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Región

Mayalde en Villarino, siempre Mayalde

2 julio, 2017 14:09

Este inicio de verano se presenta frío. Esa inclemencia meteorológica obligó, junto al viento que como cristales corta los rostros, a cambiar el escenario de la Plaza Mayor, donde antaño se bailaba y cantaba y también se bebía y se reía, al Centro Cultural. Fue transmutar el pasado por el momento, como el frío por el calor. El pueblo, Villarino de los Aires, esperaba esta actuación -programada por el Ayuntamiento- como agua en mayo -aunque ese mes no lloviera-. Era el regreso de Mayalde. Siempre Mayalde en el corazón de estas gentes y estos pueblos.

De Vilvestre y Cabeza. De Trabanca y Almendra. De Encinasola y Vitigudino. De Pereña y Villarino. Esa era la procedencia del gentío que llenaba el antiguo salón de cine. Todos a reir, disfrutar, cantar y qué pena, no poder bailar, con Mayalde. Es decir, Eusebio, Pilar, Laura y Arturo. La Familia. Los amigos. Los artistas.

Escribir sobre un concierto de Mayalde a estas alturas de la vida -y tras tantos años, vamos por los cuarenta de conciertos, verdad Eusebio, y parece que fue ayer cuando bailaba vestido de charro en el medio de la Plaza de Villarino con Pilar que se movía como una pluma en el aire con esa elegancia de las guapas charras- resulta casi repetitivo. ¿A estas alturas, digo, qué puedo decir nuevo de Mayalde? Pues sí, algo nuevo siempre se encuentra.

Es la 'vuelta de tuerca' que han dado a sus actuaciones. Más intimistas. Más artísticas. Más musicales. Quizás sea como esos conciertos de café, como para amigos. Es la intimidad del artista en comunión con su público. Es el Mayalde más auténtico. Podría decir casi el más artista, el más musical. Es el experimento de nuevos sonidos, siempre descubriendo. Es la inclusión de otros nuevos que, a buen seguro, hace algunos años parecían imposibles en el escenario, como el saxofón en manos de Arturo -y qué delicia aunque "parezca que aparece la Pantera Rosa", las cosas de Eusebio-. Es Laura en una nana a capela de auténtico lujo y emoción con su voz dulce -nos recuerda a la Pilar de antaño-. Es Arturo al que le brota la vida, el sentimiento, la energía, el acorde y el mejor acompañamiento -quizás le vendría bien ir dándole un pequeño empujoncito a Eusebio-.

Y qué decir de Eusebio. El alma. Es el escenario metido en su personaje. Y también su personaje que absorve todo el escenario. En Villarino hemos visto a un Eusebio actor. Es como el trovador teatral y músico. Él solo, cual si fuera el mejor monologuista, es espectáculo. Tiene ese filin tan personal, único... es el duende que no se aprende, innato. Es Eusebio. Y punto. No puede haber dos. Todas las comparaciones e imitaciones son odiosas.

En cuanto a la música. Es de agradecer este impulso hacia arriba en la búsqueda de nuevas sonoridades y nuevos experimentos en los ritmos de siempre. Nunca serán iguales dos conciertos de Mayalde. Es la improvisación el cordón umbilical que los une a cada auditorio. En Villarino siempre son especiales. Son esas canciones que ellos conocieron, escucharon, recopilaron y, principalmente, vivieron con las gentes que las enseñaron en portales, cocinas, bodegas y rondas. Muchos, la mayoría, ya no están entre nosotros. Pero como recuerda Eusebio, siguen a nuestro lado, no ocupan sitio en el concierto, pero se aferran a nuestras manos para bailar bien agarrados la eterna canción de la vida, de antes y de ahora, porque si estamos aquí, emocionándonos con la ronda, qué estupenda ronda, 'La zambomba' y diciendo adiós con 'La despedida' -qué pena que mucha gente la desconozca siendo una de las melodías más hermosas y que no necesita de instrumentos musicales, porque sus ritmos son la propia música-, es porque ellos, los ancestros nos las enseñaron a vivir y cantar.

Solo queda poner a Eusebio manos a la obra y de una vez por todas podamos recopilar en un doble CD las canciones de aquí, de Villarino de los Aires y de Cabeza de Framontanos. Es la mejor de las herencias que pueden tener los que vengan mañana. El recuerdo de que aquí existió un pueblo con sus vecinos que sabía trabajar, vivir, cantar y también bailar, aunque ahora parezca mentira, cachis!