Garañeda: "La muerte de un toro en la plaza es solemne"
Agosto es mes de Fiestas populares. Es esa época del año por antonomasia donde los pueblos son un hervidero de gente, la música resuena en cualquier rincón y los toros corren en las calles. Jesús López Garañeda (Tordesillas, 1952) es el Director del Gabinete de Información y Prensa de la Federación taurina de Valladolid, ha escrito numerosos libros sobre la villa que le vio nacer y, además, es el Juez de Paz.
Hablamos de la Fiesta Nacional, que, ‹‹pese a los desaforados ataques que sufre desde ámbitos políticos y animalistas antitaurinos, tiene una adecuada salud vital. A pesar de las prohibiciones en comunidades autónomas, como Cataluña, sigue habiendo demanda de espectáculos taurinos. Lo que sucede es que el empresario taurino no se atreve a enfrentarse nunca al poder establecido. Transige y tira para adelante››.
A pesar de ello, hay cierta parte de la sociedad que considera que esta Fiesta está de capa caída y llegando a su fin... ‹‹Los antitaurinos cimentan su razón en esa falsedad. Son muy intransigentes. Creen que el toreo es violencia y no es verdad. Lo que pasa es que las modas buenistas han llegado a calar en buena parte de la sociedad, pues una mentira repetida machaconamente mil veces, se hace verdad››.
Hablar de tauromaquia es servir el debate encima de la mesa. Hay quien no tiene una opinión fundada al respecto y se basa en “doctrinas” de partidos animalistas o asociaciones taurinas, según convenga. Jesús me aporta su visión sobre el binomio tauromaquia-educación: ‹‹Un niño es un ser moldeable y si se le inculca odio, generará odio cuando sea mayor. Tenemos que saber que la vida de una persona es un arbolillo desde niño. Cuando ese árbol no sale recto, se tuerce por cualquier circunstancia, de mayor es imposible enderezarlo. La tauromaquia es un hito etnográfico de primer orden, pues fundamenta el juego eterno del hombre con el toro, una razón antropológica existencial en la misma raíz del ser humano. Si a eso se añade la tradición, la herencia de padres a hijos, arrancar esa raíz será muy difícil. Perfectamente podría haber un taller, una asignatura, un aspecto a considerar para estudiar el significado totémico del toro de lidia en la sociedad a lo largo de la historia y en el rito taurino. Es algo que no puede ni debe olvidarse››.
En un análisis por categorías profesionales, en 2017 el número de profesionales inscritos en la categoría Matadores de toros fue de 825, el 7,5% del total; en la de Matadores de novillos con o sin picadores fue de 3.230 profesionales, el 29,5%; en la categoría Rejoneadores fue de 416 profesionales, el 3,8%; por lo que se refiere a Banderilleros y Picadores, el número de inscritos fue de 2.972, el 27,1% del total. Los profesionales inscritos como Toreros cómicos y Mozos de espada, 184 y 3.332 respectivamente, representando el 32,1% del total de inscritos. Viendo estos datos, ¿cada vez son más los que deciden coger el capote o hay más “toreo de talanquera”? ‹‹Son las dos ramas fundamentales de la tauromaquia: la profesional y la del torero de fortuna de la gente corriente que con una chaqueta, o a cuerpo gentil, llama y corre al toro. Las dos son tauromaquia. La de Plaza, con el torero revestido con su traje de luces, su capote y su muleta y, luego la muerte a estoque del toro. Es la suerte fundamental y de cierre del ciclo taurino. Es imposible entender tauromaquia sin muerte del animal. La muerte de un toro en la plaza es solemne››. Jesús tiene una frase: ‹‹Tanto monta, monta tanto la talanquera como la montera. Los toreros del pueblo son un grupo enamorado de esta liturgia de la superación del miedo. Igual que lo hacen los toreros de luces que, para mí, siguen siendo héroes››.
No podíamos despedirnos sin hablar del Toro de la Vega de Tordesillas. ‹‹Las presiones animalistas, los escraches, la violencia, las protestas de quienes rechazaban este festejo taurino singular doblegaron a los políticos, casi siempre más oportunistas que servidores de los ciudadanos y prohibieron el festejo tal y como se conoce, atentando al derecho consuetudinario del pueblo. Esa es una de las espinas clavadas en mi corazón que no olvidaré mientras viva, y la decepción por no haber podido hacer nada para evitarlo››.