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Salamanca criminal: las garras del mercado negro de especies exóticas animales

30 julio, 2018 09:52

La crónica de sucesos está impregnada cada vez más con hechos delictivos hasta no hace mucho tiempo más propios de grandes urbes, de otras latitudes donde la delincuencia está a la orden del día. Pero la globalización también conlleva la expansión del delito y sus nuevas vertientes, que NOTICIASCYL les detalla cada domingo en una serie, acercándoles los detalles sobre prácticas cada vez más comunes en Salamanca.

Así ocurre con el tráfico de especies exóticas de animales, cada vez más extendido por toda España y cuyas garras también alcanzan a la provincia charra. Tal es así que recientemente la Guardia Civil ha intervenido por primera vez en Europa un ejemplar de Dragón de Komodo adquirido ilegalmente, junto con otros veinte animales vivos, principalmente reptiles, protegidos por el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES).

España desempeña un papel relevante en el conjunto de la Unión Europea por su situación estratégica (frontera con el norte de África) y comercial (vía de entrada de muchas mercancías a través de sus importantes puertos), así como por sus históricas relaciones con el norte de África y sobre todo con Latinoamérica, por lo que resulta una importante puerta de entrada al mercado de la Unión Europea. Los traficantes de animales lo saben y aprovechan las rendijas de la jaula judicial para ejercer su acción delictiva.

El epicentro de este tráfico de especies exóticas está en Madrid y Barcelona, hasta donde acuden quienes quieren tener un ejemplar único en su casa. Los animales son guardados en locales preferentemente insonorizados para evitar que los sonidos de los animales trasciendan al exterior y puedan levantar sospecha, limpiados de forma regular, arrojando posteriormente a la vía pública los restos de agua sucia, material y excrementos. Y los alimentan con ratones, de ahí que un apartado importante del negocio sean las transacciones de roedores.

A través de internet se puede contactar con ellos. Son múltiples los canales por redes sociales que derivan a grupos de WhatsApp donde se negocian precios, lugares y día de entrega del ejemplar deseado. Los traficantes incluso se permiten el lujo de dar consejos sobre el cuidado de la especie que están vendiendo, generalmente equivocados, pues lo que pretenden es dar sensación de conocer al detalle el animal para dar más seguridad al comprador durante la venta.

Pero las transacciones y la venta ilegal implican riesgos tanto para el bienestar de los animales como para el ser humano. Un elevado porcentaje de los animales que se comercian fraudulentamente a través de internet deriva en malas prácticas de cría, de condiciones de mantenimiento, falta de atención veterinaria y transportes de larga distancia que implican una elevada mortalidad y enfermedades graves contagiosas. De hecho, muchos anuncios son para animales que son demasiado jóvenes para poder ser destetados y separados de su madre y del resto de la camada, provocándoles graves problemas de salud y de comportamiento al alcanzar la edad adulta, siendo incontrolables para su dueño. Además, los riesgos de este tráfico ilegal para la salud animal y pública asociados con la distribución también ilegal incluyen la posible introducción de la rabia en áreas endémicas de Europa, en áreas antes libres de rabia.

La explotación y el comercio legal de vida silvestre genera rendimientos a muchas comunidades locales y sociedades rurales del mundo, pero sobre todo a comerciantes distribuidos por todos los continentes y en todos los eslabones de las cadenas de comercialización. En la actualidad constituye una actividad muy importante que va creciendo rápidamente.

Este incremento desmedido de la demanda en un mundo cada vez más consumista y el crecimiento de los mercados asiáticos han llevado a este modelo de explotación a alcanzar un nivel inaceptable en los últimos años. De hecho, está provocando que la presión sobre las especies salvajes llegue a niveles devastadores, hasta el punto de afectar tanto a las que su comercio está permitido y regulado como a las estrictamente protegidas. En la actualidad, se considera que el tráfico de especies constituye una de las mayores amenazas para la conservación de la biodiversidad.