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Activistas ocupan el abandonado Marqués de la Ensenada

30 junio, 2018 16:26

Decenas de personas han ocupado este sábado el Hotel Marqués de la Ensenada de Valladolid para "devolver" al barrio este edificio, que es "patrimonio industrial de la ciudad", y convertirlo en el centro social 'La Molinera', nombre que toma de la antigua fábrica de harina que allí se ubicaba.

Este "legítimo acto de desobediencia" ha sido la forma elegida por los implicados en el proyecto para hacer pública la labor de cerca de cinco meses de trabajo. Una iniciativa en la que han confluido personas de diferentes movimientos sociales así como de organizaciones progresistas de la ciudad, según ha explicado a Europa Press Darío López, uno de los representantes de 'La Molinera'.

López ha explicado que, hasta el momento, el proyecto se ha gestionado como asamblea, aunque espera que cada vez se incorpore más gente. Además, los precursores del proyecto se han mostrado "muy interesados" en que sean los vecinos quienes planteen sus propias iniciativas para el uso de este espacio.

Catalogado como Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León en 1991, el edificio del Hotel Marqués de la Ensenada ha sido "víctima de la especulación" desde que se transformase en el primer y único hotel de 5 estrellas de la capital vallisoletana, por lo que "ha pasado de ser una pieza industrial importante y emblema de la soberanía alimentaria castellana a convertirse en un reducto para el turismo de unas pocas personas con elevadas posibilidades adquisitivas", señalan los responsables de 'La Molinera' en su carta de presentación.

Aunque en estos meses 'La Molinera' no se ha puesto en contacto con el Ayuntamiento, tampoco está "cerrada" a reunirse con las instituciones municipales. No obstante, López considera que "un Gobierno municipal que se diga progresista no puede ser hostil hacia este proyecto independientemente de las cuestiones legales que pueda plantear".

En cualquier caso, ha apuntado López, el centro social que propone 'La Molinera' no abandonaría su carácter autogestionado, por lo que rechazaría cualquier tipo de subvención o ayuda a fin de evitar convertirse en un centro cívico.

También de cara a la posible convocatoria de futuras concentraciones o nuevas ocupaciones, López espera que "no haya hostilidad por parte de la Policía", puesto que su objetivo es "ofrecer un servicio y no destruir el edificio, que hoy se ha convertido en un vertedero".

En su página web, puede encontrarse el siguiente manifiesto:

"Consideramos, con todas las evidencias de nuestra parte, que tanto instituciones como propietarios han hecho dejación de funciones en la preservación de este espacio patrimonial, catalogado como Bien de Interés Cultural por la Junta de Castilla y León en 1991. Con más de 160 años de historia, nos encontramos ante la antigua fábrica harinera de La Perla, vinculada a la actividad agraria e industrial en torno al Canal de Castilla. Vivió episodios tan relevantes como los Motines del Pan y resurgió de sus cenizas tras un devastador fuego en 1912. Cientos de personas trabajaron entre sus muros, hasta que finalmente cesaron las actividades en 2006.

Después el edificio, como es bien sabido, ha sido objeto de operaciones especulativas de gran calado, transformándose en un hotel de lujo cuyo responsable se fugó de la noche a la mañana dejando a la plantilla sin cobrar su salario; por cierto, las trabajadoras han ganado recientemente el juicio al respecto pero aún no han cobrado sus nóminas atrasadas, su finiquito ni sus indemnizaciones. Conviene recordar que para poder convertir la fábrica en el primer y único hotel de 5 estrellas en la ciudad hubo que modificar el Plan General de Ordenación Urbana, y que tal operación se saldó con la imputación de una docena de personas, entre ellas Javier León de la Riva y su concejal de urbanismo. En esta rehabilitación se hizo además un uso fraudulento de los Fondos Europeos de Desarrollo Regional. Remarcamos lo sustancial de esta involución: de ser una pieza industrial importante y emblema de la soberanía alimentaria castellana a convertirse en un reducto para el turismo de unas pocas personas con elevadas posibilidades adquisitivas, y eso gracias el dinero de todas.

En los meses que siguieron al cierre del Marqués de la Ensenada en enero de 2017, el inmueble fue desvalijado, se convirtió en un espacio de trapicheo y consumo de drogas, se destruyó o saqueó gran parte del mobiliario y de las instalaciones de luz y agua. El sótano, donde aún permanece maquinaria de gran valor patrimonial, se encontraba parcialmente inundado. La tarde del 28 de abril de 2018 cayó la gota que colmó el vaso de toda paciencia. Un incendio provocado produjo numerosos daños en el interior del inmueble, siendo rápidamente sofocado por varias dotaciones de bomberos. Fue entonces cuando el Ayuntamiento procedió a blindar este espacio, cerrando las entradas unas semanas después. Si a nivel privado e institucional se ha producido una evidente irresponsabilidad, nosotras creemos con firmeza que los motivos expuestos son suficientes para no eludir la nuestra como vallisoletanas.

En la sociedad del individualismo, del consumismo y del paradigma del emprendimiento, hemos venido para desarrollar un proyecto útil para la ciudad, para las vecinas de los barrios a nuestro alrededor y para los movimientos sociales. Hemos venido a emprender, sí, pero no para alimentar beneficios particulares y lucrativos, sino para devolver a la comunidad un espacio inutilizado en parte gracias a fondos públicos y que, de muros para dentro, se había convertido en un vertedero. Esos son los objetivos de esta iniciativa: recuperar y revalorizar socialmente el inmueble más allá de las lógicas del mercado, poniéndolo al servicio de la gente. Que este edificio deje de ser símbolo de entramados mafiosos, de chanchullos especulativos, de la vanidad y el lujo, para convertirse en un proyecto abierto a la cultura, a la solidaridad, al debate, al estudio y aprendizaje, al activismo, a la transformación social. En definitiva, que deje de ser un esqueleto vacío en el paisaje de Valladolid para convertirse en un organismo vivo gestionado por quienes no buscamos extraer de él un enriquecimiento monetario.

Ante un modelo abusivo e inhumano que dificulta el derecho a una vivienda digna, consideramos legítimo que las personas busquen salidas individuales a su situación particular mediante la ocupación, pero no es esa la finalidad de este proyecto colectivo ni de este centro social. Aclaramos que La Molinera no tiene entre sus objetivos convertirse en una solución habitacional permanente para nadie, y que las personas que pernocten y hagan vida en el edificio lo harán en función de las necesidades del centro social.

Durante estos días hemos estado haciendo inventario de todos los bienes muebles que permanecen dentro, hemos estado limpiando y acondicionando el lugar, pues queremos comenzar a la mayor brevedad posible con las actividades. Tenemos muchas ideas, que se irán materializando en función de las capacidades y recursos que podamos ir dedicándole al proyecto. Invitamos a todas las vecinas a que aporten sus propuestas y se animen a ponerlas en práctica aquí, porque La Molinera es, desde este momento, suya".