"Llegué a estar dos días sin dormir porque tenía que apostar"
La historia de Jorge es la de miles de jóvenes que descubren las apuestas a través de internet, piensan que es dinero fácil y terminan no sólo con un problema de ludopatía, sino de deudas. A sus 28 años, ha pasado de la emoción por poder ganar cientos de euros a la ansiedad y el sufrimiento por deberlos a personas peligrosas.
Todo comenzó cuando un día acompañó a un amigo a una sala de apuestas en la Puerta de Zamora con el paseo del Doctor Torres Villarroel, una de tantas que antaño fueran lugar de encuentro para adolescentes que soltaban adrenalina con los videojuegos (Out Run, Pang, Snow, Street Fighter, Golden Axe, Tetris...) y ahora congrega a jóvenes que desprenden su dinero en acertar los resultados de partidos de fútbol, goleadores, córners, número de tarjetas, baloncesto, tenis... póker, blackjack... todo un abanico de posibilidades. Son las nuevas tragaperras, un arcoiris de luces que atraen cual serpiente al edén.
Jorge decidió hacer una apuesta múltiple con apenas un euro, "por probar, si ganaba podía cobrar unos cincuenta euros o así". Comenzó a hacerlo cada semana, "generalmente los sábados y domingos", y como vio que a veces acertaba, subió la cantidad apostada para poder lograr mayores beneficios. De un euro pasó a diez combinando partidos de las diferentes ligas de fútbol europeas.
Pero no era suficiente. "En las casas de apuestas vas, eliges los partidos que quieres y esperas a que terminen para cobrar. A veces tenía los resultados acertados y me jodían la apuesta en los últimos minutos. Me cabreaba mucho". Fue entonces cuando dejó de ir a las salas físicamente y se dio de alta en una casa de apuestas a través del teléfono móvil, en la que podía cerrar la apuesta antes de que concluyeran los partidos (por ejemplo, si puedes ganar 100 euros, la casa te puede ofrecer 75 si coinciden los resultados acertados en un determinado momento, cantidad que va subiendo según se acerque el final de los partidos). Fue su perdición.
Jorge pasó a apostar "entre veinte y treinta euros a la semana", en función de las diversas apuestas múltiples que realizaba. "Hacía una a resultados fijos, otra a ganar o perder, a goleadores, a número de córners, según viera que era más fácil el partido, estudiaba las clasificaciones, leía a expertos en internet", y así se pasaba las horas cada semana por y para las apuestas.
Como estaba pegado al teléfono móvil, se acostumbró a ello y se convirtió en su droga. Así que empezó a realizar apuestas diarias, "lo que ganaba alguna vez me lo pulía los siguientes días para seguir apostando, más o menos recuperaba, así que estaba a la espera de enganchar una buena apuesta para cobrar dos mil o tres mil euros de golpe". Pero misma cantidad a más días, menos premio posible, así que ya gastaba más de cincuenta euros a la semana.
A partir de ahí perdió el control sobre el gasto. No miraba el dinero, sólo el deporte al que quería apostar. Los fines de semana al fútbol, el resto de la semana a tenis, baloncesto, motociclismo, según cuadrara. Convencía a amigos para que le prestaran dinero asegurando que eran apuestas fáciles, pero no las hay. El deporte es caprichoso y en ocasiones partidos con un claro favorito terminaban con un resultado inesperado. Empezaron las deudas.
Cuando amigos y conocidos ya no le fiaban, dio con prestamistas que aprovechan la enfermedad de jóvenes ludópatas. A uno le llegó a deber mil euros. La demora en el pago desembocó en amenazas. Sí. Estas cosas no sólo pasan en las películas, son reales como la vida misma. El azar que tantas veces le había dado la espalda le sonrió para salir del atolladero. "Necesitaba dinero rápido para devolverlo, así que hacía pequeñas apuestas continuamente, buscaba lo más seguro que hubiera. Llegué a estar dos días sin dormir porque tenía que apostar, por el día a los deportes en Europa y Asia, por la noche en Latinoamérica, estaba a todas horas conectado y pude pillar una múltiple de casi dos mil euros", recuerda Jorge.
Gracias a esa cantidad pudo saldar su deuda y cortó de raíz con las apuestas. "Le vi las orejas al lobo y estaba acojonado". Poco a poco fue devolviendo las pequeñas cantidades que había pedido a amigos y conocidos, a quienes fue recuperando, también gracias a ayuda psicológica profesional. Ahora ha vuelto a ver el deporte como un mero aficionado más. "No es fácil, porque estás viendo un partido y piensas, se metiera unos eurillos a este resultado, y luego ves que hubieras acertado, pero de momento aguanto la tentación, no quiero volver a pasar por lo mismo. No se lo recomiendo a nadie".