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Región

La Sierra de los tesoros olvidados

8 diciembre, 2017 01:49

En una sociedad tan célere como olvidadiza, donde la realidad virtual se impone a la experiencia adquirida, la tradición popular es en ocasiones un animal en peligro de extinción que el hombre aniquila sigilosamente sin darse cuenta de que con tan infausta acción está cercenando una parte de su propio ser. Durante generaciones, la verdadera historia de los pueblos no se escribía con ribetes en pergaminos, sino que se transmitía de boca en boca, con versos cantados o prosaicos. Relatos a la luz de una buena lumbre, esas que ya casi no se encienden en villas y aldeas donde el fantasma de la despoblación no perdona.

Cuando resultaba imposible discernir los límites de la existencia, el hombre recurría a la fe, el lado más ortodoxo de la ficción, o dejaba volar su imaginación con fantásticos relatos. Es aquí donde cobran protagonismo las leyendas, historias de antaño que a priori no son verdad. Pero, ¿y si lo fueran? Imágenes milagrosas, elementos y lugares mágicos, extraños animales, reinas moras, amores trágicos, misteriosos orígenes, grandes hechos y personajes, pero, sobre todo, tesoros centenarios. En la provincia de Salamanca abundan las leyendas de maravillas aún ocultas porque sus guardadores no pudieron regresar a por ellas. Y si hay una tierra donde aún esperan a ser descubiertos, es el sur charro, las Sierras de Francia, Quilamas y Béjar.

La Sierra de Quilamas

Esta zona se distribuye entre laderas y pendientes, múltiples recovecos y escondrijos que pasan desapercibidos para aquellos que no conocen al detalle cada palmo del terreno. Este tipo de montes se asocian generalmente a relatos fantásticos donde dos palabras caminan por una senda indisociable: cueva y tesoro. El más famoso es el de la cueva de la reina Quilama, con sus distintas versiones según se relate en Rinconada de la Sierra y Navarredonda de la Rinconada o en Valero y San Miguel de Valero. La historia de amor que intenta truncar el padre de la novia y provoca una huida en pos de un intrincado refugio donde los amantes permanezcan escondidos hasta la eternidad, eso sí, entre una gran fortuna.

Llegar hasta esta cueva es fácil en la actualidad, pero adentrarse en ella queda ya reservado para los más valientes. De hecho, cuentan los más viejos del lugar que en una ocasión un albañil, cegado por la codicia, quiso apoderarse del tesoro del enamorado rey godo, para lo cual convenció a un vecino que actuase como compañero de fatigas en su camino hacia la cueva repletos de cuerdas, garfios y picos. Nunca más se volvió a saber de ellos, se dice que quedaron presos por duendes que protegen el tesoro de desmerecedoras manos ajenas.

Los aldeanos de la Sierra han transmitido las leyendas de generación en generación

El otro gran tesoro escondido es la cabra de oro de Monleón. Cuenta la leyenda que un modesto tejedor tuvo una vez un sueño en el que se divisaba a sí mismo en lo alto de un monte. Allí, entre las rocas, se abría un pasadizo por el que entraba y comenzaba a caminar por sinuosos recovecos, así hasta llegar a una galería en cuyo final aparecía la silueta de varios objetos brillantes. Las premoniciones en el reino de Morfeo se hicieron realidad en los dominios terrenales, pero el aldeano sólo entregó la cabra al rey y se dice que el resto del tesoro continúa oculto bajo las rocas de la comarca de Entresierras.

En Béjar, en una ladera de Valdesangil, permanece el botín escondido por un general de Napoleón tras saquear a cientos de charros. Cuando el ejército francés fue expulsado de tierras charras lo guardó con celo y con la esperanza de regresar algún día para poder disfrutarlo. Pero jamás volvió. Muchos han intentado hallar el tesoro, pero nadie ha tenido éxito.

En el bejarano Regajo de los Moros, aguardan las riquezas que la comunidad sefardí ocultó antes de ser expulsada por los Reyes Católicos. Una piedra marca el lugar donde se esconde una caja repleta de joyas. Quien sepa interpretar las señales podrá hallarla.

Vista de Las Quilamas desde el castillo de Monleón

En Tejeda y Segoyuela se esconde la mesa donde el rey godo Don Rodrigo celebró su última cena. En Mogarraz se encuentra el tesoro de La Escobosa, donde los mozábares escondían el dinero de los cristianos. En la Fuente de la Higuera de Valero espera a ser encontrado un tesoro de los musulmanes, también junto a La Legoriza de San Martín del Castañar y en las Eras de Candinga de Villanueva del Conde.

Parajes de una singular belleza natural, donde el visitante podrá disfrutar de la típica arquitectura serrana y sus exquisitos productos gastronómicos. Lugares donde enriquecer la mente, la salud y, quién sabe si los bolsillos. Ahí aguardan los tesoros para ser algún día encontrados.