La leyenda de los Hombres de Musgo de Béjar
Béjar continúa sus fiestas del Corpus 2018. Este sábado, 2 de junio, por la tarde hasta pasada la media noche tendrá lugar la Recreación de la Leyenda de los Hombres de Musgo en las Murallas Medievales – Puerta del Pico y el Mercado Artesanal de las Tres Culturas con talleres infantiles para la Reconquista de Béjar.
La historia de una ciudad no se forja con la intervención puntual de sus grandes nombres, la mayoría de las veces ejerciendo tiranía y opresión. Las grandes gestas se graban con el sudor y el valor del pueblo llano, hombres y mujeres que en algún momento de su vida antepusieron el amor a la tierra sin temor a dar la vida por ello. Los libros y obras de arte recuerdan a quienes desprendían poder por los cuatro costados, aunque su interior a veces era tan vacío como etérea su fama. Pero el papel perece en el fuego y allá donda habita el olvido. El saber popular, en cambio, la tradición oral, perdura por los siglos de los siglos de generación en generación, honrando la intrahistoria que verdaderamente imprime el carácter de una localidad. Es el caso de Béjar y sus Hombres de Musgo, un relato único en toda España y podría decirse que en toda la historia occidental.
Cuenta la leyenda que en tiempos de Alfonso VII de Castilla, la ciudad bejarana estaba en manos de los musulmanes. El avance árabe había sido tan rápido como devastador y los cristianos sólo pudieron sucumbir sin oponer apenas resistencia, siendo expulsados de los principales núcleos de población de esta tierra en forma de piel de toro. El ánimo de los bejaranos estuvo aplastado por el yugo bereber durante décadas. Refugiados en la Sierra, anhelaban el día en que pudieran atisbar una ínfima porción de debilidad en el enemigo musulmán para poder atacar con todas sus fuerzas. Pero los árabes no ofrecían resquicio alguno. Su defensa era prácticamente impenetrable.
El destino quiso intervenir en favor de los cristianos, agudizando su ingenio hasta límites insospechados. El día de Santa Marina, Virgen que vivió disfrazada, un grupo de lugareños celebraba en El Castañar, en la finca conocida como La Centena, la tradicional misa para rogar en favor de su causa. Al terminar, la inspiración se presentó en forma de color verde esperanza. Allí había estado durante décadas sin prestarle atención, utilizándolo sólo para orientarse entre los bosques. El musgo. ¿Cómo no lo habían pensado antes? Viendo la imposibilidad de acceder a la ciudad en inferioridad de número frente al poderoso ejército musulmán, decidieron recubrir sus ropas con esta planta para camuflarse y acceder a la ciudad sigilosamente. Pero, ¿y si les descubrían? No había camino de retorno. La paciencia se había colmado y estaban dispuesto a todo con tal de recuperar su amada Béjar.
Y así lo hicieron. Recubrieron su vestimenta con el musgo que crecía en las rocas del lugar y, al amanecer, se dirigieron hasta la fortaleza musulmana parapetados tras su camuflaje. Al clarear el día, los centinelas abrieron las puertas de las murallas como cada mañana para que los agricultores y ganaderos desarrollaran su labor en los alrededores de la ciudad. Los hombres de musgo avanzaban sigilosamente debido a la dificultad que entrañaba cargar con tan pesado traje, camuflados entre el rocío de la mañana y el brillo cegador del primer sol de la mañana. Sin embargo, el mismo brillo que les protegía les delató. Los centinelas musulmanes los divisaron, pero, un momento, ¿qué era aquello? ¿Acaso las entrañas del infierno se habían aliado en su contra? Los moros creyeron que los cristianos eran alimañas o monstruos y salieron corriendo despavoridos sin percatarse de que las puertas de la muralla habían quedado abiertas. Los bejaranos entraron con total impunidad y pudieron reconquistar la ciudad, desprendiéndose de su húmedo y pesado atuendo. Al darse cuenta del error, los árabes gritaron “¡traición, traición!”, pera ya nada pudieron hacer y poco a poco fueron desterrados para siempre al sur del Tajo.
Desde ese día, la puerta por la que se adentraron los ingeniosos cristianos se denomina como Puerta de la Traición. Y desde entonces, el pueblo de Béjar recordó la hazaña año tras año hasta que en el siglo XIV esta conmemoración se fundió con la tradición del Corpus Christi, cuya procesión fue instituida en 1263 por el papa Urbano IV. En varios puntos de la geografía española se recogen casos similares de reconquistas con hombres revestidos de pieles o ramas. Pero nada tan peculiar como el musgo y, por si fuera poco, es el único lugar donde la tradición se ha mantenido viva, recreándose cada domingo del Corpus. Hay quienes esperan hasta cinco años para poder vestir el musgo y obtener tal honor de recordar con solemnidad a quienes también esperaron muchos años para demostrar que el orgullo y el ingenio son dos poderosas armas capaces de derrotar a la intolerancia por numerosa y poderosa que sea.