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Salamanca criminal: kamikazes al volante que juegan con vidas por diversión

16 julio, 2018 09:15

La crónica de sucesos está impregnada cada vez más con hechos delictivos hasta no hace mucho tiempo más propios de grandes urbes, de otras latitudes donde la delincuencia está a la orden del día. Pero la globalización también conlleva la expansión del delito y sus nuevas vertientes, que NOTICIASCYL les detalla cada domingo en una serie, acercándoles los detalles sobre prácticas cada vez más comunes en Salamanca.

Es el caso de las carreras de coches. No es una práctica nueva, se repite cada verano. Durante las últimas semanas han proliferado en avenidas del extrarradio de la capital charra, principalmente Tejares, Los Alcaldes, Pizarrales y San José. El asunto incluso ha llegado hasta la Comisión de Policía del Ayuntamiento de Salamanca para estudiar la posibilidad de establecer un dispositivo de seguridad especial con más patrullas de la Policía Local para evitar este tipo de carreras, como ya ocurriera en el año 2015. Sin embargo, ahora los kamikazes al volante son más imprevisibles, pues juegan con vidas por mera diversión.

Antes, las carreras se realizaban porque estaba en juego el propio vehículo y dinero. Sobre todo a raíz de la primera película de ‘Fust&Furious’ (A todo gas), con un auge de los coches tuneados (personalizados, del inglés tuning) con alerones, bajos, luces de neón, llantas llamativas, colores estridentes… Los piques se realizaban durante las noches de los fines de semana, principalmente en aparcamientos de polígonos industriales o recintos feriales (el de la Diputación donde se realiza en septiembre la feria agropecuaria era uno de los preferidos), zonas despobladas donde no llamar la atención y poder correr sin límite. También había piques en carreteras secundarias, menos vigiladas por la Guardia Civil, sobre todo en el oeste de la provincia de Salamanca (la carretera entre Vitigudino y La Fuente de San Esteban era una de las preferidas).

Con el paso de los años el auge del tuning se fue diluyendo, no así las ansias de retarse entre conductores. Surgieron entonces circuitos urbanos, con unas determinadas características, donde jóvenes dirimían sus disputas ya no por dinero, sino por videoconsolas, televisores con decenas de pulgadas o teléfonos móviles de última generación. El pique era espontáneo, principalmente las noches de los fines de semana en unos bares y pubs específicos donde se congregaban locos del volante y presumían de sus habilidades.

Se buscaban avenidas amplias y poco transitadas, aprovechando que antaño no había badenes ni pasos de peatones elevados como en la actualidad, ni tantas rotondas. De hecho, los competidores hasta tenían estudiado el circuito de semáforos para aprovechar todo un trayecto en verde. La avenida de los Cipreses, el paseo del Progreso (junto al Arrabal del Puente Romano) o la Vía Helmántica entre San José y Santa Marta de Tormes eran algunos de los circuitos. El preferido era desde la carretera del Helmántico hasta el cementerio a través de la avenida Carmen Martín Gaite, al final de Pizarrales, donde incluso se llegaban a alcanzar los 160 kilómetros por hora.

Los accidentes de tráfico se sucedieron, la Policía Local incrementó la vigilancia y los piques de kamikazes se redujeron drásticamente. Sobre todo con la nueva legislación, aumentando las penas por conducción temeraria. Ya no había en juego una multa, se trataba de perder el carnet durante un largo tiempo y sobre todo pasar una temporada entre rejas.

Ahora, como cada verano, regresan los piques entre conductores, pero en la mayoría de las ocasiones ya ni siquiera hay algo en juego. Se trata sólo de testosterona, simplemente por hacerse el ‘machote’ delante de un grupo de amigos o de chicas a las que estos pipiolos quieren impresionar. Es la nueva cultura ‘reguetoniana’, de imponerse sobre los demás, de ser el líder de la manada, de infundir respeto. Sus piques surgen de forma imprevisible y en lugares insospechados. Aplicaciones de mensajería de teléfonos móviles como WhatsApp facilitan la quedada y hasta permiten tener ojeadores en determinados puntos para delatar la presencia policial. Tecnología al servicio del delito. Imprudencias con vidas en juego.