Este Lunes Santo recorrió las calles del centro de Salamanca -sobre todo su casco histórico- el Cristo de los Doctrinos y la Virgen de la Amargura, en un recorrido silente y con el acompañamiento de las cadenas que rompen el silencio de la noche.

Daba gusto ver las calles de la ciudad de esta manera, repletas y silenciosas. La magia de la noche, y de la historia, cayeron sobre la calle Compañía, quizás la más emblemática de la Salamanca del estudio, cuando con paso cansino avanzaba la marcha penitencial, sólo rota por las cadenas y las esquilas de los monaguillos. Una calle, a buen decir que se interesan por ella hasta los americanos para sus series, única.

La historia de este Cristo nos conduce hasta 1985, ante la ausencia de desfile en la noche del Lunes Santo, la Vera Cruz asumió la organización de la única procesión en que se muestra en solitario. Un cuarto de siglo después puede decirse que se ha convertido en una de las más austeras de la Semana Santa salmantina, especialmente a partir del cambio estético producido en 1995, que redujo el adorno floral del Cristo a un puñado de cardos y resaltó la hermosa sencillez de la Virgen. El momento central de la procesión es la estación ante el Santísimo Sacramento en la Catedral Nueva. Pero en su camino va dejando, junto al intenso aroma del incienso, bellos retablos con los monumentos iluminados en la noche y el resalte ocre de la piedra de Villamayor.

VÍDEO Y FOTOS LUIS FALCAO