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Región

Presidente de la Junta, aunque sea solo durante cinco minutos

27 febrero, 2018 15:06

La política impregna todo, como polvo de pajar. Las dos grandes pasiones de los argentinos son el fútbol y la política. En España el fútbol sí provoca entusiasmos excesivos, pero no sé si la política llega a tanto. Aunque lo cierto es que últimamente la tenemos hasta en la sopa. Y tras el culebrón secesionista catalán, ni te cuento.

El problema catalán está produciendo importantes daños colaterales en los grandes partidos, en unos casos a favor, como sucede con Ciudadanos, y en otros, en contra, como parece que ocurre con todos los restantes. Según las encuestas, los españoles no perdonan a aquellos que se han puesto de perfil o incluso de espaldas ante el pulso secesionista catalán.

A PP y PSOE se les responsabiliza de que el Estado central se haya desentendido durante años de los españoles catalanes por puros intereses partidistas (el Pacto del Majestic de Aznar y la decapitación pública de Alejo Vidal-Quadras fue el más sonado), dejando Cataluña sometida a la arbitrariedad interesada de los Pujol y cía. A Podemos, por empecinarse en propuestas y mensajes ininteligibles que sólo han beneficiado a esa mala pécora política que es Ada Colau. Resulta sorprendente que Pablo Iglesias no se percatara de las dramáticas consecuencias que acarrearía a su partido este matrimonio desigual.

Estos y otros asuntos acaparaban las conversaciones de pasillo esta mañana tras el pleno celebrado por las Cortes de Castilla y León para conmemorar el 35 aniversario del Estatuto de Autonomía (1983-2018), en el que se ha entregado la medalla de oro del parlamento regional a la Universidad de Salamanca, que este año celebra el VIII centenario de su creación.

Hay honda preocupación en el PP por las dimensiones que pueda alcanzar la ‘marea naranja’ de Albert Rivera a poco más de un año de las elecciones municipales y autonómicas. Alguien del PP comentaba que en Cataluña la única opción españolista era votar a Albert Rivera. El independentismo catalán propició el nacimiento de C’s y está siendo también el viento que engorda las velas de la nave entusiasta de Rivera y sus muchachos.

En Castilla y León, tras 30 años de hegemonía del PP, se cierne una incertidumbre política desconocida. Habrá que esperar a mayo de 2019 para conocer el detalle de los resultados electorales, pero todo parece indicar que se cotizarán caras las mayorías absolutas. Lo previsible es que se generalicen los gobiernos de coalición, y en todas las combinaciones la novia será Ciudadanos, ay. Se lo espetábamos por la mañana a Luis Fuentes, el líder regional de C’s: “Luis, tú serás presidente, no sabemos de qué, pero serás presidente fijo”.

Enfrente estará el PP de Alfonso Fernández Mañueco. A Alfonso puede ocurrirle aquello que el socialista Jesús Quijano decía de sí mismo: “He llegado en mi mejor momento, pero en las peores circunstancias”.

Tras el pasado congreso regional, en el que Mañueco fue aupado a la presidencia del partido, el PP de Castilla y León se cuarteó internamente entre los dos bandos venían configurando en los últimos tiempos: el de Mañueco, que acabó alzándose con la victoria, y el de Juan Vicente Herrera, que arrojó a la contienda electoral al leonés Antonio Silván.

El auge de la marea naranja de C’s parece que ha resuelto ahora las disputas internas en el PP. Todos son conscientes de que el ascenso de C’s acabará perjudicándoles finalmente a unos y otros por igual. Se impone por tanto la unión, remar unidos en la misma dirección. Alguien del sector de Herrera nos comentaba: “Alfonso tiene que ser presidente de la Junta de Castilla y León, aunque sea solo durante cinco minutos”.

La posibilidad de que el traspaso de poder en la Junta entre Herrera y Mañueco se produzca antes de las elecciones cobra fuerza de día en día. El PP no dispone de una mayoría absoluta en las Cortes regionales que permita investir a Mañueco presidente de la Junta, y no parece que C’s vaya a favorecer ahora esta posibilidad, igual que hizo en julio de 2015 con Juan Vicente Herrera.

La única opción sería una segunda votación, que solo requeriría de mayoría simple con la abstención previsible del único procurador de Unión del Pueblo León, Luis Mariano Santos. A cambio, por supuesto, de alguna importante partida inversora para León.

Porque en el PP todos son conscientes de que no es lo mismo afrontar una campaña electoral como presidente de la Junta de Castilla y León que como simple presidente de un partido. La mera investidura de Mañueco sería prácticamente el 50% de la campaña. Y luego, en torno a él, la aureola descomunal de la pesada artillería de la Junta de Castilla y León.

Así pues, algo que hace unos meses parecía imposible, la reconciliación de las dos familias internas del PP, puede que a no tardar mucho acabe haciéndose realidad. Observamos detalles, escuchamos comentarios, quizás simple intuición tras treinta años ‘arrodeado’ de políticos, pero cada vez vemos más próxima la salida de Herrera de la Junta y el aterrizaje de Alfonso Fernández Mañueco. Y todo muy bien atado internamente, sin ruidos, haciendo de la necesidad virtud, ay.