Barrio del Oeste, de selva de lagartijas a referente cultural comercial
En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. NOTICIASCYL inicia una serie dominical que repasará la evolución de los barrios de Salamanca a través de los recuerdos de niñez de sus habitantes.
Hoy, turno para el barrio del Oeste, una zona marcada hace medio siglo por la vía del tren hacia Portugal, las calles sin asfaltar y las tierras de labranza de la duquesa de Alba. Gracias a su vecina Bella Romero, de 81 años (aunque a ella le gusta más decir que tiene dieciocho al revés) y natural de Torresmenudas (un pequeño pueblo de la comarca de Ledesma), nos adentramos en un barrio que hace sólo medio siglo "de la calle Vitigudino para arriba no tenía nada, polvoredas en verano y barrizales en invierno, tierras donde iban los chavales a coger lagartijas, la selva de lagartijas lo llamaban". Ahora el barrio del Oeste es un referente de actividad del comercio local y sobre todo de vanguardia cultural, con una galería urbana y una actividad objeto de múltiples reportajes a nivel nacional.
Su actividad estaba marcada por las tierras de labranza que pertenecían a la duquesa de Alba, cuya actividad se centralizaba en un silo al final de la avenida de Villamayor, entonces el camino viejo de Villamayor. Lugar que, por cierto, fue refugio durante la Guerra Civil Española. El barrio estaba compuesto por casas ajardinadas, "eran una preciosidad", limitado por la iglesia de Carmelitas, entonces rodeada por una tapia, no como ahora que es una plaza abierta, "por ahí daba miedo pasar, entre la tapia del convento y la del hospital de la Santísima Trinidad". Las primeras viviendas construidas fueron en todo el entorno del edificio religioso, casas bajas a su alrededor.
También destacaba la vía del tren que iba hacia Portugal, en lo que hoy es la avenida del mismo nombre y que marca el límite entre los barrios del Oeste y Vidal. "De chicas íbamos a tirar piedras al tren, era un lugar peligroso, los chavales ponían cantos en la vía y después corrían por el terraplén. No hubo una desgracia porque Dios no quiso. Y luego el ruido espantoso que hacía el tren, se movían hasta las paredes cuado estábamos comiendo y era imposible estudiar. Cuando lo quitaron fue una gozada". Aunque algo sí perdieron, el saber la hora en función de la llegada del tren, "porque entonces no todo el mundo tenía reloj pulsera".
La fuerza comercial actual de este barrio, donde hay una gran actividades de las pequeñas tiendas locales, se resumía hace medio siglo a una tienda de ultramarinos en la plaza del Oeste, "lo llamábamos el señor de la berruga", recuerda Bella Romero, y una tienda en la avenida de Villamayor, "del señor Pedro, de San Pelayo", además de una frutería en la calle Fray Luis de Granada. Eran epicentros de convivencia, "como íbamos todos a las mismas tiendas, pues nos conocíamos todos, nos contábamos nuestros problemas y nos ayudábamos unos a otros".
Pero la sociedad evoluciona y con ella su estructura. La construcción de nuevos edificios trajo consigo nuevos negocios y el barrio adquirió una condición más urbanita. Además, padeció en los años ochenta el grave problema de la droga, teniendo en cuenta que esta zona está junto a Pizarrales, entonces un fuerte mercado de heroína. "Vimos morir a muchos chicos jóvenes, qué pena". Luego, ya en los noventa, "muchos se han ido pero a otras ciudades, en busca de trabajo, y ahora sólo quedamos personas mayores en muchos pisos. Menos mal que los jóvenes vuelven a moverse y en el barrio hay mucho ambiente y actividades"-
El barrio del Oeste era una zona de expansión de la ciudad en los años 60, "donde se construía sin orden ni concierto, a capricho de los constructores que no respetaban las pocas normas urbanísticas que entonces había". Desde la asociación de vecinos recuerdan que "era obligatorio urbanizar las calles donde daban fachadas del edificio a levantar, pero eso nunca se cumplía dando origen a que todo el barrio tuviera sus buenas casas, pero al salir a la calle todo eran barros y en algunos tramos no existían ni las aceras. Ante las movilizaciones de los habitantes de dichas calles, el Ayuntamiento por toda respuesta nos dijo que teníamos que pagar contribuciones especiales si queríamos tener urbanizadas las calles, cosa que se iniciaría de inmediato. Conseguimos que esa norma se paralizara y aunque ello nos supuso un considerable retraso en las obras, al fin no tuvimos que hacer ningún desembolsoE.
La construcción de la plaza del Oeste, epicentro actual del barrio, fue todo un acontecimiento. "Esto era un desastre, había calles que no se podían ni pisar, no llegaba la basura, se atoraban los carros, no había agua...", de ahí que este barrio siempre haya sido un ejemplo de lucha vecinal para reclamar mejoras a las administraciones. Una lucha que ya comenzó durante la dictadura, afianzándose durante los últimos años bajo la alcaldía de Beltrán de Heredia, y luego con la llegada de la democracia siendo alcalde el socialista Jesús Málaga, cuando comenzó a funcionar a actual asociación de vecinos ZOES. "Las mujeres del oeste nos llamaba, porque le pedíamos muchas cosas".
Que no había agua en el barrio, pues a la Plaza Mayor se iban sus vecinos con pancartas pintadas en trapos, o incluso con regaderas y cubos, sentándose dos días a las puertas del Ayuntamiento. "Le preparábamos muchas al alcalde y ya nos temían. Luego con Trocóniz también seguíamos pero nos hacía menos caso". Así, lograron que se arreglaran calles, se asfaltaran, se introdujeran nuevas tuberías de agua, servicios municipales... Grandes avances para un barrio que sigue reinventándose, "aquí siempre estamos pensando cosas nuevas", resume Bella Romero.