Chamberí, la colonia de exiliados rurales a la vera del Cagachinarros
En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en Internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. NOTICIASCYL tiene en marcha una serie dominical que repasa la evolución de los barrios de Salamanca a través de los recuerdos de niñez de sus habitantes.
Hoy es el turno para Chamberí, una zona ubicada entre Tejares y el Puente de Sánchez Fabrés que surgió al hilo de la actividad ganadera en el Arrabal y el Teso de la Feria. Como recogen antiguos textos del Ayuntamiento de Salamanca, un aluvión de emigrantes expulsados del mundo rural por falta de trabajo y perspectivas, sin apenas medios, se estableció a comienzos de los años cuarenta en las afueras de la ciudad, aprovechando una profunda vaguada recorrida por un afluente del arroyo Zurguén, el Cagachinarros, la Cañada Real de la Plata y la carretera de Portugal.
Un paraje, por tanto, bien conectado con la actividad ganadera y comercial. Por este motivo se produjo el establecimiento de instalaciones comerciales e industriales en lo que hoy es la avenida de Lasalle, expandiéndose hasta las actuales Salas Bajas. Allí se levantaron humildes viviendas en autoconstrucción, ejemplo que siguieron otras muchas familias que llegaron en las décadas de los cincuenta y los sesenta. Predominaban familias de origen rural, que fueron multadas por construir de forma ilegal, lo que les sirvió para legalizar y asentar su situación. A finales del siglo XX la expansión urbanística de Salamanca propició la construcción de modernos bloques de viviendas más cerca del río Tormes. Por eso es dos barrios en uno, pues conserva una fisonomía propia de pueblo en torno a la vía del ferrocarril y otra más acorde a la ciudad junto a la ribera.
Precisamente la vía del tren ha supuesto una importante barrera física entre Chamberí y el resto de la ciudad, siendo considerado un lugar de marginación y olvido. De hecho, para llegar hasta el núcleo original hay que cruzar alguno de los dos puentes existentes, uno por paso aéreo u otro inferior. “Siempre ha sido un barrio humilde, parecía que no formábamos parte de la ciudad”, recuerda Francisco Martín, uno de sus vecinos iniciales.
Su fisonomía y demografía propició un ambiente más social, más acorde con la vida en un pueblo. De hecho, era fácil encontrar junto a cada vivienda un corral con vacas lecheras y gallinas, mataderos y almacenes de pienso para el ganado. Eran días “de trabajar de sol a sol en el campo, con el ganado o en las fábricas, y apenas quedaba tiempo para más, si acaso nos reuníamos los domingos y sobre todo por las noches al fresco cuando llegaba el verano”.
Con el progreso de la sociedad, la actividad comercial se fue transformando en industrial en torno a la carretera de Portugal, y las viejas viviendas individuales dejando paso a bloques de edificios. La juventud se trasladó más cerca del río en un principio, después hacia otras zonas de la ciudad, de ahí que la población de Chamberí haya envejecido con fuerza durante las últimas décadas. Eso sí, un envejecimiento activo, pues la asociación de mayores del barrio es una de las más activas de Salamanca. Porque Chamberí se resigna a perder su identidad de gentes laboriosas que nunca estaban paradas.