San Antón y San Sebastián aglutinan las fiestas tradicionales de enero
Las festividades de San Antón y San Sebastián constituyen el epicentro de las celebraciones de invierno, que guardan en sus orígenes toda una serie de celebraciones, costumbres y ritos interesantes y no menos fascinantes que, alegremente, dan paso a Don Carnal que en esta anualidad de 2018 viene muy alto, segunda semana de febrero. El ciclo de invierno comienza con la Navidad y la Epifanía, para prolongarse con santos como Santón, San Sebastián y San Blas y Santa Águeda y algunas celebraciones en honor a la Virgen, como Las Candelas que vienen de la mano de las Carnestolendas.
Pero ya que estamos en enero, cuando se hiela el agua en el puchero, nos encontramos el 17 con San Antón. Esta fiesta está muy generalizada en todos los pueblos. Siendo la provincia de Salamanca eminentemente agrícola y ganadera, no es de extrañar que hay encontrado en San Antón un ‘abogado’ protector de sus cosechas y remedio para los males que puedan acechar a los animales. Según conocimientos del viajero, no existe un solo pueblo o aldea salmantina que no haya festejado esta efeméride, ni, así mismo, una sola iglesia donde no figure una talla de este Santo. Hasta hace muy poco tiempo, raro era el municipio que el 7 de enero no celebrara fiesta, hasta el punto que podría decirse que era un santoral de los de mayor alcurnia que gozaba de fervientes cofradías. Aunque, a pesar de la esa generalidad en lo festivo, no queda exenta en variados y ricos localismos, en aspectos singulares que individualizan e, incluso, dan identidad a determinadas localidades, como acontece con Aldeadávila de la Ribera, La Alberca, Saucelle y Vitigudino, principalmente.
A pesar de que el mundo rural ha perdido el mayor componente de población y un cambio radical en cuanto a las labores agrícolas y los semovientes, en muchos casos con la desaparición de los animales de labor, no es menos cierto que San Antón o San Antonio Abad, sigue ejerciendo un gran influjo sobre los pobladores del mundo rural. De esta suerte, raro es no encontrar un pueblo/o ciudad, donde no se lleven a bendecir a los animales a la puerta de la iglesia.
Aún recuerda el viajero aquellos refranes de la abuela que pasaron a su madre de los que San Antón y el tostón eran palabras fijas: Por San Antón, el buen tostón. La vida agrícola y sus santos llegan a los pueblos con el primer mes del año. Muchas de aquellas costumbres se pierden, pero aún quedan ritos ancestrales que dan vida y razón de ser a muchos de nuestros municipios. No todo, por suerte, es ‘jaloguén’, fútbol, nocheviejas, asfalto y hormigón.
Las patas de cerdo o la lotería de los pies en Aldeadávila de la Ribera
El viajero comienza su periplo invernal de enero –antes de dar el salto también a Portugal, donde su calendario religioso y festivo tradicional no para ni con los fríos invernales-. Es la 'bufa de San Antón' en Aldeadávila de la Ribera, la víspera del Santo, cuando los muchachos del pueblo recorren las calles del municipio tocando todos los cacharros disponibles. Y, cómo no, participar en el sorteo de 'las patas de cerdo o la lotería de los pies". Los mozos recorren las calles ensordeciendo todos los rincones montados en mulos y burros. En la casa del mayordomo, mientras se degustan altramuces, obleas y dulces y se echa una pinta vino, se tizna a casi todos los presentes y colgarles algo en la chaqueta, con lo cual se prepara una gran algazara que dura hasta la madrugada, a esto llaman ‘ir a la bufa’.
Los aldeavilucos también pedían los pies de San Antón para una posterior rifa, que acontecía el día de San José. Las patas de cerdo regaladas o la lotería de los pies, como se conoce esta tradición en el pueblo, servían para hacer una rifa con un sabor característico. Semanas antes de la fiesta, por las calles del pueblo se escuchaba a un niño gritar
¿Quién le echa a los pies de San Antón, que se rifan el domingo?
El pregonero anotaba en un papel los nombres de todos aquellos que deseaban participar en el sorteo de las patas de cerdo. Por cada nombre anotado se entregaba al rifador una perra gorda. Con unas tijeras eran recortados los nombres de todos los concursantes y metidos en un bombo, y se sacaban los agraciados con una determinada cantidad de patas, establecida por el mayordomo, de acuerdo con la cantidad de donadas a San Antón por los vecinos.
La chiquillería, en el camino a la Plaza del Pueblo, lanza paja –ya no hay ceniza- y toca cencerros y cazuelas. Grita y se divierte. Juega con el Judas y la Ura. Ya conocen, porque todo fue explicado antes de salir en un divertido acto teatral, que es una tradición que celebraban sus ancestros. El sol se retira por los horizontes de Portugal. El frío se hace más intenso con la primera helada de la jornada. El Judas cae abatido y la Urga es espantada… Es momento de merendar, los chiquillos, porque los invita el Ayuntamiento, y el viajero emprende camino por el Duero. El trayecto es corto.
