Salamanca fue escenario de una boda Real hace casi cinco siglos
Este domingo uno de los principales temas de conversación en todo el mundo es la boda entre el príncipe Harry de Inglaterra y Meghan Markle. Salamanca fue escenario de una boda Real hace casi cinco siglos, la primera de las cuatro que contrajo el rey Felipe II de España. Fue con María Manuela de Portugal y sus anécdotas están recogidas en un libro de la experta en protocolo María José Muriel Sánchez.
Deseando reforzar la alianza con el vecino país de cara a las guerras con el norte de Europa, el rey Carlos I de España y quinto emperador de Alemania eligió como prometida para su hijo Felipe la descendiente de Juan III de Portugal. Felipe aceptaba el matrimonio por sus preferencias físicas, pero además la infanta recibiría de su padre 300.000 ducados que serían muy bien empleados en la guerra contra Francia. Tras firmarse el contrato matrimonial, se decidió que el enlace tuviera lugar en Salamanca.
Fue el 13 de noviembre de 1543, eso sí, tras múltiples anécdotas y curiosidades. Por ejemplo el viaje a caballo de la contrayente desde Lisboa, la acumulación de arcos para que pasase en su llegada a la ciudad o la pelea durante la fiesta entre criados de los duques de Alba y de Medina Sidonia. Y es que fueron cinco días de fiesta con propuestas cortesanas y otras populares, como juego de cañas y un encierro taurino por las calles del centro de Salamanca.
Los contrayentes no se conocían en persona, sólo se habían visto a través de retratos. El joven novio, entonces príncipe, llegó de incógnito por expresa decisión suya. Quería ver antes a la novia. Y así lo hizo tras escaparse a escondidas de su cortejo. Fue con algunos testigos y dio su aprobación. Incluso el día de la boda se asomó al balcón al paso de la infanta, ella cubrió su rostro con un abanico de plumas, pero un bufón se apresuró para retirarlo y propiciar el cruce de miradas entre el príncipe y la infanta.
La infanta entró en la provincia de Salamanca pasando por Béjar, Frades de la Sierra y Aldeatejada antes de llegar a la capital del Tormes por el Puente Romano, el único existente en aquella época, subir por Tentenecio para pasar por las catedrales, la nueva entonces en construcción, las escuelas mayores de la Universidad y la entonces plaza de Santo Tomé, hoy plaza de Los Bandos.
Otra de las anécdotas de esta bosa es que Felipe II se casó de blanco, y no la novia. Hoy sería señal de mala suerte, la misma que tuvo el príncipe porque apenas dos años después María Manuela de Portugal murió como consecuencia de su primer y único hijo, Carlos.