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La dignidad popular derriba los muros del Sitio de Castronuño

13 agosto, 2018 19:56

La Historia está repleta de héroes y villanos, grandes acontecimientos, batallas y guerras, vencedores y vencidos, nombres que escriben su legado aprovechando su posición victoriosa y olvidan al eclipsado por su fracaso. Pero pocas veces en esa Historia con mayúscula se abren paso los vecinos, los pobladores de las villas, los sin nombre dorado en las páginas que recuerdan lo ocurrido.

Por cuarto año consecutivo, Castronuño ha aumentado y mucho su granito de arena para frenar esa inercia de olvido y reivindicar con orgullo su historia, su pasado. En una mirada limpia hacia el crucial momento que vivió la localidad al verse inmersa en la batalla sucesoria entre Isabel La Católica y Juana la Beltraneja, los vecinos se abren paso y cobran protagonismo a base de dignidad popular para derribar los muros del Castillo y librarse de futuros yugos. Una historia real que esconde una gran metáfora sobre el poder colectivo.

Junto a la Ermita del Cristo, en un anfiteatro desbordado por los cientos de asistentes que poblaron las pequeñas laderas aledañas y cada rincón próximo, decenas de vecinos han vuelto a recrear el Sitio de Castronuño. Ante el escenario del inmenso río Duero a los pies del paseo de la Muela, la conversación de un nieto y su abuelo trasladada a los asistentes a marzo de 1476.

Alfonso V, rey de Portugal, llegó a Castronuño abatido y derrotado por Fernando de Aragón. Ambos pugnaban por la Corona de Castilla, para Juana o para Isabel. El alcaide del Castillo, Pedro de Avendaño, leal a Juana, ofreció cobijo a Alfonso V, terminando de posicionarse frente a los Católicos.

En una recreación histórica impecable no podía faltar el toque de humor, aportado aquí por José Ignacio Colinas, hoy en la piel de Pedro de Avendaño pero cada día al frente de la Confitería Xokoreto. En un guiño al bollo emblemático de Castronuño, De Avendaño ofrece al monarca portugués unos molletes, “que los hace un caballero del norte afincado aquí”, apostilla ante la sonrisa y el aplauso del público cómplice.

Meses después, en noviembre de ese mismo año, comenzó un terrible asedio al Castillo de Castronuño. Batallas y más batallas que fueron mermando las fuerzas que mantenía Avendaño y colmando la paciencia y la resistencia de los vecinos de Castronuño.

Casi un año después de que comenzara el sitio del Castillo, Fernando consigue la victoria, pero no por la fuerza de las armas, sino por el dinero. Pedro de Avendaño deja a su suerte a los vecinos de Castronuño y garantiza su salida hasta Oporto. Entonces, liberados al fin

del señor del Castillo y sin más batallas en el horizonte, fueron los vecinos de la villa los que decidieron derribar esos muros, tumbar las torres que significaban para ellos la amenaza latente de más conflictos.

Después de cuatro años, la recreación histórica ha afinado al máximo la puesta en escena, con un sonido impecable, diálogos fluidos acompañados de la narración y decenas de personajes combinando escenas bélicas con otras costumbristas de la época. La ambientación está cuidada con mimo y al detalle, desde una camilla para los heridos hasta la mejorada muralla, más realista cada año, pasando por un carrito para bebés.

Una recreación histórica a la vanguardia estéticamente y con un trasfondo que hace reflexionar sobre la dignidad de los pueblos y el poder de los vecinos. Una cita ineludible.