Oreja para Maldonado y Domínguez en la primera de Pedrajas
Utreros de impecable presentación y variado juego fue la tarjeta de visita que Tomás Prieto de la Cal trajo a Pedrajas de San Esteban para lidiar la primera del Piñón de España; el ganadero cuyo padre era de Valladolid, vino acompañado de su madre, doña Mercedes Picón, y el mayor de sus hijos.
Los veraguas hicieron honor a su estirpe luciendo el clásico pelaje jabonero, albaío, barroso, etc…. y sacaron la casta, algo inusual en estos tiempos, salvo raras excepciones. Todos los novillos, en mayor o menor medida, fueron aplaudidos de salida por su presentación; y tres de ellos en el arrastre.
El vallisoletano Ricardo Maldonado, que sustituía a Rodrigo Molina, pechó con el albaío primero que se lesionó tras la salida del piquero. Fue muy protestado por las continuas caídas pero la presidencia se obstinó y lo mantuvo en el ruedo. - sería por el “pavo” que había de sobrero de Toros de Tierz -. Maldonado lo intentó pero en vano. Saludó una ovación.
El cuarto, otro jabonero precioso de hechuras y con plaza, fue algo brusco en la muleta del diestro pucelano. Los parones del utrero desconcertaron por momentos a Maldonado cuya lidia fue digna con voltereta incluida. Mató de entera tras pinchar y le concedieron un trofeo. Saludó el subalterno Carlos Donaire tras parear con torería.
David Garzón, hijo del mozo de espadas de Uceda Leal, estuvo muy inseguro con el barroso segundo; un novillo que recibió dos varas, fue noble y metió la cara en la muleta. La inseguridad ante la cara del animal no le permitió ni colocación ni distancia. Y además se le fue la mano con un sablazo. Silencio tras aviso.
Con el quinto, un encastado melocotón, precioso de hechuras y fuerte, estuvo más asentado y se le vio con más sosiego en la cara del utrero en una faena breve con la derecha. El animal fue duro de muerte tras dos pinchazos y una media lagartijera de eficacia extrema. Tras leve petición, luego fue silenciado. Se desmonteró el que fuera matador de toros José María Lázaro tras parear con elegancia y eficacia, además de hacer una buena brega en el segundo.
El tercero de los coletudos anunciado era Darío Domínguez que jugaba prácticamente en casa, ya que es de Íscar y trajo a numerosos aficionados que le hicieron saludar tras el paseíllo. Con el negro que hizo tercero, alto pero bien conformado y derribó con estrépito al caballo del picador, el iscariense obtuvo una oreja tras una faena aseada, con un toreo convencional y sin guiños a la galería; algo que a veces hay que vender y más en su terreno. Mató de estocada tras pinchar recibiendo un recado del palco.
Con el imponente jabonero que cerraba festejo, con brindis a los ganaderos, Domínguez tuvo unos principios muy toreros al doblarse con apostura. Pero el utrero, cuya presencia imponía, se volvió un tanto correoso y apenas le planteó faena. Con los aceros se atascó. Recibió un cariñoso saludo de despedida.
Casi tres cuartos de entrada (los paisanos llevaron más gente que nunca) en tarde entoldada con algunas ráfagas de viento y excelente temperatura. Al final salió el sol. Tras el paseíllo se guardó un minuto de silencio por la muerte del que fuera matador de toros albaceteño Dámaso González.