El Himno a la Alegría para celebrar la Resurrección
Repique de campañas, suelta de la palomas, capillos que se levantan para dejar ver las caras de los papones y el Himno a la Alegría de la novena sinfonía de Beethoven, marchosamente interpretado por la banda, saludaron la Resurrección, escenificada en la capital leonesa con el Encuentro entre la Virgen y el Resucitado, con San Juan como testigo. Y todo ello en un escenario inmejorable: la plaza de armas de la Catedral.
Esperando el sabido acontecimiento religioso miles de personas, el Cabildo catedralicio, el obispo y casi toda la Corporación Municipal, con su alcalde a la cabeza. Como manda la tradición. Como está escrito en los cánones. Y los abrazos. Volando las palomas y tras las últimas notas del cuarto movimiento de la Novena de Beethoven, las felicitaciones, los abrazos y muchas lágrimas, personalizadas en este caso en el presidente de la Junta Mayor Mayor de Semana Santa, Manuel Ángel Fernández, quien, agarrado al varal de su paso no pudo reprimir un hondo sollozo. De satisfacción, de alegría. De felicidad por el deber cumplido. Bueno, y por la Resurrección. A su lado, sus compañeros papones se abrazaban y felicitaban.
La procesión, la última de esta espléndida Semana Santa leonesa, se iniciaba al romper el alba en la parroquia de Jesús Divino Obrero del barrio de El Ejido. De allí, partida en dos, ascendieron hacia la catedral. Por un lado el paso de la Resurrección; por el otro, la Virgen, que salió siendo una Soledad de luto, rota por el dolor; y terminó convertida en una Virgen de la alegría, con manto blanco y feliz.
El cambio de manto lo realiza un papón de la hermandad de Jesús Divino Obrero, quien, con paciencia y parsimonia, retira los veinte alfileres que sujetan el manto de luto y los vuelve a colocar para fijar el mando de encaje blanco.
Tras la ceremonia en el interior de la Catedral, la procesión se reanuda por las estrechas calles del casco histórico hasta descender al barrio de El Ejido, done los pasos entran en la parroquia bajo los sones del himno nacional y los aplausos de todos los vecinos. Agotados, vencidos, pero satisfechos y orgullosos, los hermanos de Jesús Divino Obrero se despiden entre abrazos hasta el año que viene.