Con la luz apacible y desmayada de la luna, el viajero avanza y las ovejas, que salpican como copos de algodón los predios y cercados, le hacen compañía. Piensa que el diablo tiene sus milagros, también.
Deja atrás el corazón de Las Arribes y llega a Saucelle, donde, tras un cortejo procesional, se quema 'el capazo' por San Antón. Una pira que se hacía la noche anterior donde se quema el capazo o capacho en la Plaza, donde los asistentes son convidados por los mayordomos a vino y altramuces. No sin haber de por medio pasacalles con caballos que portaban el pendón.
Sin abandonar esta comarca, hace un alto en Vitigudino para disfrutar de la cabalgada de cintas en honor de la batalla de San Antón. Cabalgada y carreras de cintas. Una de las mayores tradiciones de la fiesta de San Antón por los pueblos de la provincia salmantina, como son las carreras de mulos y asnos. En Vitigudino, además, un caballista abre todo el cortejo portando el pendón de San Antón.
El Marrano de San Antón: solidaria tradición en La Alberca
Cruza el Campo Charro, no sin antes desviarse a Pitiegua donde los panecillos, para adentrase en la Sierra de Francia hasta llegar a La Alberca. Si la India tiene sus vacas sagradas, en La Alberca el privilegio lo tiene un cerdo que pasea libremente sobre los adoquines hasta su sacrificio, programado para el 17 de enero, como manda la tradición.
¡Buenos días, cerdo!, saludan los habitantes de manera amistosa al animal cuando se les cruza por las callejuelas de la ciudad medieval.
Una tradición curiosa que se celebra desde la Edad Media, cuando la región debía demostrar ser cristiana -y no musulmana- ante la Inquisición. Aunque se perdió durante un tiempo, Fermín la retomó hace décadas. Se trata de la fiesta del Marrano de San Antón.
Todo comienza el 13 de junio, día de San Antonio de Padua. La Alberca lo celebra soltando por sus calles un estupendo cerdo ibérico que Embutidos Fermín dona desde hace muchos años. El animal, llamado siempre Antón, es antes bendecido por el párroco mientras permanece amarrado a la estatua de piedra erigida en honor de este cerdo, detrás de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, ante los vecinos, turistas y demás curiosos y por supuesto, el padrino de ceremonia.
Ya suelto, Antón lleva una vida libre y plácida campando a sus anchas por La Alberca. Los vecinos lo alimentan y cuidan, incluso lo resguardan en las cuadras por la noche. Su peso ronda los veinte kilogramos cuando es soltado, pero alcanza los ciento cincuenta después de siete meses. Se cría dócil y suele acercarse a la gente- sobre todo si tienes algún manjar para ofrecerle-. Los turistas se sorprenden al cruzarse con un auténtico cerdo ibérico suelto por las calles.
Aunque San Antón Abad es el 17 de enero, la rifa es el sábado más próximo. Este año será el día 20 de enero. La fiesta comienza con una misa, pero también hay música, baile y degustación de elaborados ibéricos. Durante todo el año se venden papeletas para la rifa de Antón. El dinero recaudado se destina a alguna asociación, este año es para el proyecto ‘Luz para Benin’.
El origen de esta acción solidaria viene de que, en sus inicios, todo el pueblo se encargaba de criar al cerdo que más tarde se donaba a aquella familia más pobre o que había pasado por alguna tragedia o dificultad ese año. A día de hoy, quien gana a Antón puede quedárselo o llevarse el equivalente en productos ya listos.
Y sigue la ruta, con San Valerio
Se traslada de la Sierra de Francia hasta las Quilamas para descender a los confines de los valles para honrar a San Valerio, en Valero, que se celebra el 28 de enero. El microclima templado que acompaña a Valero en invierno hace que sean más llevaderas y en ninguna ocasión (que se sepa) se ha estropeado su gran corrida de toros, con fama en toda la sierra. Después de los toros se va por las bodegas tomando y cantando. Los lugareños ofrecen embutidos y dulces (mantecados y perronillas para los forasteros, que siempre son bien acogidos).
De los mártires de enero, San Sebastián, el primero
Este Santo, primer capitán de la guardia de Diocleciano, es honrado en muchos municipios salmantinos. Comenzamos nuestro recorrido en Ahigal de los Aceiteros, donde se erige como Patrón de los quintos, también Arapiles, La Bastida, Carrascal del Obispo, Cipérez, Ciudad Rodrigo, Hinojosa de Duero, Mieza, Peñaparda, Pereña de la Ribera, Puerto Seguro, Rollán, Sobradillo -donde le llaman 'Patrón de los borrachos' y se quema el 'jumbrío' para 'ajumar' a los vecinos-, Sorihuela, Tremedal de Tormes, El Tornadizo, Valdelosa, Vilvestre, Villavieja de Yeltes, Villoruela, y hasta Yecla de Yeltes, honran a San Sebastián.
Un alto imprescindible lo hace en Villavieja de Yeltes para observar una ancestral ceremonia, que conserva las tradiciones con la Cofradía de San Sebastián, que se remonta a 1812. Una procesión en la que los hombres visten la capa charra y van tocados con el sombrero negro que confiere identidad a esta celebración.