El Huerto de Calixto y Melibea, un lugar para enamorarse
Salamanca es bella, de eso no cabe duda. Además como buena ciudad universitaria que se precie, es bulliciosa. Sus calles del centro, llenas de jóvenes estudiantes y no pocos turistas, desprenden color y algarabía. Pero, en medio de todo ello, hay un remanso de paz y silencio. Es el Huerto de Calixto y Melibea.
Este lugar ofrece tranquilidad y también algunas de las mejores vistas de la ciudad, pues está en lo alto de la muralla. Desde él se puede ver tanto la huida del río y como el horizonte hacia el oeste, precisamente donde descansa el Puente Romano, su berraco y la escultura de uno de los personajes que marcó el devenir de la historia literaria, el salmantino 'Lazarillo de Tormes'.
Si bien el joven Lázaro dio difusión universal a Salamanca, no menos el libro 'Tragicomedia de Calixto y Melibea', atribuido a Fernando de Rojas y cuyos personajes principales -con permiso de La Celestina- dan nombre al huerto del que hablamos.
Dice la leyenda que el autor de esta obra (1499) ubicó la trama, las aventuras y desventuras de los enamorados que llenan sus páginas, en este paraje amurallado, próximo a la Catedral y a la Cueva de Salamanca.
Por ello, en el interior de este espacio de sosiego, descansa una escultura de la famosa alcahueta que conjuró a la pareja. Y, debajo del busto de 'La Celestina', el visitante puede leer un pasaje de la obra magna, tallado sobre la piedra: "Soy una vieja cual Dios me hizo, no peor que todas. Si bien o mal vivo, Dios es el testigo de mi corazón".
Este jardín, tal y como se le conoce en la actualidad, fue inaugurado en junio de 1981 y por su interior - con 2.500 metros cuadrados de extensión- se puede pasear entre sombras de naturaleza viva y con unas vistas que hacen del lugar uno de los sitios más apetecibles para visitar de la ciudad.
Si son muchos los turistas que se acercan, también es cita obligada para los enamorados, ya no solo porque en ella descansa la leyenda de 'La Celestina', sino también porque, en el medio, hay un pozo, un pozo con numerosos candados - con fechas y nombres-. Son las huellas de las parejas que pasean por allí, por el corazón de Salamanca, como si fueran los embelesados Calixto y Melibea.