su afición por la radio y la literatura les haga mejores profesionales, sin necesidad de un certificado que lo homologue. Porque la vida se aprende con la práctica a pie de calle y no en los libros. Por paradójico que eso pueda sonar en relación a La Milana Bonita.
Lo que sí tienen claro es que “La Milana no va a morir” y que el final de esta octava temporada radiofónica solo será un punto y seguido en su camino. Estos tres amantes de las letras y del poder de la radio tienen la necesidad de estar en continuo movimiento para alcanzar otras cotas, no más altas pero sí diferentes. Porque si no te mueves, ¿quién sabe lo que te estás perdiendo?
La Milana Bonita volará hasta América del Sur -todavía no saben dónde porque el proyecto aún está en fase embrionaria- para cumplir su pequeño papel de “justicieros” en contra del discurso elitista de la literatura, ese que le despoja del matiz popular que sí tiene. Estos tres locos de la radio y las letras dan rienda suelta a sus inquietudes y vuelven a acercar la literatura a la gente. A manos de las que nunca debió salir.